Les propongo hoy un
ejercicio recordatorio sobre la historia de nuestro pueblo, refiriendo pasares
que seguramente los más jóvenes ignoran, para contarles que los años del 1824 y
1825 fueron de una extrema esterilidad en los campos, sobreviniendo por ello
una miseria espantosa. Lo que se dio en llamar Junta de Caridad tuvo que actuar
para hacer frente a la situación, procurando por todos los medios reunir
recursos con los que socorrer a multitud de personas que estaban en la
indigencia.
Bandadas de hombres, mujeres y niños, según contaban
los escritos del archivo parroquial, quemado durante la Guerra Civil, y refleja
Don Antonio Pardo en su libro BREVES PAGINAS ACERCA DE LA VILLA DE SANTA
CRUZ DE MUDELA recorrían las calles del pueblo manifestando en sus rostros el
hambre que los aniquilaba y consumía. Muchos de ellos parecían verdaderos
esqueletos andantes y fueron numerosos los que perecieron víctimas del hambre.
La antedicha Junta de Caridad tomó
a su cargo el recaudar fondos entre los vecinos dirigiendo igualmente
solicitudes al Marqués de Santa Cruz (… que andaría holgado en su Palacio del
Viso y contribuyó con 2000 reales, que eran 500 pesetas de las de antes y 3
euros de los de ahora), al Infante Don Carlos (… que andaría igual y aflojó,
estirándose aún menos, 1000 reales que no convertiré al uso actual para que no
me de la risa), al Gran Duque de Luca(… que era poseedor, como el anterior
Infante citado, de una de las Encomiendas limítrofes y aportó la “sabrosa”
cifra de 600 reales) y al Sr Arzobispo y Cabildo de Toledo como partícipes de
los diezmos y primicias (… que eran la parte de los impuestos que estos se
embolsaban de lo que recaudado era por los señores anteriormente citados a los
pobres de solemnidad que tenían en arriendo sus tierras) y de los que se sabe
que la súplica que se les dirigió les produjo un “buen efecto” (… esto es
cojonudo) aunque, al menos el Cabildo, se excusó de contribuir alegando como
razón que también había muchos pobres en Toledo y por los pueblos cercanos.
Estos, siempre igual. Como la cerveza de El Aguila.
Aun así, se llegaron a recaudar entre los
vecinos 3200 reales, que eran 800 pesetas y poco menos de 7 euros, debiéndose
hacer notar que solo contribuyeron trece personas porque los demás apenas
podían atender a su propia subsistencia. A los pobres de solemnidad, que según
Don Antonio Pardo eran 122, y a los enfermos e impedidos, se les socorría
diariamente con onza y media de arroz, que venían a ser unos cuarenta y cinco
gramos, y media libra de patatas, que eran unos 220. A los ancianos, que eran
19(… entonces el personal no alcanzaba edades tan provectas como alcanzamos
ahora) se les daban dos reales, que eran cincuenta céntimos y la mitad de una
peseta y, como sustento general, se daba una sopa a la que acudieron en el
invierno de 1824 quinientas personas y en el de 1825 alrededor de mil. Piensen,
mediten y serán conscientes de, y a pesar de los pesares, porque poco nos
quejamos ahora.
Y,como aún siendo pocos, siempre suele parir la
abuela, el 25 de Junio del año del señor de 1834 sobre las doce del mediodía
descargó una tormenta torrencial sobre el pueblo inundando los campos que
quedaron arrasados por la abundancia de piedra. Cuentan las crónicas que fue
tanta el agua que cayó, y en tan poco tiempo, que uniéndose las corrientes en
lo que era el Arroyo Riansares (… que en la actualidad discurre entubado y se
utiliza como colector de aguas), por la inclinación de las calles hacia él,
creció su caudal de un modo extraordinario. El arroyo se desbordó, arrastrando
a su paso un viejo pajar que estaba situado junto a su margen hasta el Puente
del Llano interceptándolo. Subieron entonces las aguas por encima de los
pretiles del puente, y se precipitaron sobre las calles cercanas, alcanzando su
nivel una gran elevación. Los cimentos se empaparon y ablandaron de tal manera
que se desplomaron las tapias y las techumbres quedando reducidas y cubiertas
de agua quince casas y dos posadas, pereciendo además veinticuatro personas, (…
que otros documentos elevan a treinta y tres) de todas las edades y sexos.
La Milicia Nacional y algunos intrépidos
vecinos, a nado unos, y a caballo otros, acudieron inmediatamente, con gran
peligro para sus vidas, a prestar auxilio a los inundados para conservar el
orden y sostener el espíritu en tan infortunados momentos, consiguiendo librar
a muchos de una muerte cierta. Durante mucho tiempo se recordó este desgraciado
acontecimiento en el pueblo como la “Nubada de San Guillermo” y las
innumerables personas que tuvieron que abandonar sus hogares encontraron una
cordial cogida en las casas de vecinos que les prodigaron todo género de alivio
y consuelo. A los dos días de este triste suceso se presentó el primer
caso de cólera. Y cuenta Don Antonio Pardo en su libro, que le causaba pena
leer el libro de defunciones de aquel aciago año del 1834, que se le presentaba
a la imaginación como un cuadro de desolación y tristeza, en que
hubieron de morir por el verano trescientas seis personas. La epidemia se
repitió en agosto de 1855 llevándose por delante a otras cien.
¿Qué les ha parecido este retazo perdido de nuestra historia? Seguro
que ahora piensan que, después de todo, y a pesar de los pesares, no estamos
hoy en día, y aunque estemos recluidos, tan mal.
Solo pasa que nos habíamos acostado en un mundo y de
repente nos hemos levantado en otro. Muchas cosas han perdido su magia, Venecia
ya no es tan romántica, Nueva York está que no se tiene en pie, la Muralla
China ha dejado de ser una fortaleza y la Meca está vacía. Los abrazos y los
besos se han convertido repentinamente en armas y el no visitar a nuestros
padres y amigos se ha convertido en un acto de amor. De repente nos hemos dado
cuenta que el poder, la belleza y el dinero no nos sirven para nada y no pueden
aportarnos el oxígeno por el que estábamos luchando. El mundo continúa su vida
y es precioso. Únicamente ocurre que ha recluido a los humanos en jaulas y les
ha enviado un mensaje que viene a decir: “No sois necesarios. El Aire, la
tierra, el agua y el cielo están bien sin vosotros. CUANDO VOLVAIS RECORDAD QUE
SOIS MIS HUESPEDES. NO MIS DUEÑOS.
Gracias a Don Antonio Pardo, que en gloria este,
porque escribió, (con sus modificaciones y añadidos como siempre) la primera
parte de esta que es mi vuelta al ruedo. Sacada está de su libro. Sin dudas el
mejor que se ha escrito sobre el pueblo, que venero y tengo de cabecera. Y
también a mi querido Bajillo que fue quien me envió el escrito con el que
terminé y del que no conocemos autor. Me pareció tan certero y sublime que no
pude evitar el echarlo a volar.
Y eso, que se nos fue esta Semana Santa
anormal. Tanto que un servidor debería estar a estas horas corriendo como un
pollo descabezado detrás de la barra del restaurante y, muy a su pesar, está
con las posaderas sentadas narrándoles estas tontunas, Mas ya saben que dice el
refrán que “no hay mal que cien años dure”. Ni cuerpo que lo resista me digo
yo. Esperemos entonces que el bicho ceda y la cosa se vaya normalizando. Aunque
ya les auguro que no será mañana. Paciencia hermanos, paciencia.
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