No recuerdo si habremos contado en alguna ocasión, en este
rincón de referir recordaciones y hechos acontecidos, que este escribidor es
hombre de letras y que es por ello que les cansa a ustedes, pobres lectores de sus
divagaciones, con extensas homilías insustanciales envueltas en palabras escritas o
habladas. Y tampoco me viene a la olla si habremos igualmente dicho que el asunto de los números siempre fue
cosa que me puso la cabeza como un bombo, los pocos pelos como escarpias y el
ser entero en estado de máxima alerta.
Lejanos quedan los tiempos, aunque desde cerca los
contemplo, de aquellos primitivos días sumido en el aprendizaje de las primeras reglas de las
ciencias y las letras en el lóbrego colegio conventual de las Madres
Concepcionistas, del que no entraré en esta ocasión a contar vicisitudes e
incidencias que dejo para fecha venidera, y del que solo diré, como a modo de
aperitivo, que entre sus paredes se hacía bueno el dicho, verdadero y
cierto, que viene a decir aquello de “que siempre las letras, con sangre entran”.
Allí aprendí a trenzar las primeras palabras, a
hilvanar los primeros números y, más pronto que tarde, hube de descubrir que
juntar letras era pormenor que me hechizaba por lo que, a través del tiempo y
su pasar, empecé a tener claro el convencimiento de que integrales, ecuaciones
y raíces cuadradas eran materias diseñadas para intelectos de mas entendimiento
y alcances siendo lo mío, en el devenir futuro de profesiones, afanes y
carreras, todo lo que alejado estuviera, y cuanto más mucho mejor, de la Física, la Química y las Matemáticas.
Y así, como en volandas, correremos un
rápido y tupido velo sobre lo acaecido y acontecido en aquellos primeros años
escolares para decir que, llegado al final de la Educación General Básica,
vigente en aquellos tiempos, tenía el escribidor claro como el agua que su
porvenir estaba en el estudio del periodismo, hecho este que puso en
conocimiento de sus progenitores para que, juntos y en buena armonía, tomásemos
acerca de mi incipiente futuro la decisión acertada.
Y fue entonces cuando ocurrió lo inesperado, el
designio torcido del destino que hizo a mis padres pensar que deber debían
pedir consejo a Doña Josefa Hellín de Vivar, a quien han contemplado más de 103
años de existencia, maestra de francés, directora del Colegio Público Cervantes
y vecina de la misma calle. Y hubo de ocurrir que tomó esta la decisión, sin que nadie pusiera objeción ni traba alguna a su designio ,y tuvo la ocurrente ocurrencia de
aconsejarles que lo mejor, dada la humilde condición de la familia y siendo el
periodismo carrera de largo recorrido, era que "mandéis a Maurito a
estudiar y aprender un oficio en la escuela de Maestría Industrial de
Valdepeñas", con lo que sin quererlo, ni desearlo, (entonces los
infantes adolescentes teníamos poco que decir y menos aun que opinar), me encontré a
las primeras de cambio matriculado en el primer curso del primer grado de
Formación Profesional en la rama de electricidad, con lo que el fantasma de los
algoritmos, formulas, guarismos y otras bestias del averno relacionadas con el
mundo de la luz y la luminotecnia dejaron de ser etéreos para volverse tan
reales como la vida misma.
Y fue así como, sin comerlo ni beberlo, me encontré en
los albores de una mañana del 75 a bordo del autobús desvencijado de Alfonso
Clemente Lietor camino de la que debía ser, y no sería, puerta del porvenir y
meta de sueños posibles o venideros. Hasta aquí todo sería normal, sosegado y
predecible de no ser porque al llegar al destino, y ubicado ya en la clase
correspondiente, hube de comprobar con espanto contenido que entre las materias
que se impartían en el centro estaba la de gimnasia.
Se preguntaran los amables lectores de estas
divagaciones sin fuste la razón de la anterior aseveración y el motivo de
mi inquina en lo que al ejercicio físico se refería. Por ello deben saber que
hasta aquel preciso instante este escribidor jamás había asistido a clase de
gimnasia alguna debido a que en el colegio del pueblo no había profesor que
impartir impartiese la citada disciplina, por lo que el ejercicio físico que
hacíamos, con el beneplácito de maestros y enseñantes, era jugar al fútbol en
las eras, lugares aquellos donde en el estío se amontonaba el trigo de la
cosecha y donde también, y a la primera de cambio, nos liábamos a pedradas
abriéndonos rajas y brechas en cabezas y cabezones.
