Leo la noticia de que varios sanitarios
del Hospital de Valdepeñas ofrecen sus teléfonos móviles para que los pacientes
de coronavirus puedan hacer llamadas a sus familiares y siento que el ser
humano todavía conserva el hermoso don de la empatía que, al menos este que les
escribe, daba por casi perdido, Y me satisface más aún esta generosa acción
porque tengo la convicción de que será a los pacientes más vulnerables, de
mayor edad y más desasistidos, que no disponen de móviles y apenas saben
usarlos , a los que se les abrirá un rayo de luz en esta negra noche con
tan loable medida.
Ha sido de ELENA CABELLO, enfermera de urgencias del hospital, de quien ha
partido este gesto altruista que se le ocurrió siguiendo el ejemplo de otros
compañeros que habían publicado, a través de Facebook, sus turnos en el
hospital por si cualquier familiar necesitaba saber algo de los pacientes. Y al
preguntarse ella misma que es lo que podía hacer, no encontró mejor idea que la
de aportar su propio teléfono para establecer una comunicación directa entre
los enfermos y sus familiares. Intentan, además, todos los profesionales que se
han sumado a esta iniciativa, que diferentes empresas de telefonía aporten de
manera gratuita algunos terminales para que todos los pacientes en los que se
ha cobijado el puto bicho estén en comunicación directa con los suyos. Un hurra
por esta gente. Que se oiga. Lo tienen bien merecido.
Le robo a mi apreciada amiga Raquel Valera un texto que adorna su perfil
de Facebook y que dice así: “Los pulmones de la tierra necesitaban respirar,
las personas odiaban más que amaban, los padres necesitaban pasar más tiempo
con sus hijos. El rico pensaba que el dinero compraba la felicidad, el
futbolista tenía más éxito que el sanitario, el estrés hacía temblar los
corazones y las razas levantaron grandes fronteras hasta que un día, de
repente, el mundo se paró y la tierra comenzó a respirar aire puro”.
“Las personas, en su lejanía se dieron cuenta de que se amaban. La
familia, de nuevo, estaba unida. El rico, al no poder salir de su casa, tuvo
que conformarse con unos bollos de pan. La gente aplaudía desde los balcones a
los verdaderos héroes mientras nuestras mentes se serenaban porque ya no había
prisas. Y cuando todo esto estaba a punto de acabar, el mundo entero se unió
convirtiendo los cinco continentes en uno solo”. Es tan hermoso que quiero
hasta pensar que algún día pueda llegar a ser cierto.
El día nos amaneció como si fuera de pleno otoño. Nubes negras
adornaban el horizonte que puedo llegar a vislumbrar desde las ventanas del
refugio que tengo en mi buhardilla. Miro al cielo y en tan vasta inmensidad
siento que los descubrimientos de estas últimas décadas no eran descubrimientos
de la sabiduría. Eran descubrimientos pensados para ir en contra de lo más
hermoso que adorna al ser humano, cosas que, aunque en nuestra ignorancia no
fuésemos capaces de intuirlo, no nos hacían avanzar un solo paso en el camino
que lleva hasta la felicidad. Tal vez cuando cese este ciclón que nos engulle
tengamos conciencia clara de lo que son las cosas sencillas, del valor
indeleble de la amistad, de una puerta abierta o de una mesa acogedora. Y
quizás también, valoraremos igualmente, un apretón de manos, una sonrisa, el
silencio de una Iglesia, el dibujo de un niño, una flor que se abre, un pájaro
que canta, una hilera de álamos, un riachuelo, una montaña o la vaca que pasta
en ella. Entonces, no lo duden, la vida será una fiesta porque habremos
aprendido a disfrutar de las cosas sencillas y normales de cada día. Esas
mismas que antes decía que habíamos olvidado. Bendito sea Phil Bosmans, de
quien saque la idea y parte del anterior escrito.
La vida sigue igual. Por ello no merece la pena que les caliente más la
cabeza relatando datos y números que todos saben y nos dejan abrumados. Solo
cabe esperar que la tormenta arrecie y un mar de calma se vaya extendiendo.
Entretanto, y agarrados al palo mayor del barco, habrá que seguir luchando
contra esta tormenta que bien podemos catalogar de perfecta.
Muy bonita iniciativa. Gracias por compartirla con todos
ResponderEliminarGracias. Al menos sirve como entretenimiento en estos días en que lo que sobran son horas. Que Javier eres tu?. Tengo unos cuantos en mi lista. Saludos.
EliminarEstas cosas son las que me hacen seguir creyendo en el ser humano. Nunca tuvo más valor prestar tu teléfono a unas personas que desde su lecho, quieren tranquilizar a quienes saben que están sufriendo por ellos. Preciosa iniciativa. Saludos capitalinos.
ResponderEliminarAsí es amiga. En estas pequeñas cosas se esconde los que hace grande al ser humano. Saludos de vuelta desde tu pueblo. Creo.
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