Recojo un
testimonio que aparece en la página de la Cadena Ser y que dice así: “ Se nos
va la generación de los fuertes, de los valientes, de los que lucharon por todo
y recibieron poco a cambio, de los que no esperaron nada de nadie, de los que,
lo poco que consiguieron, fue a base de su esfuerzo, de trabajar jornadas de 20
horas desde los diez años, de no saber que era un fin de semana, de dejarse la
salud y la vida. Son aquellos que nacieron en la guerra y la posguerra,
aquellos que pasaron hambre y enfermedades, aquellos que recibieron muy poco de
un país al que ellos se lo dieron todo. Son aquellos que no tuvieron infancia,
que lucharon por conseguir lo mejor para sus hijos sin darse cuenta de que
estaban luchando por todos. Hoy otra “guerra” se los lleva solos en un hospital
o en un geriátrico y solo serán un número más en una fría estadística. Pero me
temo que, como siempre, no sacaremos nada positivo de todo esto y volveremos a
privatizar, aún más, la sanidad, la educación, la gestión de los ancianos.
Volveremos a utilizar el mal de algunos para el beneficio de otros”. Y termina,
“ A mi madre Victorina, en estos momentos sedada en el Hospital Ramón y Cajal
de Madrid.
Me estremece leer este testimonio
real, crudo, y certero en el que Andrés Menéndez, (… a quien evidentemente no
conozco), rinde un merecido homenaje a la madre que, probablemente no verá más,
y le dio la vida.
Y es verdad que no aprendemos.
Muestra de ello es que, después de la que nos está cayendo, a menos de un metro
y medio, y sin mascarillas, hay miles de teleoperadores que tienen que ir cada
día a trabajar. Y lo mejor, les puedo asegurar, es el salario. Deplorable. ¿Qué
habrá de ocurrir para que, quien corresponda, sea consciente de que son
imprudencias como esta el alimento del que se nutre la voraz pandemia?
Ha salido Casado en la caja tonta.
Dice que ha decidido tener una posición de estado ante esta crisis, (… loado
sea el Señor que está en los cielos con sus ángeles custodios porque igual se
ha caído, al igual que San Pablo, del caballo empujado por un certero rayo
divino), porque los españoles desean tranquilidad y eficacia. Pero no. ¡Pobre
de mí pecando a mis años de ingenuidad!. Le dura poco la compostura porque de
inmediato,(… ya saben que la cabra siempre suele tirar al monte), anuncia que
ya habrá tiempo de exigir y dirimir responsabilidades. A toro pasado todos
sabemos, y solemos acertar, lo que hay que hacer a cada instante. Y es por ello
que este país suele tener cada mañana desde que alborea el día, y en la barra
de los numerosos bares que diseminados están a lo largo y ancho del suelo
patrio, una tropa de presidentes del gobierno y entrenadores de diversos
equipos y de hasta la Selección Española de Futbol que saben lo que hay que
hacer siempre con dotes inusitadas de acierto y precisión. Pero en el bar
amigos. Siempre en el bar. En el exterior, y lloviendo como llueve ahora, no
suele quedar ninguno. Por ello, sería de agradecer que el señor Casado, a quien
nos referimos, dijera ahora, con esa clarividencia y acierto al que “siempre
nos tienen acostumbrados los líderes de la derecha”, comandados por el semidios
Aznar, cuales son, según él, las directrices que se deben seguir para salir
victoriosos de esta plaga que asola su siempre querida España porque, de lo
contrario, cometerá pecado grave de omisión por tamaña negligencia. Y eso, en
gente tan pía y de mano en el pecho, no suele ser perdonable.
Y por si los hospitales españoles no
tuvieran ya bastante con el puñetero coronavirus, un nuevo virus, ahora
informático, ha irrumpido en escena. Lo ha detectado la Policía Nacional
tratando de colarse como información adjunta en los correos de los sanitarios cuando,
disfrazado de información sobre el Covid-19, pretendía “romper” el sistema
informático de los centros médicos en plena crisis sanitaria. Éramos pocos y
pario la abuela.
Por último, me llega una noticia muy
de agradecer porque es de las que te alegra el día aunque haya amanecido teñido
de gris. Leo en el LANZA que cincuenta vecinas de Santa Cruz de Mudela están
colaborando en la confección de mascarillas para proteger a la población y a
los mayores de las residencias cercanas de los estragos del bicho. Dice que
Hostelería Huertas a donado el material necesario y distintas mercerías y
particulares la cinta elástica necesaria para confeccionarlas, mientras que la
Policía Local y Comercial del Valle se dedican a la distribución y
corte del material, siendo Tintorería Nuñez quien esterilizara las mascarillas
una vez confeccionadas.
Acciones como esta demuestran que la
calidad humana de las personas crece siempre ante la adversidad. Eso se llama
empatía y consiste, y es cosa que en estos tiempos de opulencia y plácido vivir
estábamos olvidando, en ponerse en el lugar del que tenemos enfrente de la mano
de algo tan hermoso como es la solidaridad. Veo en la foto a mi apreciada amiga
Sandra Pérez García junto a su señora suegra y me sale del alma decirle, como
ya le he dicho a través de las redes sociales, que es más apaña que un jarrillo
de lata de aquellos que usábamos cuando íbamos de acampada en los dulces y
añorados tiempos de la juventud y que lo mismo servían para tomar el café de la
alborada, que la cerveza del mediodía o el irrenunciable cubata nocturno. Vaya
por ella y por toda esa gente que se ha encomendado a tan noble tarea el
aplauso que, tan solo hace un rato, hemos dado desde el balcón.
Y me despido olvidando las noticias
negras que nos vienen dando desde el mediodía para pensar, sin un asomo de
duda, que un día más siempre resulta ser uno menos. Salud.
No hay comentarios: