No vayan a creer que esto de hacer un diario es cosa que se me
haya ocurrido ahora. En los albores de la más tierna juventud estaba cuando
capaz fui de escribir hasta tres cuadernos de los de espiral con las
desventuras amorosas que me consumían. “Vida y pesares” los titulé. Como si se
supiera mucho de la vida y su pesar cuando se tienen diecisiete años. ¡Como han
pasado los años, que mal me trató la vida!, debiera de pensar entonces. Y eso
que aún me adornaba una poblada melena. Recuerdo que había un amigo, de los de
aquel tiempo y que aún perduran, que escribía otro diario desatado por
idénticos ardores. Debió de ser porque ambos leímos el Diario de Daniel, de
Michel Quoist aconsejados por nuestro querido amigo José Antonio Martín de la
Sierra, cura coadjutor del pueblo con sus ovejas, al que le perdí la pista hace
ya demasiado tiempo. Hace poco, y echando una charla con sus botellines, le
traje al recuerdo aquel sin vivir de la escritura diaria con sus calenturas y
me aseguró que, en una tarde de fiebre destructora, y espero que a mí no me
ataque idéntica calentura, había usado los susodichos para alimentar la
lumbre con la que se calentaba en el cortijo.
Conservo posos inalterables de aquel tiempo. Y
no hablo de algo tangible y material. Hablo de cosas que bullen en mi
interior. De valores que me vinieron de la mano de un manojo de gente
extraordinaria. Mis siempre queridos amigos Emilio Laguna y Manuel Sáez me
enseñaron que la amistad tiene un valor incalculable y que los amigos, cuando
lo son de verdad, siempre están cuando necesitas algo.
Y será porque alguien a quien no vemos
pone la mano para que ocurra que, en el espacio escaso de un mes, he rescatado
de un olvido que jamás fue premeditado a dos amigas de aquel tiempo. Hace unas
semanas fue Mercedes quien llamo a mi puerta y ayer, fue Elena quien lo hizo.
Quien me iba a decir a mí que, después de cuarenta años, y de pasar cada cual,
por sus avatares, volveríamos a reencontramos. Es lo hermoso de la vida.
Dice el Papa Francisco que “No es necesario
creer en Dios para ser una buena persona. En cierta forma, la idea tradicional
de Dios no está actualizada. Uno puede ser espiritual y no ser religioso. No es
necesario ir a la Iglesia y dar dinero. Para muchos, la naturaleza puede ser
una Iglesia. Algunas de las mejores personas de la historia no creían en Dios,
mientras que muchos de los peores actos de la humanidad se hicieron en su
nombre”. Ahí lo dejo y queda dicho.
Lo acaba de poner en su perfil de Facebook mi
buen amigo y poeta Juan José Guardia Polaino que a su vez se lamenta y dice que
le duelen los ojos y los sentidos de ver y oír como muchas personas de su
entorno, amigos incluso, odian, hasta un extremo inimaginable, a nuestros
gobernantes, emitiendo comentarios cobardes y nauseabundos. Se lamenta a su vez
de que sean tan tristes, tan irracionales, tan sectarios, tan escasos de
cultura y tan ignorantes. Que solo se les inflame el pecho cofrade de mensajes
y loas a la Virgen y no sean capaz de ahondar en la tolerancia y la empatía por
un semejante. Y se pregunta si ese Dios al que dicen honrar con sus golpes de
pecho y sus misas de domingo santificadas es el mismo Dios del que él habla. Y
de ser así, afirma, que hace suyas las palabras del Papa que han leído con
anterioridad. Ya somos dos. Yo también las hago amigo.