El escribidor siempre sintió aversión por los
juegos rudos y su práctica salvaje, lo que no quiere decir que, obligado ante
la posible mofa de los que le rodeaban, no hiciere de tripas corazón a la hora
de jugar al tranco, borriquillo en la pared y otras prácticas primitivas dignas
del África subsahariana, aunque la razón esencial de tan firme proceder era la
convicción, clara y concisa, de que en el asunto del deporte no estaba llamado
a realizar grandes gestas reseñables.
Con estas llegó el temido día en que, con camiseta
de hombrillos y pantalones cortos, ¡que ver adolescente tenía el ejemplar!,
tuvo lugar el primer encuentro con El Morgan, fustigador de la gimnástica clase
y director a ultranza de la misma. Aún ahora me pregunto, sin encontrar jamás la
respuesta, que podría desarrollar en tan deportivo lugar este mortal si ya por
aquellos entonces, enclenque aunque vigoroso, era incapaz siquiera de
flexionarse sin que le crujieran costillas, articulaciones y coyunturas. Baste
decir como premisa que en tiempos más actuales su venerable suegra, con 83 años
a cuestas, es capaz de doblarse, para asombro y consternación del susodicho,
hasta colocar las palmas de sus manos en el suelo, mientras este servidor de
ustedes es incapaz, por torpe e inhábil, de pasar de la frontera que le marcan
sus rodillas. Concluiremos entonces que abdominales, flexiones y otras
prácticas por el estilo eran un sufrir del purgatorio, motivo este por el cual
la manía perpetua a la práctica de la física educación creció en mi interior
como vergel en el mes de mayo.
Dio comienzo la clase con calentamientos,
estiramientos y otras prácticas habituales en el buen hacer y desarrollo de la
gimnasia hasta que llegó el momento en que, con el ceño fruncido y los sentidos
alerta, ordeno el susodicho profesor a dos de los alumnos más fornidos que
procediesen a preparar los aparatos. En un primer momento mi confusión fue
extrema y después el pavor más absoluto se apodero de todos los rincones de mi
ser al comprobar que se refería con tal aseveración a los artilugios más
temidos a lo largo de mi vida y que respondían a nombres de catalogación tan
animal como potro, caballo y otro de difícil clasificación, ignorado y
desconocido, apodado plinto.
Colocados están ya, cada uno en su justo lugar y a
los pies de cada cual reposa una colchoneta verde, para amortiguar las posibles
caídas y porrascazos. Y también tenemos, erecto e impasible, con un pito
colgado al cuello, el mirar marcial e impasible y el bigote renegrido, al
Morgan, pasando lista “pa” que vayamos saltando. Como les podría contar,
apreciados leedores, lo que sintió mi ser convulsionado cuando la fila
disminuía y el temido momento de mis desvelos se acercaba ineludible como
cuando el reo va de camino hacia el cadalso. Así, y sin más dilación, saltó el
que estaba delante y allí me encontré observando cómo extasiado lo que
llamaban el potro. Con el brío de mil caballos oigo mi nombre declamado con
fuerza, contesto un ¡presente!. débil y como enfermizo,
mientras el Morgan me observa y me dice que "¡las antiparras
fuera!". "Si me las quito no veo ni un pijo", contesto, en
el deseo vital de librarme del temido circuito mortal, más no se compadece el
antedicho que repite "¡que te las quites!" como poseído
por Lucifer y sus huestes. Me las quito y ya estamos otra vez como en Londres, niebla espesa,
objetos difuminados, mientras un grito atroz rasga el aire y corta la
respiración ordenando como por decreto "¡potro interior!" y
allá que van mis exiguas carnes volatineras por los aires tropezando con los
pies en el armatoste y cayendo de bruces en la colchoneta. Me levanto dolorido
y casi sin tiempo para la cordura una nueva orden inmisericorde me indica
"¡caballo!" y allá que va otra vez este miope
ejemplar impulsándose en el aire y quedando clavado en la mitad del cacharro
cual jinete persa en Las Termopilas. Empiezan a aflorar las risas, las chanzas
y el cachondeo del respetable cuando, maltrecho y herido en el cuerpo y en el
alma, y cagándome en sus muertos, perdonen la inconveniencia, al nuevo mandato
de "¡plinto!" enfilo hacia el último obstáculo del
tortuoso circuito clavando la testuz cual vacuno astado rematando al burladero
y cayendo al suelo derrotado en el vano intento de dar una simple voltereta.
