Hoy madrugue. Y no es algo habitual en mí. Si
lo tengo que hacer, lo hago. Pero hacerlo pa na, como que no. Qué le vamos a
hacer si uno gustó siempre más de los efectos curativos del trasnoche. A decir
verdad, justo será señalar que vi la llegada del alba durante una etapa de mi
vida que se me antoja como la más larga. Treinta años, arriba o abajo,
prestando servicios como búho nocturno dan para gozar de muchas amanecidas que
nunca suelen ser las mismas cuando se ven desde detrás de la barra del bar. ¿Como
va a ser igual que en el lado opuesto tomándose unos campanazos?
Anoche
tampoco me acosté con las campanadas que por Nochevieja anuncian el año nuevo.
Anduvimos gozando la santa y un servidor (… no se vayan a afilar las uñas
pensando en lo que viene ahora que no es como lo que pasa en Cincuenta sombras
de Grey. Que los veo venir.) del visionado de INTEMPERIE, la última película de
Benito Zambrano, basada en el libro original de Jesús Carrasco que les
recomiendo encarecidamente. Libro y película. Por ese orden. Que es como debe
de ser. Y he de decirles que, si gocé mucho con la lectura del libro, tanto o
más lo he hecho con la película. Transcurre la acción, en los primeros años de
la posguerra, en una comarca del interior de España que jamás llegamos a saber
cuál es, de tierra baldía. Un desierto seco donde lo más difícil es sobrevivir.
Pasan ante nuestros ojos unos personajes que apenas hablan, a los que jamás se
les nombra por su nombre y que, sobre todo, parece como si no tuvieran sentimientos y
menos aún ideas. Un capataz miserable, unos ayudantes serviles, un catálogo de
gentes pobres de solemnidad, un pastor que, aun viniendo de vuelta de lo peor,
conserva lo mejor que lleva dentro el ser humano y un niño que huye de tan
mezquina y miserable vida. Nos encantó. Si pueden, no se la pierdan.
Y venía esto a cuento, (que ya me he
vuelto a ir por las ramas), por el hecho de que me acosté tarde y me he
levantado temprano. Cosa, a todas luces, incongruente. Verán, resulta que había
de ir a la vecina y muy heroica ciudad de Valdepeñas (que debe este apelativo a
su lucha contra los franceses de Napoleón, aunque aquí también les dimos sopas
y no lo recuerda ni celebra nadie) a llevar a mí querida hermana, que, como
bien saben, es la sacristana del lugar, que toca hasta las campanas y a quien
en el paro veo como no vuelva a cantar pronto misa Don Amadeo,(… rían, que de
llorar siempre hay tiempo) para que le hiciesen una analítica que tenía
pendiente.
Llevaba mi acojone, y lo reconozco, ante la
eventualidad de que me pararan en algún control, que es cosa que siempre me
pone como de los nervios, y no conforme el gendarme correspondiente con los
papeles que acompañaban la razón del desplazamiento, me crujiese bien “crujio”.
Pero hubo suerte. Lo que me sorprendió fue observar la parálisis que rodea al
mundo en este momento de tristeza. Y eso que no pasé de Valdepeñas. Las calles
desiertas, el hospital con los justos y citados de antemano, la autovía en un
solo desfilar de camiones con algún coche salpicado en la distancia y el cielo,
¿se han dado cuenta de que estos días hay más pájaros volando y cubriendo de
trinos el manto azul de nuestro cielo?
No sé si ya he dicho que hoy estrenamos mes. Esperemos que,
aunque sea solo un poco, venga adornado con menos negrura que el anterior. La
avalancha de quejas contra el gobierno es abrumadora y no pongo en duda de que,
en muchos casos, podrá ser hasta justificada la razón. Y los del PP, (que no
podían dejar de salir hasta la pista a bailar esta salsa que tanto le gusta),
amenazan con votar en contra, como si fuera una sorpresa, de las nuevas
propuestas que el gobierno aprobó el pasado martes para paliar, en la medida de
lo posible, el desastre económico que se avecina después del confinamiento. Y,
dada la gravedad de la situación, el ejecutivo intenta aprobar medidas de
inmediato y dar explicaciones mientras pide excusas por los errores que haya
podido cometer. Que son y serán muchos. Mientras, los de la gaviota, (que de
pedir excusas y reconocer los errores cometidos jamás tuvieron, por prepotencia
y orgullo, ni pijotera idea) se mantienen en la negativa si lo que vienen en
llamar “paquete de medidas” no cambia y deja de tratar a la clase empresarial
como si fuesen adversarios. En fin, y para terminar este apartado, que hace
poco más de una semana pedían medidas más duras y ahora, que están puestas
sobre la mesa, dicen que las votaran en contra. Siempre para atrás como los
cangrejos. Va innato en su ideario el” o mando yo o no dejo que mande ni Dios.
Aunque sea en tan compleja situación.
Y comentarles también que uno de los personajes más odiosamente
repugnantes, prepotentes, y…… en fin, (lo diremos y que reabran Alcatraz para
darme asilo si viene en mi busca el FBI), gilipollas que ha visto la luz en el
mundo mundial en las últimas décadas, o siglos quizás, ha terminado por
reconocer, después de semanas tomándolo públicamente a chanza, que este
puñetero bicho va a provocar entre 100.000 y 240.000 muertes en los sacrosantos
Estados Unidos de América. Intuyo que ya saben el nombre del eminente personaje
a quien me estoy refiriendo y entreveo también, hoy ando ducho en perspicacia,
que ha necesitado del aprendizaje de las cuatro reglas esenciales para, echando
mano de lapicero, hacer las cuentas llegando a tan sabia conclusión. Tenía
pensado en el borrador del día dedicar más tiempo a este elemento, pero no
merece más consideración. Como payaso era bueno cuando hacía televisión.
Es multimillonario el elemento antes nombrado. Pero casi les puedo asegurar que
ignora el placer que proporciona oler una flor, observar el vuelo de un águila
o la inocente sonrisa de un niño. Si ustedes lo saben, que lo sabrán,
considérense más ricos que este mastuerzo adornado con peluquín. Ni clase tiene
pa lucir calva.
Parece que amainó el temporal y asoma el sol. De ser así, gocen de
él que, ahora, hasta un servidor hace cabriolas de alegría cuando aparece.
Pero, eso sí, dosificado y en su justa medida.
Queden,
como siempre, con Dios y no piensen en el goteo inmisericorde que nos está
cayendo y por el que hoy, de nuevo, y con premeditación, pasamos como de largo.
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