Sería conveniente que el personal analizara y
razonara en consecuencia, para saber que desde principios de año Las noticias
que llegaban de China no eran alentadoras y venían para que las escuchasen con
sus oídos todos los mandamases de la madre patria. Porque debemos de saber, (…
que parece ser que much@s lo ignoran) que son las comunidades ¡AUTONOMAS! (… que
para eso lo son) las que deben de aprovisionar a sus sistemas de salud de los
medios necesarios para la lucha contra esta pandemia. Y aquí gobierna Page, del
PSOE. Nada le debo y poco me importa. A él le cabe esa responsabilidad. De
otras y otros me olvido y no me quiero acordar. Aunque si cabe tener presente
quien aprobó los recortes presupuestarios en Sanidad y quien, a su vez intentó
privatizar, y en buena parte lo hizo, el sistema sanitario público en Madrid y
en La Comunidad Valenciana. En esta Mancha de nuestros amores también llevaban
idéntica marcha. Tuvimos la suerte, si se quiere ver así, de que pulieran a la
“buena señora” que nos gobernaba antes de que hubiera arado el pedazo bien
“arao”.
Y me río, por no llorar, cuando leo que la demanda
de armas de fuego crece en Estados Unidos como los hongos en la Casilla La
Torre cuando cae un buen chaparrón. Progresa, al parecer, al mismo ritmo que la
pandemia. La gente, pensando que, aunque siendo invisible, a tiros mataran al
bicho, hace colas interminables a la puerta de armerías que han llegado a
vender, (… una sola, menudo agobio) ochenta mil balas en un solo día. También
se adquieren otras delicatesen como rifles semiautomáticos, (… estos libros
compran pocos), con los que ir enriqueciendo el arsenal domestico por aquello
de estar prevenidos por lo que pueda pasar. Entre tantos como son hay muchos,
que como el que los gobierna, son muy corticos de luces. Al parecer ya escasea
el abastecimiento, (… de balas, no de mascarillas) y los vendedores de tan
selectos productos están poniéndose las botas con tanta venta millonaria. Como
les falte comida, con semejante armería, se matan a tiros y hasta se devoran
como en LA NOCHE DE LOS MUERTOS VIVIENTES. ¡Y estos son los descendientes de
los que antaño salvaron Europa! Menuda tropa.
Aún a riesgo de que me manden tomar por……, ya
saben, habré de recordarles que hoy empezaban las ansiadas vacaciones de Semana
Santa. Un servidor, por el contrario, debería estar con toda seguridad
trabajando. ¿Se dan cuenta de la “diferiencia” como decía la vieja? Una primera
oleada de gentes de mejor vivir y de trabajo más considerado, (… la
segunda enfilaría la línea de salida a partir del miércoles a la hora de los
chatos) andaría ya bajando por la Autovía de Andalucía rumbo a los destinos de
playa o al disfrute con su contemplación de los desfiles procesionales
que se suelen dar con devoción en las ciudades del sur de España. Pero no va a
ser así. Ellos no saldrán y yo me quedaré, ni se sabe hasta cuándo, sin
trabajar. Es el vivir con sus designios que nadie puede cambiar.
En casa. Hay que quedarse en casa. Aunque
digan los psicólogos que la gente no puede estar sin verse con tan insoportable
reclusión. Eso sí, al mediodía el personal se junta por videoconferencia a
tomar el vermut y es de suponer que alguno o alguna comparta hasta el momento
en que, por ser necesario, tenga la necesidad de cagar. Vivíamos en un mundo en
el que estábamos juntos y no éramos capaces de hablar. Enviábamos una imagen
con el contenido de un menú a quien estaba echando un cigarro, a pocos metros,
en la puerta del bar y dejábamos que nuestros hijos jugaran como autómatas con
sus teléfonos, último modelo que estaban sin pagar, en el afán de que no nos
molestasen mientras absorbidos estábamos nosotros mismos en la misma tarea
demencial. Y a pesar de los pesares, no abogo por que esto vaya a cambiar. Pero
eso lo voy a contar mañana. Si me acuerdo y tengo ganas.
Gracias de corazón a los que leen estas
pulmonías porque veo que la familia sigue creciendo. Y he de reconocer que me
resulta grato. Queden con Dios y mañana, como siempre, que lo que nos caiga sea
más, y mejor.
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