Aquel día, mientras subía las escaleras del gimnasio rumbo
a la calle me hice la firme promesa de no volver a bajarlas y fue juramento que
cumplí en la medida en que me fue posible quedándome de por vida el
recuelo inalterable de una sentida inapetencia hacia la practica general del
deporte y sus cuestiones.
Y será por ello que a lo más que llego en los
deportivos asuntos es a la destreza avezada del levantamiento de vidrio en
bares, que lugares tan bellos para conversar, y al deportivo
esfuerzo de seguir las exiguas gestas, sufriendo como no podía ser de
otra manera, de mi venerado Atlético de Madrid, celebrando sus victorias
por todo lo alto como pueden comprobar en la "afoto".
Hola Mauro,
ResponderEliminarDe ciencias no lo sé, pero de letras puedes estar seguro. Escribir no es nada fácil, y hacer reir menos y tú lo haces.
Bea
De ciencias asegura que no querida mía, siempre tuve estertores cuando formulas veía. En cuanto a las letras bien sabes tú de nuestras charlas a tres bandas con quien ambos recordamos, acerca de libros, autores y demás. Y como quien tuvo, retuvo y guardó para la vejez, aquí me tienes ahora en el afán de llegar a escribir un libro, porque hijos ya engendré, arbol plante con dolores por mi poca flexibilidad y solo queda, por seguir el refranero, legar extensa homilía de lo ocurrido y pasado. Un placer recibir tu visita virtual, ya que hoy no puede ser de otra manera. Besos, amistad y lo que usted guste amiga mía...
EliminarRazón llevas más que un santo, Mauro. A mí tampoco me gustaba en exceso la gimnasia, sobre todo porque yo tampoco la tuve entre las materias que me enseñaron en el Cervantes (solamente en octavo, si no recuerdo mal). A nosotros Don Antonio nos formaba en el gimnasio y hacíamos... ¡ejercicios militares! A cuadarse, alinearse, etc., etc. Y por cierto, lo de las recomendaciones de los profes a los padres es un tema candente, porque hoy en día muchos progenitores siguen sin escuchar a sus hijos sobre qué quieren hacer y delegan la responsabilidad de los estudios del zagal/a en el maestro, y te lo digo de buena tinta porque me ha pasado en esta aventura docente a trompicones (gracias, esto último, a los recortes). Buen artículo Mauro.
ResponderEliminarCoño Daniel, por edad no suponía yo que hubiesen sido tan marciales en tu adiestramiento. No solo no me gustaba la gimnasia, es que sentía verdadero pánico cuando calzar debía los pantalones cortos. Y a los nombrados aparatos, cual vampiro a la cruz, les tenía verdadera fobia. Llevas razón en el tema de los hijos, es algo que siempre ocurrió y no hay nada mas amargo que hacer lo que no deseas, máxime cuando habrá de acompañarte durante toda tu vida, Algo sabrás tu del empeño por lograr la deseada meta, y bien que me alegra que lo consiguieras. Gracias por asomarte a esta ventana y un abrazo sincero.
EliminarHola Mauro, aunque no me conozcas soy vecina tuya de Las Virtudes, y me has hecho recordar que yo también quise estudiar Periodismo y por falta de medios tuve que hacer FP Administrativo, ya ves que error, siendo yo de letras de toa la vida. Un saludo, soy la mujer de Charriles.
ResponderEliminarClaro que te conozco Lola aunque si te veo por la calle con mi eterno despiste tal vez no te distinga. Alguna vez hemos coincidido por el camino de La Chaparrera cuando ibais acompañados de Zabala, creo recordar. Veo que fuiste otra damnificada de las decisiones de los próceres. Ya es tarde para lamentarnos y solo nos queda matar el gusanillo con lo que buenamente podamos. Saludos a Charriles, a quien alguna vez he leído, creo recordar, en el foro de Santa Cruz y un abrazo desde la manchega tierra.
Eliminarjejeje, lo que me he reido leyendo el relato, que sepas que a pesar de mi "juventud" a mi tambien me dio clases el morgan y si que era un poco cabrit....., y de lo de tu flexibilidad comparada con la abuela yo no digo na, jajajaja, la proxima vez que nos veamos te mando al suelo para comprobar tu elastico cuerpo, jejejej.
