El día en que publiqué
un relato de homenaje a mi querida madre hubo quien me pidió, y no le faltaba
conciencia y razón, que, por dignidad, hiciese lo mismo con mi apreciada
hermana del alma. Y fue este asunto que fui demorando a la espera de que
llegara el momento de un fatal desenlace previsto y no deseado durante años
porque solo entonces podría relatar, de forma cumplida y precisa, lo que era
una total dedicación, en cuerpo y alma les puedo asegurar, de días, meses y
años hacia la persona que le dio la vida. Y llegado ese momento, que no deseaba
y que a su vez pedía a Dios que fuese liviano sin que al final, al menos
en ese sentido, mis plegarias obtuviesen respuesta, me encontré vacío, desolado
y sin fuerzas. Y fue entonces, ahí si me debieron echar una mano desde las
alturas, cuando ella, mi querida infanta de los lloros, apareció con esta
sentida joya que ahora les ofrezco y que nunca jamás este humilde servidor de
ustedes hubiese podido ni llegar a imaginar. Después pensé que foto era
merecedora de acompañar tan sentido homenaje y no dudé al escoger una que había
tomado algún tiempo antes de que mi madre partiese hacia el país de nunca jamás
y que había sido tomada una mañana, a bote pronto y sin pensarlo. Y la escogí,
a pesar de que much@s que la conocieron la encontraran irreconocible, porque
les puedo asegurar que me inspiraba, y me inspira, tanta ternura que no puedo
evitar que velos de agua cubran mis ojos cada vez que la contemplo.
Yo escogí la canción titulada Yo
no podría vivir sin ti compuesta por el cantautor Joan Baptista Humet en 1982.
La mayoría de las personas entienden que el 14 de
Febrero es el día de los enamorados, pero ¿Sabéis una cosa? Se puede estar
enamorado de muchas personas, incluso se puede estar enamorado de algún lugar o
enamorado de algo como la música. Por ello yo os voy a hablar de un tipo de
amor que no es el típico amor de pareja, sino el amor de una madre a un hijo,
de una persona hacía otra que lo da todo por ella y por su bienestar. Os voy a
hablo del amor de mi abuela hacía mi tía.
Bueno, esta es una canción que
llevo escuchando desde pequeña porque mi padre me la ponía. De pequeña no me
paraba a pensar en la letra, no me paraba a pensar ¿qué estará diciendo? Sin
embargo, hace unos días decidí crear una lista en Spotify a la que titulé
“Recuerdos de papá” en la que he ido introduciendo distintas canciones que a lo
largo de mi vida me han marcado y que mi padre me enseñó. Entonces, añadiendo
canciones a la lista de mi padre, me acordé de esta y volví a escucharla.
Cuando terminé, me di cuenta de que lo que siempre había canturreado de pequeña
sin conocer su significado era una historia de amor preciosa en la que una
persona que no puede valerse por sí misma agradece de todo corazón a quien está
cuidándola lo que hace por ella porque, aunque no puede comunicarse con una
mirada, es capaz de decirle todo. Voy a hablar de esta canción y de todo esto
porque yo he vivido un caso parecido desde muy cerca porque he tenido una
abuela sentada en un sillón durante años. Una abuela que cayó en una depresión
que hizo que su vida fuese menguando poco a poco; hubo un momento en el que sus
piernas dejaron de responderle, hubo un momento en el que empezó a olvidar
cosas, un momento en el que ya no podía comer sola, pero ¿sabéis que?, en
ninguno de esos momentos mi tía le faltó. Mi tía la cuidaba día y noche, le
preparaba su plato de comida, se lo daba, la vestía, la lavaba. Hacía todo
aquello que mi abuela ya no podía permitirse hacer.
Cuando yo iba a casa de mi abuela observaba como mi tía
con todo el amor del mundo se encargaba de ella. A decir verdad, creo que nunca
he visto a nadie tratar a otra persona con tanto cariño como ella lo hacía. Y
entonces veía como mi abuela la miraba con unos ojos llenos de amor que lo decían
todo porque, aunque no podía expresarse bien, sus ojos hablaban por si solos
porque como bien dicen: los ojos son el reflejo del alma.
Por ello quiero que escuchéis esta canción, porque es
la canción que, si mi abuela hubiese podido, le hubiese dedicado a mi tía:
Casi todo lo que dice está canción
me recuerda a mi abuela, porque ella no habría podido vivir sin mi tía. Por
eso, esté donde esté, esta siempre será su canción.
Y a raíz de todo esto recordé una carta que un día mi padre
encontró en internet y que le gustó tanto que decidió recitarla
añadiéndole la banda sonora de la Lista de Schindler, una película que ha visto
tantas y tantas veces y que tiene pendiente volver a ver conmigo. Esa carta
narra las palabras de un padre a su hijo, en las que le pide paciencia, cariño
y comprensión conforme a su avanzada edad, le pide que le cuide tal y como hizo
él cuando era pequeño. Es una carta que me pareció que toda persona tendría que
escuchar, al menos, una vez en su vida. Por eso, hoy, la he traído hasta
vosotros. Es cierto que es una carta triste, pero está llena de verdades y
amor.
