Como mandamientos:

Es bueno ir a la lucha con determinación, abrazar la vida y vivirla con pasión. Perder con clase y vencer con osadía, porque el mundo pertenece a quien se atreve y la vida es mucho para ser insignificante.
Charles Chaplin

A veces uno sabe de que lado estar simplemente viendo los que están del otro lado.
Leonard Cohen

viernes, 13 de noviembre de 2015

Quiero.







Hoy le puse voz a un poema, breve y maravilloso, del escritor argentino JORGE BUCAY. Si ustedes gustan, y lo consideran oportuno, lean cualquier texto de este pensador inigualable porque les aseguro, sin temor a equivocarme, que no les dejará indiferentes y les habrá de engrandecer como personas, hacer suyos sus pensamientos y cavilaciones. Siempre habla, para lo bueno y con lo malo, del discurrir de la vida y sus asuntos. Materia esta, en tiempos de tanta bajeza moral, nada despreciable.






                                             











sábado, 3 de octubre de 2015

Hoy soy feliz y apelo a la justicia.



   Conozco a mi buen amigo Juan José Guardia Polaino desde los lejanos días en que ambos fuimos titiriteros. El, avanzada con creces la cincuentena, lo sigue siendo. Les estoy hablando de hace, cuanta lluvia caída y versos derramados, como treinta años. Igual que, un recuerdo con posos que lo convierten en añejo, me vienen a la mente las noches lejanas pasadas en la Cueva del Trascacho degustando vino con versos. Y fue así, como a lo largo de los años y más de vez en cuando de lo que quisiera, puesto que vivimos en lugares cercanos pero distintos, descubrí a una persona maravillosa con una personalidad cautivadora. Y ante todo, eso vaya por delante, a un hombre bueno. A un ser humano a quien le enervan y sublevan las injusticias que pudren y salpican este mundo de porqueriza. Y es por ello que hoy les traigo esta inconmensurable declaración de principios a la que tuve la osadía de ponerle voz. Un gusto, amigo mío. Siempre tuyo. 

 





                                                             



jueves, 30 de julio de 2015

Bares, que lugares.

     


   Cierto y verdad es que no ando sobrado de ocurrencias últimamente. Será que las musas huyen de mi o que tanto exceso de calor me derrite hasta el entendimiento. Por ello, y siendo sincero, tenía pensado, es lo que tiene el acomodarse en demasía, que llegado este año el momento de enviar escrito a mi amigo el impresor Valverde para el libro de las Ferias y Fiestas habría de echar mano de alguno de los múltiples relatos que duermen en los cajones de La Factoría Navarro.

     Y miren por dónde fue el alcalde de esta villa, con lo que está de más prevenir lo que haya de pasar, y buen amigo, Mariano Chicharro, quien hubo de instarme hace muy escasas fechas a que preparase con premura la misiva advirtiéndome, eso sí, que esta versase sobre las cosas y aconteceres de la villa y sus indígenas, en uno de esos relatos en blanco y negro que tanto gustan al personal. Materia esta, hubo de señalarme, impulsándome a que arrancara como un cohete, en la que aseveró que era buen hacedor, con lo cual y pensando que pudiera ser que leyera los relatos de mi posada de escritos sintiéndose así engañado, no quedó otra escapatoria que engendrar una nueva criatura con la que llegó este parto.

     Y como fue en el Bar de Las Virtudes donde aconteció este hecho pensé que sería acertado componer un manojo de recuerdos a los bares que se fueron y que, salvo honrosas excepciones, ya no están. Aquellos donde vivimos momentos inolvidables. ¡¡¡Va por ellos!!!. Por los bares y sus gentes.

   

    Muchas de las canciones creadas por la pluma de Joaquín Sabina fueron escritas en servilletas de papel, es algo que asevera el mismo, y nacieron al cobijo de algún bar en una noche de parranda. Y será a aquellos bares de nuestro terruño, sitios de encuentro, de palabra fácil, confesiones sentidas y mil veces trascendentales, a quien hoy dedicaré estas líneas añejas.

      Y fue en uno de ellos, sin que recordemos cual, donde Manuel Piña Navarro, empresario que fabricó el primer hielo que hubo de refrescar el gaznate de los santacruceños y padre también de la conocida gaseosa La Pitusa, le contó al Bajillo, en los años en que fue alcalde, cómo Aurelio Urquijo, regidor socialista de la villa en los tiempos de la guerra, tenía por costumbre saludar a los parroquianos en su llegada a los bares con un “salud y con Dios, que de “tos” estaréis”.

     El bar LA GAVILLA lo dirigía Bautista Linares Larrea, cuñado de Román el Ciego. Estaba situado en la Calle Independencia y su tapa estrella era el tiznao, manjar muy apreciado en esta tierra, que degustaban los clientes asiduos mientras se afilaban las uñas jugando a las cartas. El CORTIJILLO, del que aun pueden hallar vestigios los lectores observando su puerta desvencijada, estaba situado en el Teatro Cine Santa Cruz y fue durante años regentado por Joaquín Puertas “Picasso” e Ignacio López Hernández. Lo más curioso del establecimiento, dadas sus reducidas dimensiones, es que tenía los urinarios a la vuelta de la esquina, al sereno y en la acera de la calle del Sulfuro que, por razones obvias, no necesitaba de vergeles para lucir “perfumada y bien oliente”

     El BAR de ZOILO se encontraba en la plaza. En el mismo lugar que después ocupó el de Dionisio Ortega y en tiempos más cercanos e inmediatos, aunque también me he mojado en demasía la calva desde entonces, hubo de ser la Dorotea con sus hijos quien abriese el BAR de LOS HERMANOS famoso por sus huevos encapotados. En la Calle Santiago, además de la taberna del CHIQUILIN, hubo otra dirigida por Aurelio a quien llamaban El Tigre y su hijo Jesús, apodado el Mono, por lo que es fácil deducir, sin que falta haga que se estrujen los lectores el intelecto, la razón del porque a la tasca, alabada por sus exquisitos callos, le pusieron por nombre LA SELVA.

    LOS PACHANGOS tenían una caseta veraniega situada a la entrada del Parque Municipal. La sociedad era la formada por los hermanos Castellanos, Virgilio y Antoñejo, junto a Paco Carrasco y Tiori, más conocido por el zopo Pachango, y su menú estrella estaba compuesto por vino en garrafas de arroba y gambas a discreción. Y habrían de ser sutiles herramientas los susodichos en el arte de darle al codo, del que pocos en el fondo nos sentimos ajenos, cuando se decía por los mentideros que el bar era autosuficiente puesto que, aun cerrado, reportaba beneficios.

     LA CEPA, cantina de paredes enjalbegadas, donde por primera vez se pudo leer el MUNDO OBRERO, ubicada en la Plaza de Andrés Cacho, frente a la Biblioteca, entonces sede de la Organización Juvenil Española, estaba regentada por MANOLICO y su tapa de postín eran las patatas “cocias” que revueltas eran con el vino a mansalva que habrían de desaguar los clientes del local, entre ellos Pepe Leches que se autoproclamaba como rojo de derechas, porque wáteres no había, en un bidón de gasoil cortado por la mitad. Cuentan también los más viejos del lugar, de mentes sin duda privilegiadas, que Manuel Gómez, al que apodaban Ojete, vecino del bar y propietario de la única televisión existente por aquellos contornos, cobraba, a bote pronto y sin mesura, el comercio es el comercio debía de pensar, cincuenta céntimos por el visionado de cada corrida televisada.

Muchos años después Francisco Poveda, apodado Pelele, buena persona y furibundo carnavalero durante la década de los 80, de vuelta de su viaje migratorio por las tierras catalanas, hubo de abrir en el mismo lugar el bar LA COSTA, siendo pionero en servir como exquisitas tapas las setas de pie azul y los chorizos en aceite y fue Jesús, el mono que había en LA SELVA, quien hubo de sucederle en la dirección del Bar hasta su postrera jubilación.

     Mala leche, repartida sin tasa y sin mesura, mostraba Mauricio en su BAR EL CONDUCTOR. Estaba situado, arriba o abajo, en los locales que hoy ocupa la Caja de Madrid. Era hombre, como diría Cela, de mirar huidizo y conversación escueta, pero ofrecía, eso nadie lo pondrá en duda, unas tapas de hasta chuparse los dedos. Lo complicado era pedirle un cubalibre, cosa extraña en aquel tiempo, porque se le elevaban hasta índices insospechados las dosis de mala uva y si pasabas a jugar una partida  a los chinos, juego esplendoroso que ha caído en el olvido, se ponía de tan mala jindama, que manifestaba hasta convulsiones, mientras señalaba con el dedo tieso el cartel que entre mugres anunciaba aquello de: “en este local tan pequeñito no se puede jugar a los chinitos”. Todo porque dada la escasa capacidad del chamizo, en el que no cabía ni una sola silla, el negocio exigía beber con prisa o salir zumbando.

    Hablar del Bar de LOS BOTAS, que estaba donde en la actualidad se encuentra la tienda de los paisanos de Mao-Tse-Tung, es recordar con velos de nostalgia a José que junto a su hermano Justo, y por decir algo, dirigía el local. “Hermoso ejemplar”, solía susurrar mientras plantaba una tapa de exquisito boquerón o añorado coreano delante de las narices del cliente que absorto contemplaba el bullir de los posos dentro del vaso de vino, a lo que José, observador y conciso, replicaba: “bebe sin asco que son los elementos”, para terminar indicando al individuo que con premura se disponía a hincarle el diente a la tapa aquello del: “no le soples como no sea “pa” quitarle el polvo”. Al cierre de esta universal taberna hubo de ser su sobrino y descendiente quien abriese el MESON JOSE LUIS en la calle de Carneros siguiendo con la tradición de la estirpe de los Botas. De igual raigambre, y con la misma solera, tenía y tiene su bar CACHERAS en el Paseo Castelar donde desde siempre se han podido degustar los mejores caracoles del suelo patrio.

    En LA PARRALA, tasca aposentada en la Calle del General Espartero había tres tinajas con sus leyendas grabadas. En una decía: “si bebes de mis entrañas serás un héroe de España”, la segunda advertía que: “si bebes para olvidar paga antes de empezar” y la última, categórica sentenciaba que: “donde el vino entra, la verdad sale”.

     Jamás, y es sentencia que dejo clara, volverán a degustar los paladares de este manchego lugar rebozados tan exquisitos como los de BAR DE LUIS sito en la Calle Cervantes. Crujientes y deliciosos, elaborados por su esposa Laura, pescados, gambas y coliflores pasaban a ser, entre sus manos maestras, manjares dignos de exigentes dioses. El BAR DEL MEMBRILLO, famoso por sus patatas cocidas y las sardinas con sus pimientos estaba, regido por Gregorio junto a su esposa, al principio de la calle que aun ostenta el mismo nombre. Y en la calle San Sebastián hubo de abrir Jesús Castro el BAR LAS VEGAS  que después pasaría a ser el que todos conocemos por RAMON, popular por sus refrescantes rebujitos.