ResponderEliminarJoven,(... relativamente), pero calvo como tu tío. No sabía yo que este ejemplar de museo te había dado clase. Debió ser en los estertores de su carrera, porque a la escuela llegó justo el año en que un servidor hizo su aparición estelar por aquellos lugares y de eso ya hace un tiempo considerable. La abuela parece un muelle si has de compararla con la oxidada osamenta de este calvo impenitente. Un abrazo chaval y hasta la vista.
ResponderEliminarsi es que ya mismo llego a la treintena,jejeje, y es que hara como 16 o 17 años que a mi me dió clase el señor Morgan, justo cuando yo empecé la E.S.O. y tambien recordarás a Sancha el Hombre del perpetuo pelo blanco, ese no llegó a darte clase?? y las historias que viviste y que ya hemos repasado alguna vez con don carlillos y su cojin, jejejej. haber cuando nos echamos otro buey entre pecho y espalda, un abrazo.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarResultará que es imperecedero este pájaro cerero aunque supongo, para alivio de las generaciones presentes, que ya lo habrán jubilado. Sancha me dió política, todavía con las leyes del Glorioso Movimiento Nacional, y después durante poco tiempo gimnasia, hasta que llegó el elemento mencionado. Solo ocurre que en el relato cambio visiones y tiempos para no hacerlo interminable. De Carlitos Alarcón mejor no hablar, aunque merece un artículo completo por sus sonadas andanzas. El chuletón cuando lo tengas a bien
Eliminar. Un abrazo.
Yo quería estudiar Filología Hispánica, pero al final me decidí por una titulación que teóricamente tenía mucho más futuro: Biblioteconomía y Documentación, ahí queda eso. No sé si tendrá futuro o no pero, al menos desde los casi 15 años que hace que la acabé lo que no ha tenido nunca es presente. Las matemáticas y la Física y química de segundo de BUP, las aprobé en la convocatoria de Septiembre del ... COU, osea, cuando ya no me quedó más remedio que presentarme. Con eso te digo que la aversión a los números era algo que en principio compartíamos...hasta que harta de no encontrar nada que hacer me matriculé en un curso de contabilidad que me gustó mucho aprender y luego ya, rizando el rizo, en un master de prevención de riesgos laborales. Ahí, rodeada de ingenieros que me llamaban "letrosa" (si, es ingenioso, por eso eran ingenieros) aprendí por fin que el teclado superior de una calculadora científica no es meramente decorativo y luego ya cosas rarísimas, a hacer estadísticas, a medir ruidos y otros contaminantes, a hacer logaritmos ...la de diospadre. Y ¿sabes? se me dio fenomenal y desde entonces maldigo ese amor inoportuno por los siglos de Oro y los putos poetas del 27 que me privaron de hacerme ingeniera y poder hoy tener un trabajo digno... emigrando a Alemania, jajaja.
ResponderEliminarAh, también tuve un Morgan, era este , un auténtico cabrón. ¡Que bien lo cuentas!
Un besico
Biblioteconomía y documentacion suena como a extraterrestre. Queda claro que en los albores juveniles no era vuesa merced mosca que se posara en las ciencias. Pienso yo, y es un decir, que debieras haberte ligado en la tierna juventud a cualquier pez gordo que relacionado estuviere con el mundo editorial de las letras. Y digo esto porque sabiendo, como sabemos a estas alturas, que solo quien tiene padrino se bautiza en esta vida, hubiese logrado usted llegar hasta el premio Nobel, porque al dado de las Julias Navarros y compañía es digna merecedora en el literario mundo de estar casi a la diestra de mi adorado García Marquez. El cabrón era de hasta con cuernos de oro, ademas disfrutaba con el sufrir ajeno. Dos besicos, uno en cada "lao" de su lindo rostro.
ResponderEliminarOlvidaba decirte que hace tiempo que leí la historia del Tarugo, debió de ser la noche que me tragué de golpe el Palabrario completo. Y como todo lo que sale de su pluma, que quiere que le diga amiga mía, me encantó el retrato del cabronazo...
EliminarPobre Julia Navarro...Lo demás tie que ser cosa de usté que me mira con buenos ojos
EliminarUn abrazo grande
Mauro, tu prosa es brillante, en que mala hora fueron tus padres a pedir consejo a la Doña Josefa Hellín de Vivar.
