Da lo mismo, pero anímense que estamos en domingo, sin fútbol y mañana es lunes. Lo voy arreglando. Por cierto, ¿ han oído que algún multimillonario de estos a los que le pagan por darle patadas a un balón se haya mostrado solidario, monetariamente hablando, contribuyendo con una misera parte de sus ganancias para lo que buenamente haga falta en esta lucha sin cuartel que se ha desatado para combatir al letal bicho? Yo no he oído ni papa al respecto. Igual me equivoco y hay por ahí alguno que ha donado algo para comprar una caja de mascarillas y un servidor, con esto del encierro, ni se ha enterado. No sé.
En otro orden de cosas el tonto más grande que hay en Inglaterra ya ha
decretado medidas radicales para frenar el avance del bicho después de admitir
el fracaso de sus ideas de lumbreras que alentaban a la ciudadanía inglesa, tan
selecta y especial ella, a dejar que la enfermedad se expandiera como las
moscas cuando llega el mes de agosto. Por ello decreta ahora el cierre de las
principales estaciones de metro, que tampoco es mucho, y se prepara para hacer
frente a algo que vio venir sin hacerle ni puñetero caso.
Arrecian las críticas hacia Pedro Sánchez después de que anoche se
asomara a la ventana televisiva para decirnos que nos esperan muchos días de
pesar y sufrimiento. Le vi abatido, como con cara de no haber descansado en
siete días y con el pesar lógico de quien sabe que le ha caído encima un marrón
de dimensiones difícilmente calculables. Mientras el personal en eso del Twiter
le pone como hoja de perejil yo quiero pensar, y miren que el susodicho nunca
jamás fue del todo de mi gusto y gozo, que está haciendo todo lo que es
humanamente posible en la guerra contra esta plaga. Sánchez es un presidente en
tiempos de guerra, dice en Facebook Esther Roldan, suscribo hasta la ultima
coma de lo que dice, y nadie está preparado para eso. Seguro que apenas duerme,
tiene a toda su familia enferma. No se puede ser más humano. Por ello, sería muy de apreciar que habiendo, como hay, un extenso rebaño de insensatos
propagando toda serie de mentiras en las redes, tengamos todos la sensatez de
separar el grano de la paja para obviar tanta calumnia y difamación que en
forma de vídeo, imagen y audio circula por esos rincones sin orden y sin control.
Contrastemos y sepamos la que es información fiable y obviemos lo demás
arrojándolo a la basura.
En su contra diré que a mi juicio está tardando en decretar que todos los
trabajadores que no sean esenciales dejen de ir a trabajos donde se pueden fácilmente
contagiar. Por ello sería deseable que no esperase a tener más de cuatro mil
muertos como en Italia para empezar en ese sentido a actuar. He leído por ahí
que mientras los médicos se baten hasta la extenuación con las UCI desbordadas,
un grupo de científicos han reclamado el total confinamiento como sardinas en
lata de toda España.
Hoy rompí durante un breve espacio de tiempo mi reclusión con su encierro. Ya les conté que desde el viernes anterior al toque de queda, en que estuve en Los Jardinillos a por agua, no había salido de casa, exceptuando, eso si, los cuatro ratos en que voy a tirar la basura, tarea antes muy poco apetecible y que ahora me gusta tanto como ir a zamparme unos botellines al Tapicao, y el momento, que ya se acerca, en que hacemos lo del salir, como cuando la santa se va de corrida a Las Ventas con la peña, a hacer palmas en el balcón. Ahora entiendo, y me doy cuenta, (... aunque siempre lo tuve muy claro) de lo poco que necesita el ser humano para ser y sentirse feliz. Y como me perdí, voy a volver sobre mis pasos para contarles que puse mi “grácil” figura en la calle para ir a bordo del coche, que antes fue taxi en el que subieron sus posaderas los indígenas del pueblo y de Dios sabe de cuantos y variados lugares, con la intención de llenarle el depósito por lo que pueda pasar. Y ya, como no iba a hacerlo si tenía que ir a por el abastecimiento de pan para la tropa, me acerque un ratico, (… no me echen la bulla; sentí la obligación de hacerlo), a visitar con brevedad a mi buena hermana y sacristana que anda como perdida con el faltar de los cantos con sus misas. Y me sorprendió gratamente, aunque resultaba depresivo porque se asemejaba el paisaje a ese que veíamos en los documentales televisivos de UN MUNDO SIN HUMANOS, ver el pueblo sin un alma y con gatos y palomas andando por las calles como Pedro por su casa.
Y sin más, volví otra vez al calor del dulce hogar donde me esperaban la cerveza del mediodía con sus tapas de jamón y las noticias que, por ser las que todos ustedes saben, no merecen mención ni recuerdo alguno.
Queden con Dios hasta el día de mañana en que espero calentarles de nuevo
la cabeza con mis dudas y cavilaciones. Me quedo en la grata compañía de Johnny
Cash.
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