     Y en LA CAMPANA, como no hablar del bar del pueblo, en los tiempos en que estuvo dirigida por Jesús y su cuñado Máximo fue donde entró, algún día de un año que se me pierde en la memoria, un despistado transeúnte que absorto no contempló el escalón perenne que había como a dos metros de la barra, tropezando y cayendo, mientras el bueno de Paco Mula gritaba: “Penaltyyyyyy”, desde un extremo.

 

    Me dejo, y soy consciente de ello, muchas otras ermitas en el tintero, pero las exigencias de espacio que impone el impresor, mi buen amigo Valverde, han sido ya sobrepasadas obligándome a poner punto y final a este relato. Agradeciendo con el corazón a mi amigo del alma Bajillo que me haya refrescado la memoria para contar esta historia y deseando que disfruten de unas merecidas fiestas al arrebujo siempre grato de los bares actuales les pido que nunca olviden, por ser sentencia certera, que es en ellos donde se gestan momentos inolvidables de nuestras vidas. “Bares que lugares, tan gratos para conversar, no hay como el calor del amor en un bar”. Benditos Gabinete Caligari. Hasta la próxima, que pudiera ser que fuera de tiendas y tenderos, si Dios lo quiere y el cuerpo me aguanta, soy con ustedes.

 



     



  

lunes, 18 de mayo de 2015

Las recetas de Maurito Verbenas. Paella del señorito.

  

     Desde hace un tiempo les vengo cansando la cabeza con el anuncio de mi inminente regreso hasta el arte de la escritura que, como bien saben y desde que ingrese en la empresa más boyante del suelo patrio, que ahora por suerte he abandonado, tenía sumida en el abandono y a punto de echar al pestilente carro de la basura. Mas como ya dice el refranero, que tan cierto y veraz resulta en multitud de ocasiones, no hay bien ni mal que cien años dure, ni cuerpo, hemos referido siempre por estos sagrados lugares, que lo resista.

     Y aquí me tienen de nuevo, más viejo, pellejo y con algunas costras de adorno como los galápagos, dispuesto a traerles una nueva receta culinaria, que aderezada irá con otros ingredientes, del variado recetario del Maurito Verbenas que tanto éxito tuvo en sus inicios. Figúrense que hasta el eminente actor Juan Echanove tuvo la deferencia de leerlo e incluirlo en UN BLOG PARA COMERSELO, lugar que encarecidamente les invito a visitar y degustar puesto que habrán de quedar gratamente sorprendidos.

     Bien saben los que habitan estos eriales manchegos, y quienes hubieron de partir en busca de sustento y fortuna a otros lugares, que en este pueblo castellano el día grande, o de la patrona, se celebra el ocho de septiembre aunque también celebremos otro en el mismo lugar, con parecido boato y con menos asistentes, el 25 de abril o día de San Marcos, con sus bares, sus tapas, la caseta de los churros y su corrida de toros. Así que por ello, y porque evidentemente no había cosa mejor que hacer, decidimos el día anterior a la festividad poner rumbo a Las Virtudes  para ir preparando con tiempo la intendencia a la espera de que familiares y amigos hiciesen su aparición para pasar en franca y agradable compañía tan grata jornada festiva en la que no habrían de faltar, porque siempre sobran, pistos con diversas carnes, tortillas de patata al gusto y productos derivados del cochino que tan sabrosos resultan al calor amistoso de la lumbre.

     Y en tan trabajosas celebraciones nos tenían que a la caída del día, del que no hemos referido que era sábado, decidieron, en estos asuntos el varón rampante suele andar escaso de voz y voto, la santa con la infanta de los lloros, que estaba como si le hubiese pasado por encima un camión de 50000 Kilos después de tanto jolgorio y un servidor de ustedes con sus achaques, años , vino y cervezas encima que no era mala idea la de quedarnos a pernoctar en Las Virtudes puesto que aposentos con sus camas no nos habrían de faltar y leños, de momento y para alimentar la lumbre, hay remesa como para poder asar entera una piara de benditos cerdos.

     Pasada la noche, que siempre pasa pronto, aunque no sea mi caso si no es acompañado de una tortilla de somníferos, cuando se duerme a pierna suelta y con menos preocupaciones que un pachá de Turquía, alumbróse un nuevo día que hubo de ser, para mi gusto y deleite, de esos que doy en llamar celtas porque salpicados están de nubarrones y eso en Las Virtudes y visto desde las ventanas de mi humilde morada, contemplando monte y encinas, es como tocar el mismo cielo con las manos y les aseguro, con absoluta certeza, que hay que tener menos sensibilidad que un elefante, aunque ignoro el grado en que la tienen, para no sentir hasta el alma sobrecogida ante tan excelsa belleza.
                                                              
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                    
 

     



   Por ello, y entramos en faena, y porque es herramienta afín a casi todos mis gustos, ahora hasta le dio por la lectura y devora libros de igual manera que se bebe los botellines, me dispuse a llamar con premura a mi amigo del alma y hermano de leche y farra, Juan Socorro Sánchez Marín, a quien todos por estos contornos conocemos cariñosamente como El Pavo, sin saber, al menos quien esto escribe, a que se debe semejante apelativo en un bicho de dos patas que difícilmente alzará vuelo con sus 120 Kilos, para que tuviese conocimiento de que invitado estaba junto a mi querida Virtudes, su amantísima esposa, a la degustación de una paella del señorito, plato culinario de nuestro selecto gusto y que en nada, eso puedo asegurarlo, tiene que envidiar  a los arroces que se cuecen por las costas del Levante. Antes de continuar decir, porque ustedes se lo preguntaran, que la llamo del señorito porque todos los ingredientes, salvo almejas y gambones, van pelados y sin raspas con lo que su degustación es cosa como de coser y cantar.

     En principio, este detalle es importante y de obligado cumplimiento si quieren aprender bien la receta, y tienen como jefe de intendencia al ave antes mencionada, han de alojar, sin contemplación ni miramiento, botellines y vino blanco, el tinto se bebe del tiempo, en el congelador del frigorífico para acometer con premura y sin descanso la primera etapa de la tarea encomendada.

     Comenzaremos por poner, esto es algo que de simple resulta evidente, la paella en el paellero que tendremos encendido y cubriremos, este paso es de vital importancia, de aceite de la tierra, muy verdoso y cojonudo, todo el fondo, que por aquí llamamos culo. Previamente habremos de haber comprado como un kilo de gambones, ahora les cuento el porqué aunque parezca excesivo, a Enrique “El Pescadero”, que freiremos cuando el aceite esté en su punto, vuelta y vuelta, para después reservarlos y apartarlos,  dejando que suelten sustancia y será entonces cuando, sin previo aviso y con suma habilidad, el mencionado humano volátil y un servidor abrirán las primeras cervezas que después vendrán como en fila india y nos comeremos, por ello fueron comprados con colmo, los primeros gambones calentitos de la mañana, tapa sabrosa y sin igual, mientras contemplamos como las primeras gotas de lluvia empiezan a caer sobre campos y barrancos. Con anterioridad, esto es obvio y de ello se encarga algunas veces mi cuñada Mercedes, hábil peinadora de las femeninas cabezas del pueblo, tendremos cortados, sin recato ni mesura, cebollas, ajos y pimientos que sofreiremos hasta que pasado un rato y viéndolo bien pochado, añadiremos troceados el atún, los chipirones, el calamar y hasta pez espada y cuantos bichos de mar, incluidos huesos de rape, estimemos convenientes y que habremos igualmente de pochar, sin prisa pero sin pausa, añadiendo después tomate triturado al gusto y dejándolo hacer hasta el punto de que es el momento y la ocasión, a estas alturas los sudores empiezan por doquier a aflorar, de tomar otra cerveza y zamparse otro gambón.

    
   Y así, cuando todos los compuestos expuestos vayan cogiendo el color que cogen las cosas sabrosas de la vida, echaremos mano del arroz que estimemos necesario,(este servidor de vuesas mercedes siempre cocina de media un kilo por dos razones que le resultan esenciales y que vienen a ser, por orden y sin tapujos, primero, que la santa se zampa lo suyo y lo de otro y segundo, que si sobrar sobra, este mortal relatador de tan apetitosas vivencias capaz es de estar comiendo, como los chinos, arroz durante una semana), y lo mediremos en el recipiente que estimemos adecuado para después medir también el doble con uno más del caldo que con anterioridad habremos preparado con unos huesos de rape, algún pescado que consideremos oportuno y las cascaras de las gambas que reservadas tendremos para cuando llegue la ocasión con su momento.


     



   Y es ahora cuando, si no tengo la prudencia de colocarme el mandil, aquello que me tape el “musculoso” torso, se habrá de ver como se veían, y a buen seguro se siguen viendo, las camisas de mi buen amigo Paco Bravo cuando comíamos pistos y tiznaos en los bares y en las fiestas de los santos viejos, porque llegado es el instante de arrojar sobre las fauces de la paellera el arroz, ingrediente esencial en este plato, y dispuesto hay que estar para darle vueltas con fuerza y sin pausa evitando que se queme para  llegado el justo y esplendoroso momento en que lo oteemos sonrosado y sonriente arrojarle sobre la crisma el caldo que habíamos reservado, si no tenemos el suficiente y falta hiciera le añadiremos algo de agua, distribuyendo con pausa y buen tino liquido y elementos de mar por igual en la paellera que aderezaremos con unas hojas de laurel, el necesario colorante y unos polvos de pimienta negra molida a la espera de que rompa el condumio a hervir. Y llegados a este punto, y nunca después, debido al exceso del trajín, nos habremos de beber otro par de botellines, por cabeza, a los que previamente el ave pava volandera habrá de acompañar con unas cuñas de queso excelso, tan exquisito en esta manchega tierra.

     Y vuelve a llover, ahora con fuerza inusitada, mientras los leños arden en el fuego como poseídos por una fuerza divina y Mercedes, mi cuñada peluquera pide el mortero, que nunca sebe donde se encuentra, para machacar en sus adentros ajos y perejiles que arroja sobre el caldo que hirviendo está como caldera de Pedro Botero. Y a sus entrañas van también un buen puñado de almejas y las gambas peladas que teníamos guardadas para la ocasión y dándole gas al asunto, para que hierva con alegría, me quito el mandil, puesto que pasó el peligro, y el gorro que me puse para que no cayesen pelos en la comida debido a mi “poblada melena” mientras me dispongo a realizar la apertura de una botella de Viña Lastra, exquisito vino blanco de nuestro amigo y paisano Fernando Castro que habremos de degustar con otro puñado de los mencionados gambones. Decir también que las hembras entretanto beben vermut, exquisito donde los haya del Agapito valdepeñero o malo hasta reventar de la última oferta de cualquier supermercado.