ResponderEliminar¡Cuanto tiempo sin saber de vos mi querida damisela!, ya pensaba este humilde vasallo que me había arrojado al pozo del olvido. Fuera de guasa, gracias por tener mi escritura en tan inmerecida consideración y bien es verdad que aciago fue el día en que los hados del destino aconsejaron que pidieran tan nefasto consejo. Pero a lo hecho, como dice el refrán, pecho. Un besazo Marga del alma mía.
EliminarAmigo Mauro, que cerca -y al mismo tiempo lejos- queda todo lo que nos cuentas, pero así eran las cosas, no teníamos poder de decisión ninguna, los que decidían por nosotros, normalmente no tenían -y tampoco es para reprochárselo- las luces que ahora se tienen, mas bien podríamos decir que sombras, pero no es cuestión de hurgar en el pasado, y mas en nuestros próceres. A mi particularmente también me ofrecieron en la insigne academia de Parra de prepararme para mejores aconteceres, pero la silueta de mi progenitora se alzó como Águila imperial diciendo que no teníamos los suficientes ingresos como para dejar escapar del "gallinero" a un pollo que bien podría rellenar un hueco en los menguados bolsillos de la familia. De poco sirvió que se le insinuase que ya verían la manera de acceder a una beca para que las arcas de la familia no se se viesen disminuidas. No hubo nada que hacer, y tal y como tu estas ahora, (no quiere decir que no sea digno) y antes de pasar por un sin fin de trabajos (?) terminé mis días en la hostelería. No tuve ni siquiera que pasar por esas angostas gimnasias que vosotros pasasteis, pero aquí estoy, dando guerra después de batallar en infinidad de "guerras" temáticas y esperando "aún" que se me conceda el honor de entrar en esa élite de tener colgado en el salón de casa un cuadro enmarcado. Si no es así, tampoco pasará nada, pues mas perdieron en la guerra de Cuba, y volvieron cantando.
ResponderEliminarComo siempre, un abrazo, y sigue con tus comentarios, que a la vez que jocosos, son de gran utilidad, tanto para el recuerdo, como para el aprendizaje.
Pepe
No sabía un servidor que perteneces también al sufrido gremio de la hostelería al que si te he de ser sincero un servidor siempre le tuvo manía visceral. Siempre se me hizo muy cuesta arriba ir eternamente a contracorriente del común de los mortales que estaban de puente estando yo en El Puente. Con el tiempo y las cicatrices que fueron dejando las vivencias lo he ido asimilando pero sigo pensando que los bares son cojonudos en el lado opuesto de la barra. Pero fue lo que nos cayo en suerte y viendo como está el patio, habremos de elevar plegarias eternas porque nos dure. Gracias por seguir ahí Pepe y un abrazo para ti y tu cocinera "santa".
EliminarMauro, creo que no me he expresado lo suficientemente claro, y quiero que para que no haya entuertos, -bastantes tuvo ya nuestro querido Don Quijote- quería decir que no tuve elección posible, y hasta bien entrado en años, estuve en esa digna profesión que tu ejerces por imperativo familiar. Pasado los años, y después de la consabida "mili", -algo ya en desuso- me busqué la vida por otros derroteros, y si Dios quiere y nadie lo remedia (léase gerentes) espero terminar mi andadura como "currante" al uso de Comercial de Ventas, y si nos ponemos finolis, Manager Sales. Esto no quiere decir que aborrezca el tiempo que estuve trabajando en el ilustre gremio de la Hostelería, quizá todo lo contrario, pues lo que bien se aprende, tarde se olvida, y mis pinitos los hice en el pueblo por este orden: El Circulo de Recreo, ¿te suena?, La Campana, Restaurante Santa Cruz, con Pepito "El Pollo" y posteriormente en Ciudad Real y Madrid, donde como vulgarmente decíamos en el pueblo, "masqué la soguilla" y busqué nuevos derroteros. Y ya ves, sigo en este gremio, (tan sufrido como el tuyo) de Comercial, así es la vida Mauro, y nunca mejor dicho, el hombre propone, Dios dispone y la mujer descompone. (no se den por aludidas las féminas, esto va por otros derroteros).
EliminarUn fuerte abrazo amigo.
Pepe
Maurito, a ver si este cacharro me deja hacerte algún comentario que por uno ú otro motivo me niega una y otra vez.
ResponderEliminarCon respecto a este, tu escrito, te diré que yo no tengo mal recuerdo de Morgan, puesto que en gimnasia era una de las pocas asignaturas donde se producía el milagro del sobresaliente.