Con esto, solo quiero que recapacitemos. Para que en un futuro, seamos
capaces de cuidar de nuestros mayores como ellos día a día han hecho con
nosotros. Porque les debemos todo, les debemos lo que somos hoy y lo que
seremos mañana. Porque ellos nos dieron la oportunidad de vivir. Y nosotros,
tenemos la oportunidad de aprovecharlo.
Amigo Mauro, creo que debes sentirte muy orgulloso de -como tu le llamas- la Infanta de los Lloros. En ese relato cuenta algo que ha le ha empapado desde niña, el cariño y el amor de una madre hacia sus hijos y viceversa, y eso querido amigo, es para estar muy orgulloso. En esta putrefacta sociedad donde parece que ya no caben los sentimientos, siempre asoma como flor entre lodazales algo que nos de esperanzas, de que no se pierda esta generación en puras banalidades, y ahí en tu propia casa has tenido la suerte de encontrar la mejor respuesta. De bien nacidos es el ser agradecidos. Un abrazo para los dos.
ResponderEliminarPor supuesto que me siento orgulloso Pepe. Mas que nada, de comprobar que reúne valores y sentimientos, algo esencial en un mundo que empieza a carecer, como bien dices, de estos manjares. Un gusto encontrarte por estos lodos. Y un cordial abrazo.
EliminarPues me ha quitado el comentario que te dejé. Lo siento tanto!
ResponderEliminarCordiales saludos, Mauro!!
Al no saber lo que comentaste, difícilmente te lo puedo contestar. Saludos de vuelta Beatriz ...
EliminarPrecioso relato. Tuve el honor de leer el original, puesto que la protagonista del mismo - orgullosísima por cierto - nos llevó a casa para compartirlo con nosotras. Lo leí en voz alta, y la emoción se apoderaba de nosotras. Al final mi hermana Pilar terminó llorando, pues es conocedora muy directa, -por las conversaciones diarias que mantienen - de su abnegada labor, y por el mutuo aprecio que se tienen. Felicita a la autora, y os felicito a vosotros por el resultado de vuestra cosecha. Como dije por ahí, de tal palo... tal chichón! Un abrazo.
ResponderEliminarPues quisiera yo que el chichón fuese más gordo que el palo o lo que es igual, y da lo mismo, que la infanta recorriese los caminos que su progenitor no anduvo. Unas veces por desidia y dejación a edades tempranas nada preocupa, y otras porque la vida nos me dejó hacer lo que verdaderamente me gustaba. Ciertamente, y en verdad, nos sentimos muy orgullosos de ella. Esperemos que el arbolito siga creciendo derecho. Gracias por llamar a esta puerta una vez más...
EliminarEstimulantes palabras
ResponderEliminarY escueto comentario que, una vez más, se agradece, amigo.
EliminarEstimulantes palabras
ResponderEliminarAmigo Mauro: tu "Infanta de los Lloros" seguramente es tu mejor obra y tu mayor tesoro.
ResponderEliminarTambién sospecho que debe de ser la mejor imagen que te devuelve el espejo cuando te mires en ella.
Enhorabuena.
Acertaste en todas tus apreciaciones, amigo Luis. Aunque veces me pregunto si es bueno o malo ese afán de querer ver realizado en nuestros hijos lo que no fuimos capaces de llevar a cabo nosotros. Tal vez es una pesada carga la que sin quererlo les imponemos. Por lo demás, contento y satisfecho. Gracias por sentarte a la mesa. Se te aprecia...
EliminarQue bonito Mauro.
ResponderEliminarGracias Ana. Un saludo...
EliminarLa infanta de los lloros sabe llegar al corazón.
ResponderEliminarEs sensible y, muy importante Virtudes, está dotada del don de la empatía. Ese que nos lleva,a quienes tenemos la suerte de poseerlo, a ponernos en el lugar de los otros. Gracias por pasar por estos andenes...
EliminarY se nos van, y no pasa día sin que los echemos de menos, y crees que con el tiempo será mas fácil, pero no es así.
ResponderEliminarUn relato lleno de nobles sentimientos.
Y lo peor, Ines, es la sensación de que, poco a poco, te vas quedando sin referentes. Gracias por sentarte a esta humilde mesa....
EliminarMauro no decaes, tus relatos son buenos siempre, saludos Miguel Mateo
ResponderEliminar¡Hombre Miguel!, que alegría verte de nuevo por estos lugares. No creas, que si he decaido. La verdad es que ando con el ánimo por los suelos. Además, en esta ocasión, el relato es de mi hija a quien por suerte también le gusta el asunto de darle a la pluma. A ver si levanto un poco el vuelo, que empiezo a verlo difícil, y vuelvo a inventarme historias. Lo dicho, un gusto recibirte...
EliminarGracias por compartir tan bellas evocaciones !
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