     El caldo de la paella casi se ha esfumado cuando me dispongo a vestirla de gala con tiras de pimiento morrón y los gambones que  sobraron, siempre los justos y ni uno más, mientras apago el paellero y coloco sobre la paella un paño blanco e impoluto, de los que hacía hasta con dobladillo mi siempre añorada madre, pugnando porque no me vea la santa, que siempre se cabrea porque se mancha de aceite. Y por fin, siempre suelen ser pasadas las 16 horas y a veces, esto ya es guasa, o no, adivinen la adivinanza, a la llegada del telediario de la tarde, dispuestos estamos a disfrutar de tan preciado manjar y prestos empezamos el engullimiento, los unos con prisa, la santa también y alguna despacio, mientras El Pavo, ¡ que sutil herramienta parió su madre!, dice y comenta con el bocado en la boca que para merendar ha traído unos conejos que haremos al ajillo, receta de la que si no me muero, me apetece y tengo tiempo habré de darles cumplido detalle en otra ocasión venidera. Entretanto, llueve sobre los tejados, sobre los barbechos y sobre los aleros de nuestra milenaria plaza de toros, mientras la vida, esa puñetera que a veces se torna difícil, nos agasaja con una tregua. Y arropado por esta gente a quien de verdad quiero, siento, aunque es algo que siempre tengo presente, que su disfrute, el de la vida con sus asuntos, no va necesariamente unido a la posesión de inmensos bienes materiales sino más bien, y esto lo tengo claro, al delicioso hecho de disfrutar de estas pequeñas cosas que nos hacen masticar el aire.

 

    




















viernes, 10 de abril de 2015

Refugiado








     

      Ustedes saben, amigos y amigas míos, que escribir es algo que me place y con lo que, además, disfruto plenamente. Por ello ahora, que el árbol está casi seco y a la espera de que nueva savia recorra sus maltrechas venas, me arropo al cobijo de textos que han sido escritos desde el fondo de su esencia, unas veces por amigos conocidos y otras, las más, por personas con quien solo me une el noble lazo del pensamiento común. Por ello, cuando cayó en mis manos esta elegía sublime escrita por Nemesio de Lara, buena persona a quien tengo sincero aprecio, capaz de conmover el corazón más insensible no dudé en ponerle voz y hacerla mía. Aquí la tienen. Si así lo desean, disfrútenla y luego me cuentan.

    

                                              







lunes, 9 de marzo de 2015

Yo no podría vivir sin ti



El día en que publiqué un relato de homenaje a mi querida madre hubo quien me pidió, y no le faltaba conciencia y razón, que, por dignidad, hiciese lo mismo con mi apreciada hermana del alma. Y fue este asunto que fui demorando a la espera de que llegara el momento de un fatal desenlace previsto y no deseado durante años porque solo entonces podría relatar, de forma cumplida y precisa, lo que era una total dedicación, en cuerpo y alma les puedo asegurar, de días, meses y años hacia la persona que le dio la vida. Y llegado ese momento, que no deseaba y que a su vez pedía a Dios que fuese liviano sin que al final, al menos en ese sentido, mis plegarias obtuviesen respuesta, me encontré vacío, desolado y sin fuerzas. Y fue entonces, ahí si me debieron echar una mano desde las alturas, cuando ella, mi querida infanta de los lloros, apareció con esta sentida joya que ahora les ofrezco y que nunca jamás este humilde servidor de ustedes hubiese podido ni llegar a imaginar. Después pensé que foto era merecedora de acompañar tan sentido homenaje y no dudé al escoger una que había tomado algún tiempo antes de que mi madre partiese hacia el país de nunca jamás y que había sido tomada una mañana, a bote pronto y sin pensarlo. Y la escogí, a pesar de que much@s que la conocieron la encontraran irreconocible, porque les puedo asegurar que me inspiraba, y me inspira, tanta ternura que no puedo evitar que velos de agua cubran mis ojos cada vez que la contemplo.


      Con motivo del 14 de Febrero, más conocido como el día de San Valentín, nuestra profesora María nos propuso realizar un nuevo trabajo, en el que cada uno de nosotros teníamos que escoger una canción de amor que nos transmitiese algo importante.

   Yo escogí la canción titulada Yo no podría vivir sin ti compuesta por el cantautor Joan Baptista Humet en 1982.

  La mayoría de las personas entienden que el 14 de Febrero es el día de los enamorados, pero ¿Sabéis una cosa? Se puede estar enamorado de muchas personas, incluso se puede estar enamorado de algún lugar o enamorado de algo como la música. Por ello yo os voy a hablar de un tipo de amor que no es el típico amor de pareja, sino el amor de una madre a un hijo, de una persona hacía otra que lo da todo por ella y por su bienestar. Os voy a hablo del amor de mi abuela hacía mi tía.

   Bueno, esta es una canción que llevo escuchando desde pequeña porque mi padre me la ponía. De pequeña no me paraba a pensar en la letra, no me paraba a pensar ¿qué estará diciendo? Sin embargo, hace unos días decidí crear una lista en Spotify a la que titulé “Recuerdos de papá” en la que he ido introduciendo distintas canciones que a lo largo de mi vida me han marcado y que mi padre me enseñó. Entonces, añadiendo canciones a la lista de mi padre, me acordé de esta y volví a escucharla. Cuando terminé, me di cuenta de que lo que siempre había canturreado de pequeña sin conocer su significado era una historia de amor preciosa en la que una persona que no puede valerse por sí misma agradece de todo corazón a quien está cuidándola lo que hace por ella porque, aunque no puede comunicarse con una mirada, es capaz de decirle todo. Voy a hablar de esta canción y de todo esto porque yo he vivido un caso parecido desde muy cerca porque he tenido una abuela sentada en un sillón durante años. Una abuela que cayó en una depresión que hizo que su vida fuese menguando poco a poco; hubo un momento en el que sus piernas dejaron de responderle, hubo un momento en el que empezó a olvidar cosas, un momento en el que ya no podía comer sola, pero ¿sabéis que?, en ninguno de esos momentos mi tía le faltó. Mi tía la cuidaba día y noche, le preparaba su plato de comida, se lo daba, la vestía, la lavaba. Hacía todo aquello que mi abuela ya no podía permitirse hacer.

   Cuando yo iba a casa de mi abuela observaba como mi tía con todo el amor del mundo se encargaba de ella. A decir verdad, creo que nunca he visto a nadie tratar a otra persona con tanto cariño como ella lo hacía. Y entonces veía como mi abuela la miraba con unos ojos llenos de amor que lo decían todo porque, aunque no podía expresarse bien, sus ojos hablaban por si solos porque como bien dicen: los ojos son el reflejo del alma.

 

   Por ello quiero que escuchéis esta canción, porque es la canción que, si mi abuela hubiese podido, le hubiese dedicado a mi tía:

  
      




    Casi todo lo que dice está canción me recuerda a mi abuela, porque ella no habría podido vivir sin mi tía. Por eso, esté donde esté, esta siempre será su canción.

    Y a raíz de todo esto recordé una carta que un día mi padre encontró en internet  y que le gustó tanto que decidió recitarla añadiéndole la banda sonora de la Lista de Schindler, una película que ha visto tantas y tantas veces y que tiene pendiente volver a ver conmigo. Esa carta narra las palabras de un padre a su hijo, en las que le pide paciencia, cariño y comprensión conforme a su avanzada edad, le pide que le cuide tal y como hizo él cuando era pequeño. Es una carta que me pareció que toda persona tendría que escuchar, al menos, una vez en su vida. Por eso, hoy, la he traído hasta vosotros. Es cierto que es una carta triste, pero está llena de verdades y amor.





                                           

 

   Con esto, solo quiero que recapacitemos. Para que en un futuro, seamos capaces de cuidar de nuestros mayores como ellos día a día han hecho con nosotros. Porque les debemos todo, les debemos lo que somos hoy y lo que seremos mañana. Porque ellos nos dieron la oportunidad de vivir. Y nosotros, tenemos la oportunidad de aprovecharlo.






jueves, 12 de febrero de 2015

Carnaval, carnaval. Carnaval, te quiero.




LOS POLICHINELAS
          



     Aquí les traigo, con otro título, porque algo había de cambiar, el artículo que publiqué hace unos años sobre mis andanzas carnavaleras reconociendo de antemano que siempre que llega carnaval me viene a la memoria aquel tiempo en que, con menos años y preocupaciones, me solía salir el sol por Antequera en el añejo Salón de Piña al compas de cubalibres y de orquestas. Y qué decir de las horas y días que pasaba calentándome la sesera  componiendo las letras de la murga que habríamos de cantar y tocar,  asunto que en los tiempos que corren se da por perdido, en el escenario del vetusto Cine del Patito con el amigo Pepe Testón a la guitarra y su esposa Beatriz, entonces medioamiga, acompañándonos en el canto puesto que l@s demás integrantes del orfeón en cuestiones de tono y ritmo eran causa perdida o coro de grillos cantando sin orden ni compás a la luz clara de la luna.

     Sin más degusten, con bebida fresca y pipas en abundancia dada la extensión de la homilía, si les place el relato de nuestras andanzas carnavaleras que aunque parezcan lejanas les aseguro que aun pueden tocarse con la punta de los dedos. Y eso, olvídense por unos días de la austeridad y pásenlos en feliz asueto y divertimento aunque le pese a Montoro,,, Ah, olvidaba decirles que si quieren ver las fotos ampliadas solo tienen que pulsar con el ratón en ellas.