Yo tampoco era de los números, pero reconozco que la Física que impartía Manzano, que por avatares del destino se convirtió años después en mi jefe, era como mínimo muy interesante.
Y es que yo creo que el profesor depende muy mucho de que una materia te llegue a gustar u odiar y este era de los que sabían dominar el tema impartiendo unas clases amenas y entretenidas.
Tu seguro que habrías sido un excelente periodista, aunque yo te veo mas como.... comentarista taurino.
Fuera de bromas, siempre haces que tus relatos, sean del tema que sean, nos llenen de orgullo a los que nos consideramos tus amigos
En definitiva, que nos tienes enganchaos.
Dos besos retorcíos.
Es que siempre fue usted muy vigoroso y atlético, que le vamos a hacer, y recuerdo como si de ayer se tratara la agilidad con que subía y bajaba escaleras montando luces y escenarios en los años en que fue titiritero. El Morgan "pa" tí y a Manzano si que lo tengo en los altares de mis predilecciones porque fue el único que me hizo entender, minimamente porque mi cabeza no daba "pa" más, los intrincados caminos de la física y sus asuntos y hasta logré aprobar de su mano la materia teniéndola suspensa el año anterior con Cara Minda al que me entraba sopor con tan solo verlo. Gracias hombre por pensar que hubiera sido un buen cronista taurino. Desde luego con el que tengo por cuñado información no me hubiera faltado, porque bien sabes tu que Alfonsito es un erudito en lo que a la fiesta taurina se refiere y es tan versado que hasta llama a las orejas de los astados apendices auriculares. Gracias por tus halagos que siempre sé que son sinceros y muy importante amigo, reciprocos. Un besazo "pa toa" la prole.
EliminarEsta muy bien el blog, no lo conocía hasta ahora, me pasaré más a menudo a leerlo. Aprovecho para felicitarte el 2012, un saludo!!
ResponderEliminarFelicidades reciprocas David y aquí tienes tu casa para cuando gustes. Ya anduve dando un paseo por la tuya a la que volveré para quedarme. Saludos manchegos.
ResponderEliminarMauro, a mí también me ha gustado pero no sé ponerlo en el blog. Me lío mucho.
ResponderEliminarVeamos Amparo. Esto es tan sencillo como pinchar en la pestaña donde pone comentarios debajo del blog. Se te abrirá la ventana donde puedes comentar, no olvides nunca copiar el comentario al terminar por si al enviarlo algo falla y has de comenzar de nuevo, haces el comentario y veras que debajo tienes otra pestaña en la que pone responder como. Pinchas en la flecha y te dará diferentes opciones. Puedes escoger la cuenta que has de tener en Google y que es la que utilizas para poner artículos en tu blog o escoger otro sencillo modo que es pinchar donde pone nombre/URL colocas tu nombre en el casillero correspondiente y si quieres la dirección de tu blog en URL pinchas en publicar y listo. Si te das cuenta pinchando sobre tu nombre en el anterior comentario vas directa a tu blog, porque puse la dirección.
EliminarY fuera ya del rollo, gracias por leerme, me alegro que te haya gustado y vuelve cuando gustes a esta que es tu casa. Un abrazo.
Hola, mi nombre es Nati, tengo un blog de cuentos, al que puedes ir siempre que te apetezca, sin compromiso, quería invitarte personalmente.
ResponderEliminarTambien he disfrutado mucho con tu blog y todo lo que compartes con los demás, gracias, he pasado un rato muy agradable y volveré muy pronto.
Me quedo como seguidora, no me gusta perderme las buenas cosas.
Hasta que vuelva recibe un beso y aprovecho para felicitarte el año que recien hemos estrenado.
Ciao Nati.
Gracias Nati, por acercarte a esta humilde morada. Pasé por tu rincón y me encantó, por lo que ya tienes uno más en tu lista. Presto te añadiré a la factoría y me inscribiré en tu casa. Un saludo y gracias por pararte en este anden. Un abrazo.
EliminarNo puedo dejar de leerte. No hay ningún relato que no me levante una carcajada. Sigue así.
ResponderEliminarSaludos
Me alegra arrancarte sonrisas, máxime cuando aunque no lo creas siempre fui incapaz de contar un chiste con gracia. Debe ser que me va más esto del palabrerio escrito. Seguiremos mientras la mente recuerde y sienta. Un abrazo Olaya y gracias por llamar a mi puerta.
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