 Pretender pretendo ahora, cada día me enredo más, el entrar a relatar los hechos y vicisitudes que hubieron de darse durante los alegres y dicharacheros días en que fui carnavalero y se preguntaran ustedes, amables lectores, como es que también fue el escribidor hombre dado a tanto bullicio y charanga habiendo quedado dicho, como quedó con anterioridad manifiesta, que nunca fue especialmente habilidoso en los artes del baile y el zapateo, más justo es reconocer que, cual perejil que todas las salsas adorna, también se metió en este fregao siendo durante más de una década integrante activo, y de qué manera, de aquella murga que alegró corazones y entusiasmó a las placidas gentes de nuestra villa santacruceña y que, bajo el nombre notorio de LOS POLICHINELAS, fue reconocida con numerosos premios y galardones.
     Aun así, cabe siempre hacer justicia cuando la palabra dicha queda escrita. Por ello, y obrando con rectitud, habrá de reconocer este relatador de hechos acontecidos en nuestra villa del alma que fueron los varones integrantes de la murga de El Jaulón los verdaderos artífices del resurgir carnavalero de la urbe acompañados en aquellas primigenias celebraciones por otros pájaros de cuidado que obedecían al expresivo nombre de El Calostro. Los jauloneros muchachos hicieron el estreno de sus apariciones en el carnaval de 1983 vestidos de negro, inmersos en el supuesto traje de boda con el que se casaron sus padres compuesto de chaqueta negra, camisa blanca, pantalón de pana y un añadido vistoso denominado boina que ondeaba en sus cabezas cual sotana de cura cagando.  El año siguiente, el de 1984 ,vistieronse con un frac rayado de tela para hacer cortinas y dejaron en su escrito murguero estrofas que entusiasmaron a unos y pusieron “a las uñas” a los otros. A las pruebas me remito recordando la que decía dedicada al entonces concejal Olavarrieta:” En fin las cabezonadas, ayudan a los poetas, y por eso me he acordado de Basilio Olavarrieta. No te molestes Olava, si te digo cabezón, pero con ese tamaño, cansas a la oposición. Si Dios perdona y perdona, aunque hagas mucho mal, perdónanos cabezón, que estamos en carnaval”. Y perdonó el buen Basilio, ¡vaya si perdonó!, como perdonaría más tarde otras estrofas viperinas compuestas por mi mano y con mi pluma.


       

    Fue en el año de gracia de 1985 cuando se puso en marcha nuestra propia  historia que tuvo su origen en el Grupo Teatral Mudela. Diremos también que eran aquellos tiempos,  reflejo de los actuales, en los que el paro asolaba la localidad y casi todos los integrantes de la caterva estábamos en la empresa más grande del país, llamémosla INEM, que por entonces regentaba Felipe González, y con los bolsillos menguados y llenos de telarañas pocas virguerías podíamos hacer por lo que fue decisión unánime y avenida la de vestirnos de mimos. Así, con la cara embadurnada de blanco, un sombrero tipo Charlot que adquirimos en la añeja tienda de Miguelito Matute, (…que calentaba la sesera, el sombrero digo, hasta su práctica disolución y la derretía cuando llegado era el mediodía y en cambio la solidificaba, cual tempano de hielo a la caída del frio anochecer de la llanura manchega) y algún retazo del traje de boda de nuestro padre, nos lanzamos a la calle con la incertidumbre de no saber cómo seríamos recibidos por lugareños y conciudadanos, en un mundo carnavalero, donde solo afloraban las murgas mencionadas de El Jaulón y El Calostro. Para nuestra satisfacción la acogida fue triunfal por lo que quedamos compuestos y decididos a probar en el venidero año suerte con mayor fortuna.



                                                                                                                                                      
    

     En aquella ocasión los jauloneros muchachos se nos vistieron de niñas, trajes que hizo con esmero, como siempre, la integrante polichinela Pilar Poveda, y quedó para los anales su composición murguera en la que entre otras cosas decía: “tan blancos como alcanfor, y con ganas de alegría, parece todo El Jaulón, horchata de la María. El lazo y el bolso están, cosidos con gran decoro, y los instrumentos van debajo de los pololos”.


Los mendigos polichinelos
     

     Y pasó el tiempo, que siempre pasa, plantándonos en el 1986 donde dándole vueltas a la mollera pensamos en la ocurrente idea de vestir nuestras gráciles figuras de mendigos y para ello que mejor, pensaron nuestras exiguas cabezas, que el confeccionar” suaves” trajes de arpillera que puestos a pensar continuaban dando un problema; el de los cuartos que seguían sin aparecer por los menguados bolsillos. Así llegó en nuestro auxilio el inefable Jaito asegurando que en los almacenes añejos de la fábrica de VISAN había sacos de arpillera a espuertas certificando que Pedro Bravo, dueño de la industria y de los sacos, no tendría reparo alguno en regalarnos cuantos quisiéramos para tan encomiable misión. Y como, me  pregunto ahora con el pasar de los años, habría de tenerlo si los mismos se encontraban entre los residuos del derrumbe de tejados y paredes de los maltrechos almacenes de su extinta industria harinera, cubiertos de polvo, liendres y parásitos varios y variados. De esta guisa, cargamos hasta los topes el maletero del Seat 124 de Loren “El pintor” y trasladamos los sacos y el zoo que les acompañaba hasta las instalaciones teatrales del extinto Club Septum donde hubimos de echarlos en remojo, “bien remojao”, con una caja disuelta de Ariel blancura, en los depósitos de agua que había a la intemperie situados en la terraza. Imagínense por un momento, lo que hubo de ocurrir, estando por el mes de enero y a tres grados bajo cero. El agua se heló, los sacos se pudrieron y el diseño, Agata de la Prada, de vestidos e indumentarias se fue a cagar leches, con lo que nuestras mentes, aviesas y despabiladas de común y cotidiano idearon la idea de poner retales cosidos en trajes negros acompañados con sombreros de paja al uso con lo que quedó resuelto el problema y nos vimos de nuevo en la calle pertrechados, eso sí, para esta ocasión de murga escrita y cantada que vino a meterse con el hacer de bares y tascas del pueblo y que decir decía en una de sus estrofas: “Si a las dos vas a La Venta, te sirven con rapidez, seguro que cuando salgas, son de las ocho a las diez. Y las tapas que nos ponen, eran grandes hace un año, ahora hacen falta las gafas, “pa” adivinar su tamaño.




    


    Los chicos del Jaulón se nos vistieron de pájaros, todos son elementos cereros de esta especie, y levantaron sobre la plataforma de un coche una jaula de considerable tamaño donde, con el pasar del día y el fluir de los bebercios, hubimos de viajar jaulones y polichinelas, al unísono y sin control, por las calles y plazas del pueblo con sus extramuros, siendo por la de San Blas donde un pájaro volátil, apodado Piji, hubo de estar a punto de aterrizar después de un viraje descontrolado del conductor carrocero desde la cúpula de la jaula hasta los suelos. El Bajillo compuso una murga memorable, dedicada a todos los “pájaros” del pueblo, que apuntaba entre otras cosas: “Este traje que traemos, viene con todo incluido, el pico que va por fuera, y el “pajarete” en su nido. Trataremos de esconderlo, y taparle la salida, y solo los sacaremos, cuando le falte comida.”



Dirigiéndonos Jaito

     

    Viajamos ya, esto va viento en popa, hacia el año del 1987 donde hubimos de hacer honor al nombre vistiéndonos de polichinelas que como todos sabrán, aunque lo dudo, es un personaje burlesco de incierto origen que durante los siglos XVI y XVII se extendió por Europa en el mundo del teatro y la literatura. Haciendo acopio de fuerzas, y rebuscando los cuartos en los cajones, decidimos por vez primera fabricar con dignidad los atuendos y trajes que brillaron esplendorosos y lúcidos, siendo la ocasión en que mas integrantes tuvo la murguera murga y en la que se nos vistió hasta Miguelín Matute muy poco dado a estos fastos. También llegó, como por arte de birlibirloque, mi querido Pepito Leré  que vendría de permiso militar o de doquiera llegara y al que vestimos cual moro de jaima subsahariana. También quiere recordar el escribidor que por primera vez, después vendrían otras cuantas, nos alzamos con el primer premio del concurso de murgas y nos fuimos a comer al restaurante donde el Piji jaulonero demostró a toda la concurrencia su maestría sorbiendo flanes. Apenas hacía dos años que por decisión estatal se había instaurado de nuevo el sorteo de la lotería primitiva cuyos boletos se expedían o mejor se despachaban en la tienda de la Nieves, en la plazoleta de la Puente. Para ella fue una de las estrofas murgueras de aquel año que venía a decir algo así como:”Si quieres ver alegría y simpatía ocurrente, a la Nieves ves a ver, a su tienda de la Puente, que con aire cabreado, del sillón levantará, y el boleto primitivo, de mala leche te hará.”


Con el jaulonero Vicente, infanteño "pa" más señas, ante la atenta  mirada del Alcalde  Antonio  Cobos
     

    Aquel año la muchachada jaulonera se hizo a la mar hasta con barco. En su afán descubridor, descubrieron numerosos dichos y sentires del vivir santacruceño, aunque a juicio de este relatador de historias, el Bajillo, autor de la oda, hizo historia con la que pudo ser la mejor composición carnavalera escrita en esta villa. Estaba dedicada a las sillas abatibles de rejilla que en los entierros alquilaba El Pato para los largos velorios y que decía: “ Descubrimos que las sillas, que te alquilan en El Pato, necesitan reformillas, hacerlas bicarbonato. Si alguna vez has cumplido, y en ellas te has sentado, ¿a que siempre has sentido, cierto dolor de lumbago?. O los huesos retorcidos, o bien el cuerpo arqueado, o a lo mejor te has caído, o te has puesto un huevo morado, y si eres señora el higo, se te ha puesto caldeado, ¡joder!, solo faltaría, quedarnos embarazados. La primera hora se aguanta, la segunda ya la sientes, la tercera te levantas y la ofreces a la gente. Cuando empieza a amanecer, ya sientes gran pesadumbre, ¡hay si pudiera quemar, la puta silla en la lumbre”. Convendrán conmigo, queridos y queridas míos, lectores, lectoras y lectorcillos, que es realmente memorable.



Los bebes de la inocencia
     


    Y así aterrizamos en el año del 1988 en el que tuvimos la ocurrencia, candorosa e inocente, de vestir nuestras tiernas siluetas de bebes. La fabricación del “tacataca”, artefacto indispensable a tan tempranas edades, corrió a cargo de Basilio Olavarrieta, hombre hábil y mañoso en estas lides, y así, de esta manera ataviados, anduvimos por calles y callejones como corriendo a destajo. Quiero pensar también, la mente por vetusta me falla, que fue este el año de la incorporación definitiva deDon José Testón al mundo de charanga de tan celebrada comparsa que hubo de quedar, si mal no recuerdo, con los que habrían de ser para la posteridad sus integrantes definitivos. Volvieron a llegar premios y agasajos estableciéndose a su vez una costumbre que habría de hacerse norma. Les cuento.
     Todavía no les he referido que en estos tiempos relatados tuvo un auge monumental el vetusto Salón de Piña regentado por Pepe Huertas. Allí, como en los añejos tiempos del Salón de Coronado,  a la caída de la noche, afloraba una marabunta difusa de gentes con sus olores y al son de orquestas de medio pelo, bebíamos  cubalibres a mansalva, compuestos que ponían la cabeza cual barraca de feria y el estomago en las nubes. De esa guisa la vuelta a casa, cuando los gallos cantaban y tornaban a esconderse los luceros, era convulsa y hasta vomitiva. Por ello, invariablemente y fuese cual fuera la climatología, el encargado de levantar cada mañana carnavalera a este torpe escribidor entre toses y vahídos, era Don José Testón, ¡que bueno es el pobre mío!, a quien le costaba año y día sacar mis maltrechos huesos de la cama entre vapores y estertores. Osamenta que iba a parar, una vez dispuesta y aseada, hasta el bar de Jose Luis “El Botas”, comienzo de la jornada y de otra etapa carnavalera. Olvidaba deciros, seguimos con la senectud, que como todo bebé debe ser acompañado por niñera responsable y cabal hubimos de contratar aquel año los servicios de una matrona cuidadora, un “pavo” humano y sin plumas llamado Socorro.
     Decir que, para ser bebes, éramos imprudentes y algo ligeros de cascos. Por ello, poco nos importó cantarle en el casino a la “jet” del pueblo. A las damas y caballeros de mucho porte, cuartos y poderío estrofas compuestas en su honor y distinción que terminaban diciendo: “El mejor escaparate, sin decirlo no me quedo, la de doce más que misa, es desfile de modelos, unos altos y arrugados, otros bajos y calvetes, las hay con patas de gallo y otras ya tienen juanetes. Y como nombres no digo, no es algo dado a mosqueos, si te das por aludido, que te aproveche el cabreo”. Tras entonar tan sutil tonada hubo ilustres cabezas que dejaron de peinarse en la peluquería de mi segunda “santa”, la venerable cuñada.



    

   Los jauloneros muchachos vistieronse de aviadores y con la autovía de Andalucía en construcción hubimos de marchar, jaulones y polichinelas, subidos en el avión entre una lluvia de espanto y un frío de tres cojones, cubiertos por plásticos y envolturas hasta el restaurante El Puente. Pueden adivinar lectores aviesos que no eran tiempos aun de controles y alcolemias, por lo que después de comer y beber todo lo comestible y bebible bien pudimos despegar bajando el Puente de la Media Legua.
     Aquel año estas volátiles criaturas compusieron una charanga memorable, basada en la Murga de los Currelantes de Carlos Cano, a Joaquín Puertas “Picasso”, entrañable y pícaro personaje del pueblo y de sus contornos. También fue llegado el momento en que el autor de las murgas jauloneras tomo posesión como edil en el ayuntamiento, hecho este que dio lugar a un episodio que reflejado quedó de esta manera:”El Bajillo dio lugar, a su primera faena, y trajo a SABOR CUBANO, a tocar a la verbena. La vocalista borracha, el negro padre emporrao, y el blanco que nos cantaba, estaba agilipollao. Lo que pasó en la Verbena, fue algo más que una pasada, empezó siendo faena, y acabo siendo putada”. Aquel día, los cubanos cantores no cobraron por la actuación aunque a cambio se llevaron en el lomo un pedo tan grande como la Catedral de Burgos.

 Compungidos y apenados, bajo la bendición de Angelito "El Cabezón"
     
                               
     

   Decir también que, en este año referido, el entierro de la sardina fue clamoroso y memorable. Era el oficiante mayor del funeral, obispo para más señas con cetro y  mitra, Angelito “El Cabezón”,¡que buen hacer tenía el mozo!, a quien seguían como en fraternal procesión doloridas  damas y compungidos caballeros que lloraban desconsolados la muerte de Don Carnal y el llegar odioso de Doña Cuaresma. Mientras, dentro del ataúd, colocado en vertical sobre el avión de los jauloneros mozos no piensen que iba sardina, ni arenque de mar alguno. En la caja de los muertos, cesión gratuita y a perpetuidad de Don Zacarías Nuño padre del jaulonero del mismo nombre, para uso y disfrute del Grupo Teatral Mudela transitaba yerta La Antoñita, que no era hembra, sino macho de invertido sexo, a quien Dios tenga en su gloria, que bien pudo perecer con antelación, despeñada por las cuestas y altitudes que coronan las calles del barrio de San Roque.     


Con el chino FU-FU
    
      Los carnavales del 1989 nos acogieron en su seno vestidos de cerditos. No me pregunten el porqué, puesto que mi quebrada memoria no lo recuerda, aunque aún tiene noción de un acontecimiento memorable acaecido en aquellos gloriosos días. Ya hemos contado que el año anterior montados fuimos en briosos “tacatacas” y que los susodichos fueron de diseño y creación del Basilio Olavarrieta a quien, en otro orden de cosas, los jauloneros muchachos en su murga habían tildado de concejal cabezón. Haciendo bueno el refrán que dice aquello del “cría fama y échate a dormir”, decir diré que si sombrero me prestara el susodicho, a buen seguro, no habría de colarse en mi testuz, porque no en vano pertenecen mis ancestros a la estirpe de los Navarros, sabios y muy cabezones.




        Tras esta confesión cabe ahora el contarles, que era deseo de Los Polichinelas pasar otro carnaval en artilugio de ruedas montados, recorriendo con el nuevamente calles y callejones, por lo que hubimos de encargarle a tan pensante y sobresaliente cabeza que fabricara unos “patitenes” para uso y desplazamiento del personal. Pégas no puso para su elaboración y cuartos pidió más que cura y monja en misa por lo que, desechado el invento, pasar pasamos a referirlo, como era pertinente y oportuno, en la murga escrita para la ocasión con tan mala fortuna que estando inmerso en su edición nuestro editor Miguel Matute, en su Olivetti Lettera no se cuantos, para proceder a su copia en la fotocopiadora que tenía pasando a la trastienda llena de trastos de la antigua librería FEYMAR, asomó, y se hizo la sombra, Basilio por aquel sacro lugar de la palabra escrita  y leyendo la murga antes de su publicación presto pidió, por escrito y con membrete, que fueran retiradas alusiones y referencias, con un cabreo de tres pares de cojones, a su metalúrgico negocio, asunto este que nos pasamos por la entrepierna, para su enojo y desesperación, debido a “locualo” durante un tiempo, que hubo de ser escaso, los buenos amigos siempre se reconcilian, hasta nos hubimos de negar pan y saludo. Decían las estrofas:”Pensamos ir este año, en patinetes montados, más al preguntar el precio, quedamos como atontados. Siete mil “pelas” cobraba, y nos pareció un montón, por hacer cada cacharro, el Olava cabezón. Con el paso de los años, ganará este Olavarrieta, “pa” comprarse tres aviones, chalets y motocicletas.” Olvidaba decir, este es un añadido posterior, que en esta ocasión puesto que cerditos éramos, hubimos de vestir de matarife, con el carro y la burra de Malara una vez más a Socorro,  ave volátil apodada Pavo.

       Los varones del Jaulón metieron sus lozanas figuras en las entrañas voraces de un dragón siendo este el último año, si la memoria no falla, que el jaulonero compositor, Bajillo para más señas, compuso murga y vistió atuendo carnavalero, dado que llegado fue el momento en que por moción censurable y de censura, aunque esa es otra historia, habría de ser Alcalde del  corral y sus gallinas poniendo de patitas en la calle al edil Antonio Cobos, más conocido por CAMY.

 



      

  Agotado quedo, como podréis observar,  amadas y amados míos, después de releer murgas y escanear fotos, aguantando a la “santa”, que me conmina y reprende incitándome a que duerma más, pobre ángel mío, como me cuida, y me de menos a estas tontunas de la escritura que me tienen “sorbió” el seso. Mas, que quieren que les diga, como soy Navarro y cabezón, no pienso hacerle en esta cuestión, no vayan a contárselo cuando la vean que los conozco, ni puñetero caso. Así que, calculo yo,

 si el tiempo y su discurrir no ponen impedimentos, es probable que siendo uno lento, como es, para estos asuntos de la escritura, antes del Domingo de Piñata, pondremos broche y punto final a esta historia. De cualquier manera, si hubiera de ser, para el domingo que corresponda del año que viene, no me vayan a poner pegas, que tampoco pasa “na”.  A propósito del visionado de imágenes, si pinchan sobre la que deseen, pueden ver todas ampliadas.



Los Panteras Polichinelas

      Ya les deje dicho y hasta les asegure la semana pasada, que habría de volver por estos lugares para ofrecerles, o cansarles nuevamente, (… que cada uno pensará lo que a bien le convenga), con el segundo testamento carnavalero referido a las idas y venidas de la murga de Los Polichinelas, con lo que pueden llamarme cansino o tildarme de hasta tábano colmenero, si les vuelvo a aburrir con recuerdos y añoranzas de aquellos años. En esta nueva singladura, los jauloneros muchachos pasaran más desapercibidos, más no piensen por ello que rompimos relaciones, ni cosa que se le parezca, que ya los estoy viendo. Lo que ocurrió es que El Bajillo, autor como dijimos de murgas  y letras, pasó a regir los destinos del corral y las gallinas, con lo que supone un servidor, que dificultoso había de resultarle, (…. como pude apreciar en mis propias carnes, un par de años más tarde), lanzar críticas, sátiras y sarcasmos contra su misma persona, cosa esta que de hacerse, podría parecer como de tontos, pues ya nos dice el sabio refranero que ninguno de estos últimos tira piedras contra su propio tejado. Por este motivo, las jauloneras criaturas dejaron de componer letras, con lo que sabiendo, como saben ustedes de lo exiguo de mi recuerdo, complicado me resulta recordar de qué puñetas iban vestidos, aunque seguir siguieron y aun siguen con los restos del naufragio, asomando la cerviz por los carnavales de cada año.
     Mencionar quisiera también, antes de entrar en materia, algunos olvidos anteriores que llegar llegaron a mi masa gris. Quisiera recordar a los integrantes de La Catastrofe, otra comparsa alumbrada aquellos años y de la que aún quedan restos dando tumbos y vaivenes. Los catastróficos muchachos y muchachas, no se vayan a ofender las damiselas, no pasaran a la historia por la letra de sus murgas, que solían ser, (… no se me enfaden, si esto les digo), anunciación de monserga y tabarra, pero si lo harán, y de qué manera, por el primoroso gusto con que elaboraban la carroza de cada año, asunto en el que eran buenos, tan buenos que siempre ganaban en el pueblo y Valdepeñas cuantos premios se les ponían a tiro. Y quiero pasar también por el crisol del recuerdo a unos pájaros cereros de cuidado y medio. Don Juan Carlos Aranda, alias El Facha, (… que de facha tiene lo que yo de cura), el amigo bodeguero Isidoro Bravo, el carnicero Ciriaco y una de las cabezas, junto con la de un servidor y Basilio Olavarrieta, más ilustres de la villa, por grosor y poderío perteneciente a Mendieta, acompañados los dos primeros,(… el otro par tienen hecho voto de castidad y son solteros a perpetuidad), de sus queridísimas esposas Milagros y Lola, que cada carnaval nos deleitaban con prodigiosas ocurrencias que les llevaron a ser desde pescaderos o maestros en escuela franquista, hasta un afamado grupo rumbero llamado LOS CHICHOS. ¿Los recuerdan?                                                                                                                                      


El escribidor, su"santa" y el niño


      Y hecho este introito o prologo preliminar, pienso que ya está bien de hablar de los unos y de los otros, cuando lo que quería era contarles la segunda parte de las idas y venidas del grupo polichinelo. Si han seguido la historia desde su principio, y así espero que sea, habrán adivinado, sin tener que ser en exceso sagaces, que andamos ya por el año de ventura del 1990, principio de la última década del milenio, esa en el que aseguraban sapientes y doctos agoreros de tres al cuarto, que a su término todo el mundo y su tenderete se irían mismamente donde se fue el carro del Bizco, o sea a tomar por el santo c…. , cosa que después pudimos comprobar que eran falacias y simples enredos.  Pensando que la fiesta habría de transcurrir entre días fríos y lluviosos, ( aunque esto lo decía por decir algo, contemplo las “afotos” correspondientes y observo que resultó cierto), hubimos de pensar muy bien “pensao” el confeccionar un traje que fuese de mucho abrigo y consistencia, llegando a la conclusión de que vestirnos como la Pantera Rosa era adecuado, muy correcto y procedente y ya pueden imaginar, ( … que ya se lo están pensando), que tanto higos, como carajos fueron bien conservados y calentitos.
     Hasta aquí, todo fue bien, aunque no podíamos imaginar los machos integrantes del plantel el quebradero de cascos que alguna aviesa damisela, compañera de parranda nos tenía preparado. Por aquellos años, amigos y amigas, leedores y leedoras, acaba de nacer el famoso huevo Kinder, y esto no habría de tener excesiva importancia, de no ser porque en su interior, como todos habrán de saber, siempre se oculta un regalo y que en aquel momento preciso era la susodicha pantera. Así y con estas, se presentó una noche nuestra dicharachera Lala, (… que torbellino arrollador esta Beatriz impetuosa), conminándonos al Ciezo Testón y a un servidor, (… el chino Fu-Fu, no recuerdo donde andaba), a que prestos nos diésemos a la fabricación del susodicho huevo en tamaño y forma que pudiese contener en su interior, a un miembro al menos del polichinelo grupo, idea esta que fue inmediatamente avalada y ratificada por las demás féminas presentes, con lo que no nos quedaron mas huevos, perdonen la indiscreción y la redundancia, que amagar la cerviz y decir a “to” que sí.
     Ya hemos contado en alguna ocasión, y no es menester el hacer leña del árbol caído, que en las cuestiones manuales no éramos los mencionados varones especialmente habilidosos, hecho este por el cual nos entró el acojone y con él la aseveración, muy de Don José Testón de empezar a asegurar aquello del “no lo veo, no lo veo”, afirmación que también esgrimía, cuando ensayábamos cantos y músicas con los que acompañar letras y murgas, para mi cabreo y desesperación, porque un servidor que quieren que les diga, lo ve “to” hecho, aunque siempre “chapuceao”. Así, al día siguiente, apareció el pobre mío, con el equipo de soldadura de la fábrica de VALPLAS, sita en Valdepeñas, donde era por aquellos tiempos encargado y de la que habrían de pulirle, hace poco menos de dos años, con una mano delante y con la otra detrás, sin aprecio, ni consideración a los años trabajados y sinsabores vividos. Traía también bajo el brazo un rollo enorme de alambre que me dio en pensar: ¡la que vamos a liar¡, mientras que un servidor apareció cargado con un amasijo enorme de periódicos atrasados y unos cuantos kilos de cola. Habíamos sido asesorados por Miguel Matute padre con antelación, en la tarea de moldear con papel y cola todo un armazón de alambre, al que habríamos de dar la forma de un huevo, para después cubrirlo con papel mojado en el adhesivo, que al secarse formaría una masa compacta y dura, a prueba de golpes y demás estropicios. Así que manos a la obra, Don José soldando y un servidor de ustedes mirando sentado en la silla, costumbre muy española, hasta que quedó el esqueleto del huevo, ¡de los huevos!, como torcido, pero terminado. Prestos pues, empezamos con la tarea de untar en el pegajoso liquido los papeles hasta ir cubriendo el armatoste en su totalidad, y partimos para nuestra casa, después de tomar unas cervezas fresquitas en La Campana, a la espera de que secara.


El huevo de los "ojones", sus creadores y las sutiles damas de la idea
     
   Al día siguiente, con el llegar de la luna y los luceros, nos encaminamos  hacía la sede del teatrero grupo Mudela, improvisado taller en aquel momento, y cual no fue nuestra sorpresa al comprobar que el huevo parecía más bien una boñiga de vaca, que yacía  desplomada y sin forma por los suelos. Nos entraron los temblores y la depresión que nos anticipaban los anunciados decires y las suaves bondades que habrían de llegar, cuando a la vez llegaran, las sutiles damas acompañantes al lugar, por lo que, con premura y sin dudarlo, armamos nuevamente aquella estructura, ya como difusa, (… ahora me da por acordarme, que me da en que pensar, el asunto de que ni llegamos a soldar aquel odioso alambrado, porque era tarea imposible, por lo que aparejamos el armazón, uniéndolo con alambre y alicates, a la antigua), y la cubrimos con un trozo de sábana muy tirante y bien “prensao”, pasando acto seguido a pintarlo del color blanco y anaranjado del susodicho huevo, que una vez terminado, con sus aristas y “to”, quedó hecho un bodrio, como pueden ver en las “afotos”, y lo mejor, queridos y queridas míos, es que después de tanta desazón y tormento el ovoide elemento solo salió a ver la luz el domingo por la mañana, ya que después las gráciles damas aseveraron, que "no era cuestión de ir tirando de semejante trasto por calles, bares y callejones durante “to” el puñetero día". Por si queríamos arroz nos hubieron de dar tres tazas
      Fue también el año en que cogieron las damas la costumbre de vestirse de mascarones con el pasar de la noche y así una de ellas, que fue mi “santa”, hasta hubo de ser capaz de enamorar al ingenuo concejal Morales, amigo del alma y compañero titiritero, que pasó todo un año para saber, quien había sido la encantadora novia que había bailado bailes y danzas encandilándolo, haciéndole soñar con desvelo historias de amores desaforados e irrepetibles. Por aquel año, terminado habían de reconstruir la vetusta ermita de San Roque y algunas de las coplillas carnavaleras hicieron referencia al evento en cuestión diciendo: “San Roque, gran milagroso, curador de lepra y llagas, andaba escaso de cuartos, para repellar su casa. Pateando todo el pueblo, agrupadas sus vecinas, fueron recaudando fondos, para embellecer la ermita. Y conseguido el empeño, y tan loable misión, la casa que ocupa el santo, más parece una mansión. Con ese chalet tan mono, paraíso de oraciones, cuando se enteren en Roma, mandan peregrinaciones. Y caviló alguna mente, con pensamiento certero, que hay que poner escaleras, “pa” poder subir al cerro. Con obra tan suntuosa, y tanta comodidad, puede que venga hasta el pueblo, una visita papal. Por si de momento llega, tan venerada ocasión, llevaron hasta la cumbre, tendido de alta tensión. Solo queda ya un letrero, reluciendo en las alturas, “pa” que parezca la casa, un chiringuito de p….  Ni que decir tiene que se abrieron en canal las carnes de los pobladores y pobladoras del barrio en cuestión que llegaron a pedir, si mal no recuerdo, nuestra pronta excomunión.


Con mi hermano de leche José Testón
los bucaneros Polichinelas
     

    Mucho nos hemos alargado en los pormenores y aconteceres del año anterior y es por ello que, adrede y queriendo, me he dejado asuntos en el tintero que habré de pasar al venidero, que si mal no recuerdo es el del 1991. Hago esto, porque en esta ocasión, hubimos de vestir atuendo al que le tuve mucha aversión e innato aborrecimiento desde su creación y que respondía al atavío que debían llevar los corsarios por el siglo de Maricastaña y al que a mi parecer le faltaba menos empaque y más usagre, porque digo yo que los susodichos bucaneros, filibusteros y otras yerbas por el estilo no habrían de ir tan elegantes y “maqueaos” como vamos en las “afotos”, sino con mas roña en los cuerpos y tizne en las caras. Debió de ser entonces, aunque fue el año anterior, cuando afloró por el pueblo, venido desde Córdoba la mora, el paisano Pepe Leches, ( ¡…que sutil herramienta, Dios mío!), con el Simca 1200 hasta los topes de pollos y no vayan a pensar, porque se equivocarían, que los volátiles bichos, venían enjaulados en el maletero porque estarían fatalmente equivocados. Las perversas alimañas, (… ya saben de mi inquina perpetua hacia estas sabandijas), campaban a sus anchas por asientos y salpicaderos, en los que  se mezclaban restos de excrementos, comida y orines. Presto y sin dar lugar al descanso, se calzó los zuecos de pisar uvas que descansaban en el baúl de los recuerdos que había en el desván de su casa,(... sandalias de hacer media promesa, las llamaba), y se unió a la fiesta con jaulones y polichinelas, celebración que hubimos de acabar en el añejo Salón de Piña, donde tocaba aquella noche la orquesta Galaxia, que iba comandada por una vocalista de generosos pechos, a quien Andrés Huertas “Chichín”, increpaba con voz cazallera y un cubalibre en la mano, aquello del: ““ten ·cuidao” y no saltes tanto que se te salen las tetas”.     



Los tres machos integrantes
Las féminas dominadoras
       


   Al albur del cantar de los gallos, habianle salido a Pepe Leches vejigas, como altramuces, en los pies de las dos piernas, por lo que andando maltrecho y sin consistencia hubo de escurrirse en el vomito depositado por algún cuerpo bien templado. Aquel año quedo iluminado, que falta le hacía, el Paseo de Castelar, entonces Calvo Sotelo, y a esta vicisitud dedicamos unas coplillas que decían: “Un sitio que ha mejorado, mucho en iluminación, es el Paseo Castelar, o mejor de la estación. Según dicen la reforma, no tiene ningún misterio, pues tenía menos luz, “quel” paseo del cementerio. Por eso los que salían, de Cacheras con buen pedo, más que ver iban tentando, con la punta de los dedos. Y alguno que a trompicones, a Santurce iba cantando, se dejo “pegaos” los sesos, en el tronco de algún árbol”.




     


Los Polichinelas duendes
     


    El año del señor de 1992 hubimos de atacarlo vestidos, todos y todas, de Duendes del Globo que era un personaje creado para actuar en variados espacios teatrales  y que fue contratado por televisión hasta que al parecer, esto es un decir, nosotros mismos lo gafamos, pues hubo de ser en este señalado año de exposiciones en Sevilla, Olimpiadas en Barcelona y otros variados fastos, entre los que destacan las nupcias pasadas por agua (… esa es otra historia, la del día en que le robé el refrán a Neo), de este relatador sin fuste y su queridísima santa, cuando el mencionado personaje desapareció de la parrilla televisiva. Habremos de decir que íbamos muy monos y monas, ya que hasta llevábamos unas antenitas, con sus pilas alcalinas, que se encendían en los extremos, dando la impresión de que más que duendes, al menos los varones, éramos cornudos iluminados.   
     Como siempre la celebración carnavalera discurrió distendida y variada, ganando premios, (… huelga el decirlo, pues parecer puede presuntuosidad), bebiendo vino y otros compuestos que hicieron que hiciera algo que ni en la más recóndita suposición hubiera hecho de estar sereno, (… o tal vez sí, cualquiera sabe). Les cuento. Ya les he referido, al final les contaré hasta mis verdades más ocultas, que las damiselas integrantes de la comparsa, eran muy dadas a atalajarse con ropajes y atuendos, con los que vestidas de mascarones, irrumpían en el salón de Piña dándole la vara al más “pintao”. Así hubo de ser como este año, (… o tal vez fue otro, que le vamos a hacer, si ya no me ubico), fueron capaces de convencerme, pobre diablo, de que me uniese al grupo vacilador, con lo que acicalado con variados ropajes del baúl de mi señora suegra, (…que todavía no lo era), irrumpí dispuesto a comerme al mundo y a sus integrantes a la hora en que el salón estaba pleno. Lo que ocurrió no fue desastre, sino pesadilla. Decir, que debajo de la máscara portaba mis inseparables lentes de aumento, porque pueden suponer que sin ellos hubiese topado y tropezado con todo bicho viviente, por lo cual, apenas traspasado el umbral de aquel paraninfo del baile, los cristales se empavonaron y quede más ciego que Román, que en paz descanse. Así, como tentando y palpando, llegue hasta la vera de Chichín y su cubata, y le pregunté por lo bajo aquello del: “¿a que no me conoces?”, contestando para mi chasco y amargura acelerada: “eres Mauro, “so” gilipollas”, motivo por el cual, ipso-facto y a toda leche me di la vuelta a trompicones y volví a despojarme de tan nefasto atavío.



    

 De vuelta por el jardín, recompuesto y olvidado el trance, aparecieron por el lugar dos pájaros de cuentas tambaleantes, que hicieron la puñeta a cuantos le salieron al paso. Con el pasar de la noche y el fluir etílico de los compuestos, uno de ellos, el de menor estatura, aunque el otro era el Bajillo, llamado Don Paco “Costa”, (… con quien, a buen seguro, Dios se entretiene en el cielo echando un vino), hubo de cantar a quien le salía al paso la copla carnavalera que decía y afirmaba, perdonen si es algo obscena, pero estamos en carnaval: “A mí me la chupa el rey, me la menea el alcalde,(… que era su acompañante), y me la sacan al fresco, los guardias municipales.
     Decir que ya era un servidor por aquel entonces, edil del corral y sus gallinas o primer teniente de alcalde, de la villa y sus contornos, no siendo esto óbice ni impedimento, para que los polichinelos compañeros exigiesen, cosa que puede parecer de tontos, como es la de que elaborase el susodicho, (… o sea yo mismo), murga y letra poniéndome de hoja de perejil. Decía, entre otras cosas,: “Y volvieron a ganar, los señores de la rosa, aunque justo es recordar, y mentar algunas cosas. Para decirle a Maurito, que antes tanto las piaba, que nos vaya ahora  arreglando, lo que siempre criticaba.”



     
      
    

    Les prometí, creo, que serían dos entregas, pero se me antoja que quedándome, como aún me quedan, tres años y un apéndice por relatar, habría de ser mucho pedir que hubieran de ser capaces de leer tan extensa homilía sin dormirse o siquiera cabecear, Es por ello que les emplazo al más puro estilo de tiempos remotos, a la próxima entrega, que habrá de ser si Dios lo quiere y el escribidor conserva lo que aún le queda de cordura para la semana venidera o el Domingo de Piñata.  Diviértanse, coman y beban todo lo comestible y bebible que este pasar terreno es cosa como de dos días.
                                                                                           




      
     

   
     Ya imagino que muchos pensarían que esto de los relatos carnavaleros, no habría de acabar nunca, pero miren por dónde se han equivocado y les puedo asegurar, para mi paz y su eterno descanso, que por el momento habrá de ser este el último escrito de andanzas tan festivas. Andamos ya coronando la cima de la montaña, llegando al momento culminante del fin de la carrera, la llegada a la cúspide de esta historia que cogemos de nuevo en los albores del año de su santa madre del 1993 en el que las chicas iban vestidas, cual suaves conejitos, y de Rita Hayworth en Gilda, íbamos los maromitos. No adivino ahora el porqué, me queda largo en el tiempo, de esta decisión que en principio parece como contrapuesta, (… imagínense tres bellezas, como éramos y somos, los varoniles integrantes de la comparsa, acompañados de ¿conejitas?. Me causa estupor), más ya sabemos que Dios dispone, el hombre a veces propone y la mujer hace lo que le sale, con perdón, de los ovarios en cada momento de este discurrir terreno, por lo cual no le daremos más vueltas al asunto y relataremos con detalle y precisión lo acontecido en aquel año del señor.



   


   Con un frio que helaba los sesos, el cuerpo y el alma, hubimos de salir a la calle, los varones miembros polichinelos, equipados de peluca, guantes de seda, bolso, medias y vestido largo y ceñido, además de otros complementos varios, entre los que recuerdo, cangándome aun en sus muertos, unos pendientes de bola enormes, que llevé sujetos a mis exiguos lobulillos auditivos, mientras veía luceros y estrellas de colores,(… para algo hermoso, las orejas, que tiene uno, se las querían joder), decisiones todas de las féminas integrantes del grupo que nos conformaban diciendo que íbamos “monísimas”, mientras ellas disfrutaban del calor que les proporcionaban sus enfundados cuerpos y un servidor notaba como le subía, debía de ser por la falta de costumbre, un refrescor testicular desde las bragas para arriba, asunto este que sin prisa, pero sin pausa, fue como trepando “pa” la zona donde se aposentan amígdalas y faringe, llevándome, recién terminada la fiesta hasta el fondo del lecho conyugal, tan recientemente estrenado, y haciendo que pasase el resto de aquellas “inolvidables” vacaciones entre tisanas y friegas de alcohol de romero. El chino Fu-Fu iba en su salsa, porque era hombre que disfrutaba vistiéndose de esbelta señora en tan señaladas fechas, (… debe de ser porque, la verdad, para ser tío, estaba hermosa y tenía buen talle) y el Pepito Leré llevaba un cabreo de tres pares, cosa por otro lado, muy congénita en su ser llegados estos festivos días,(… a ver como se explican, queridos míos, que sin gustarle en exceso, hubiera siempre de vestir de estos atalajes su esbelto cuerpo carnavalero. ¿Se lo contesto?, pues les digo que siempre pueden, si habré de saberlo yo, mucho más dos tetas que dos carretas. ¿Entendido?).  Así, llegado el domingo de piñata, último día de la celebración carnavalera mandamos los varones, en tiempo y forma, aquellos vestidos esplendorosos a tomar por el mismísimo trasero y nos enfundamos nuestros abrigados trajes de pantera.  Aquel año pudo ser, aunque lo dudo, el año en que Santiago mando al carajo su peluquín. Todo porque al pasar por debajo de las rejillas que expulsaban aire para acondicionar, en lo posible, el abarrotado salón de Piña, hubo de salir la peluca a cagar leches, con el consiguiente cachondeo de toda la multitud allí apiñada. También hicimos homenaje escrito a los alcaldes y el arreglo de sus calles diciendo: Aseguran que es mentira, pero resalta el detalle, de que todos los alcaldes, arreglasen bien sus calles. Carlos Dotor reparó, la suya, la de San Marcos, pocas más alquitranó, en largos años de mando. Con muchísimo más morro. Juan Bustos, más descarado, cortó al llegar a su casa, la que había pavimentado. No pudo atar bien los cabos, Valverde, alcalde de paso, viendo sus aceras nuevas, siendo ya concejal raso. Fue líder, Antonio Cobos, medio pueblo adoquinó, su calle, la de Ramiro, también en el bombo entró. Te criticaran Bajillo, acabo de hacer sondeos, por haber “mandao” arreglar, la tuya, Calvo Sotelo. Aunque hay lenguas afiladas, que excusa dicen que tienes, pues te llega el agua al cuello, las pocas veces que llueve. Pues comentan que te han visto, tieso en el umbral rezando, pidiendo muy serio al cielo, que vaya pronto escampando.



Las marujas Polichinelas
    

    Así, escalamos ya los últimos peldaños de la escalera y nos adentramos en las vicisitudes ocurridas en el 1994, año en el que hubimos de ir ataviados, machos y hembras, al igual que marujas de casa humilde, con escobas, cubos y fregonas. Puedo asegurarles, queridos y queridas míos, que fueron este, junto con el próximo, los dos carnavales de mi vida, en cuanto a lo que de vestimenta y atavío se entiende, porque pueden imaginar que el traje daba juego para hacer lo que debe hacerse, que en estas fiestas se supone que debe ser, o sea, incordiar, irritar y llevar al límite de la paciencia a cuanto mortal te salga al paso, aunque este, comedido, cortés, afable y hasta de buen trato, trate de hacerte ver que está pasando un buen rato.



Un marujo servidor
Con la santa
     


 También hubo una novedosa novedad y es la referida a que el concurso de murgas fue celebrado por primigenia vez en el Cine Cervantes, o mejor del Pato, que es como se le conoce y se le ha llamado durante toda la vida. Resultó que la Casa de la cultura se había quedado pequeña para tan exitoso evento e Isidro “El Colorin”, concejal de los festejos, decidió trasladarlo al mencionado lugar, previo pago, en eso era muy estricto el amigo Ladislao Muela, de “amoñiguar” 40.000 pesetas del ala,(… no estaba mal el alquiler), cantidad que había quedado estipulada desde los añejos tiempos en que estrenaba sus celebradas obras el Grupo Teatral Mudela, para la apertura de las puertas de vetusto salón antes citado. Allí se amontonaba una marabunta de padre y muy señor mío, plebe que a la espera de comerse los garbanzos, se reía alborozada con los cantos y coplillas de unos cuantos. Y digo de unos y no de otros, porque sin citar nombres, bueno será recordar que algunas de las composiciones murgueras provocaban la somnolencia con mayor poder que el SOMNOVIT, medicamento en forma de pastilla que un servidor se toma cada día al acostarse, para quedar, por unas horas, mas tieso que una mojama.



Todos juntitos, ellos y ellas. ¿ A que tiene premio?

         


    Hubo en nuestra exitosa composición murguera,(… un año más volvimos a ganar el primer premio, para gusto de unos, nosotros mismos y desespero de otros, los demás), una referencia al viaje que habían realizado, habitantes de ambos sexos de esta insigne localidad, a los estudios de Telecinco para asistir a un programa de cuyo nombre no quiero acordarme,(… porque no me acuerdo), y que decía: “Por gestiones del Mochuelo, que es avezado y muy listo, señoras con sus esposos, se fueron “pa” TELECINCO. Fue Carmen la de Maurito, y Santiago el albañil, Virtuditas “la Pavilla”, e Isidro “El Colorín”. Y también se apuntó El Choro, y la hija de Talegas, y bien plantá, como siempre, “pa allá” fue Tere “La Nea”. Decían todas muy contentas, nos van a dar de cenar. “¿Será jamón de Jabugo?, ¿o nos pondrán caviar? Llegados “tos” al estudio, a “toa” leche y sin demora, bocadillo de chorizo y lata de Coca Cola. Y cuando empieza el programa, al cuarto de hora escaso, ven que “to” aquel “entramao”, es más bien un pestiñazo. Hubo allí quien se durmió, y también quien bostezaba, y alguno que en trance absorto, al cielo en cruz suplicaba: ¡que me lleven “pa” mi casa, no quiero padecer más, ¿Cuánto le queda a este bodrio?, ¿cuándo leche va a acabar? . Y así, hasta otro año, que para mí sería el último, (… de momento. Nunca se puede decir, de esta agua no he de beber, ni este cura no es mi padre), nos despedimos del personal cantando aquello del: “mi suegro estará “cagao”, la suegra estará “mea”, con “tos” los críos llorando, Dios mío que carnaval.”






Fue premio Pulitzer. Solo queda, que nos den la jubilación
      


   Hemos coronado ya, la cima de esta montaña. Estamos, amigos y amigas, en la añada del 1995, año en el que la villa y sus aborígenes se hubieron de hacer mundialmente famosos, aunque tal vez no fuera para tanto, pues quiso la diosa Fortuna tomar aposento por estos sagrados lugares, concediéndoles la bendición del oro, del dinero contante y sonante, pues hubo de tocar por estos lares y sus inmundos rincones el gordo de la Lotería del Niño. Aquel sonado día, terminada mi jornada de mochuelo nocturno, hubo de sustituirme, mi buen amigo y compañero, Casimiro “El Chino”, a quien Dios tenga en buen lugar, y con premura cogió el San Pancracio de escayola,(… del que dicen que es como imán atrayendo la buena suerte), decrépito y mutilado, por la cantidad de veces que cabreados lo poníamos a ducharse bajo el grifo del lavabo a la espera de que se le aclarasen las ideas, y le endilgó una vela a cada lado, aposentadas sobre sendos envases de cerveza vacios. Sorprendido le pregunté a que se debía tal arrebato de fe incontenida y con firmeza me contestó: “ porque hoy toca la lotería”. Como siempre, no le hice ni puñetero caso y emprendí la vuelta a casa, a la espera de meterme en la cama, al arrebujo de las mantas y mi santa.


Otra con mi santa
    
      Y así, cayendo ya el mediodía, hube de escuchar entre sueños, ruidos lejanos de bullicio y algarabía, que una vez despabilado y puesto en pie resultaron evidentes, por lo que sin pensarlo dos veces, me encaminé a la salita y prendí,que argentino, me ha salido este vocablo, el televisor, viendo con estupor en el teletexto que el numero impreso en la pantalla, era el mismo que tenía entre mis manos, el que había sido vendido a mi santa, (… aquel día santa hasta le beatificación), por mi amigo del alma Miguel Matute. Pueden imaginar que  a partir de ese momento, y ya puestos en la calle, el día fue de celebración, charanga y pandereta, aunque a estas alturas deban de estarse preguntando, (… que ya los voy conociendo), que tiene esto que ver con el discurrir carnavaleo de la villa. Tranquilos, que ya les cuento.



los tres maromos polichinelos
¡Que caras Dios mio!. Un lujo...



A punto de subir al  autobús
    


    Aquel año del señor, decidimos, o mejor decidieron las que todos ustedes saben, (… y no nos llamen calzonazos, que sé que lo están pensando), que debíamos ir disfrazados de abuelitas y abuelitos del INSERSO. Puedo prometerles y prometo por mi honor, que aquel disfraz lo bordamos y fuimos hasta capaces de construir con planchas de madera, (… veréis como aparece ahora Pepito Testón, alegando aquello de que ando falto de entendederas para decir que lo encargamos. Al tiempo.), un autobús de variados colores, con el que por primera y última vez desfilamos en el concurso de carrozas. Así con sombreros, garrotas, maletas del año del coño, y otros atavíos variados, recorrimos plazas, bares, calles y callejones, cantando estrofas muy oportunas para la ocasión, que entre otras cosas decían:”Con subvención del INSERSO, que Felipe a concedido, hemos llegado a este pueblo, tan famoso y conocido. Con cien kilos de reuma, y con doscientos de artrosis, solo falta que a estos años, padezcamos de fimosis. Pepe tiene diez juanetes, Carmen va llena de callos, Mercedes quiere quitarse, quinientas patas de gallo.”. Y continuábamos refiriéndonos al premio lotero: “¿A que no te has enterado, porque no se ha comentado, “quen” Santa Cruz de Mudela, la lotería ha tocado? A Miguel Matute padre, ¿Cuánto no le habrá tocado?, que siempre que le preguntan, dice que no lo ha contado. Siempre ha sido inteligente, por eso muchos comentan, como es posible que tarde, tanto en resolver la cuenta. Arcos, el de la Renault, amasará una fortuna, pues al pueblo ya le llaman, Santa Cruz de La Laguna. Isidro, Mauro, “El Bajillo”, los tres con once millones, en un bar tomando copas, contrastaban opiniones:”Veréis si tiene cojones, tal y como está el tinglado, que alguno nos joda ahora, diciendo  “questo” es robado”. También ocurrió que estando comiendo, uno de aquellos días en el restaurante, hasta hubimos de subirnos en un autobús pleno de jubilados a darles la vera por aquello del parecido y del disfraz, con lo que sin quererlo  casi partimos hasta Levante.


Con mi hermano de leche, del alma, Don José Testón
     

   Aquel año fue para un servidor de vivencias muy dispares y encontradas, puesto que como hemos referido tuvo la suerte de cara, cosa esta que no le solucionó la vida, pero si le dio un empujoncito. También hubo de ver nacer, “in situ” y al momento, a su vástago primogénito y hubo de despedir, un mes más tarde, con el corazón encogido por el dolor y el sufrimiento al hacedor de sus días, que después de mil batallas ganadas, hubo de perder la última, iniciando el viaje hacia el lugar del que nunca nadie vuelve.
    También perdimos a un buen amigo murguero, aficionado al carnaval desde el principio de los tiempos, Vicentillo “El carnicero” a quien dedicamos unas coplas que decían: “Dedicamos esta murga, a un amigo y gran murguero, que nos a “dejao” este año, Vicentillo “El carnicero”. Va por ti que fuiste grande, con la pluma y el papel, canta allí arriba esas coplas, que acabas de componer. Qué con el oído puesto, aquí abajo te escuchamos, alza una copa Vicente, que todos te recordamos”  y que levantaron el día del concurso de murgas, (… que ganamos por última vez), a los espectadores de sus asientos, en una explosión de incontenidos aplausos. Despedíamos aquella composición con estas letras:”De los dolores de huesos, estamos todos curados, ahora de tanto bañarnos, estamos acatarrados. Cuando lleguemos al pueblo, veremos lo que nos pasa, si nos mandan “pal” asilo, y nos echan de la casa. ¡Qué suerte tienen algunos, pues el yerno les espera, ¡pasto “pa” los cocodrilos, el que viva con la nuera!. Nos vamos meando claro, y tan llenos de ilusiones, que al pasar por la farmacia, vamos a comprar condones.     




     


 

   Aun hubieron de vestirse en el 1996 las féminas integrantes Polichinelas, exceptuando a la santa, de vendedoras de cosméticos y hasta hube de componerles la correspondiente murga que para mi decepción ya no fue cantada en el vetusto escenario del Cine del Pato, faltabamos Pepito Leré y ub servidor que al igual que Serrat y Sabina en los tiempos presentes o Lennon y McCartney en los años de cuando reinaba Carolo, eramos el dúo compositor de letras y músicas entre desafinaos del que escribe y "no me cuadra" del Pepito Cagalastimas. Y las féminas muchachas, exceptuando a Beatriz, alias "La Lala", que porta voz de soprano, siempre tuvieron el tono como salido de un pozo, cavernoso y descompasado, por lo que habíamos de advertirles, pero " mu bien advertío", que frenaran sus impulsos y no cantaran so pena de parecer el orfeón un coro de grillos a la luz de las estrellas en noche de Agosto.

     Y hemos llegado al final. Os aseguro que me bajo de este tren invadido por el poso de la añoranza que inevitablemente da paso a la nostalgia. Nostalgia de los momentos vividos y de los días pasados. Días de alegría, garrafón y noches de fiesta donde siempre amanecía al albor de cubalibres y de orquestas. Me queda la amistad irrenunciable de los amigos que siguen ahí compartiendo vida y andanzas, la memoria de los que se marcharon para no volver y el poso amargo de los que están e incomprensiblemente se han ido. De cualquier manera son los compases de la vida y sus acordes.

     

     Mencionar a todos los integrantes Polichinelas desde sus principios sería tarea arduo dificultosa porque siempre quedaría, sin remisión, alguno sin quererlo en el olvido. Por ello el recuerdo es, y será, para los que fuimos componentes del murguero grupo hasta el final y que fueron, son y serán: Beatriz Laguna, José Testón, Rafael Rodriguez, Virtudes Ruiz, Pilar Poveda, Mercedes Delgado, María Cortés, Carmen Delgado y un servidor de ustedes, Mauro Navarro que agotado en este intento se despide y les pide a su vez la venia y el beneplácito de un merecido descanso. 

 

   



LOS POLICHINELAS

    Y les contaré, para dar termino a tan extensa homilía, que la nostalgia hace que hagamos tontunas y pensemos en volver de alguna manera a lo que fuimos. Es por ello, que con la ilusión perpetua de tener por una vez en el año frondosa cabellera, me lancé una vez más a la calle con mi apreciada peluca, que acompañada con unas gafas de los chinos que tienen tienda en la plaza hicieron que me pareciera a mi admirado José Feliciano. 



Lo dicho, el puertoriqueño cantante