A veces me da por pensar en que
el camino se estrecha. En que se torna escaso el tiempo que me queda de estar
disfrutando de la serena placidez de este convento. En que más pronto que tarde
habrán de llamar a mi puerta realidades hasta ahora ajenas e impensables en los
oscuros recovecos de mi apreciado cerebro. ¿Qué son un par de décadas más en este
corto devenir llamado vida?; una insignificancia que ha de pasar como soplo de
aire fresco en una tarde de verano, sin que apenas me dé cuenta de que el tren
de la existencia se acerca inexorablemente a esa preestablecida meta que no es
otra que el final de un camino en el que cada vez habrá menos luces mientras el
corazón se siente cada vez más
acobardado.
Y el miedo, que nunca
antes asomó, irá haciendo mella en mi ser, porque aunque no quiera hacerlo y lo
sienta como algo lejano en la distancia, me niego a preguntarme como habrá de
ser el día, si ha de llegar, en que deje mis enseres, la casa que me cobijó,
mis libros, mis discos y todos los pequeños retazos que compusieron el
puzle de mi vida, para partir hacia uno de esos maravillosos “hoteles de cinco
estrellas” donde apartan como en un cementerio de elefantes a todo el ganado
sobrante; cárceles del alma de lujo aparente donde los padres quedan presos y
los hijos marchan con la “conciencia tranquila” y la falsa convicción de que
dejaron a quienes les dieron la vida en buenas manos.
Lo que más me cuesta aceptar es que mi libertad sea coartada.
Que todo lo que haya de hacer cada día sea preestablecido. No volver a ver mis
calles y dejar de hablar con los pocos paisanos que aún me sean conocidos. Que
el suelo de las aceras que recorrí desde niño no sienta ya el eco de mis
pisadas. Ya sé que esto es solo una hipótesis y puede que jamás ocurra. Que hasta
puede ser que el calor del añorado hogar me cobije y me arrope hasta el
postrero suspiro existencial. Que cuando lleguen esas últimas jornadas el peso
del cansancio acumulado a lo largo de los años y las maletas de tantas derrotas
solo sean una carga de experiencia, batallitas que contar a los nietos, si
llegaran, sin ningún regusto amargo. Pero me queda la duda que, como decía
Borges, es uno de los nombres de la inteligencia.
Y que decir más, si ni soy adivino, ni por
supuesto se lo que ha de esperarme; seguiré viviendo plácidamente, comiendo y
bebiendo lo que buenamente pueda, disfrutando de los dones que la vida me vaya
asignando. Y después, con el paso de los años, si tiene que salir el sol por Antequera, que salga, si ha de
salir por donde quiera.
...
si no estuviese tan oscuro a la vuelta de la esquina o simplemente si todos, descubriésemos
que todos, llevamos un viejo encima. (Joan Manuel Serrat.)
Lo más importante está aquí tiene mucha razón Francisco cuando dice que hay gente que es vieja de nacimiento ;-)
ResponderEliminarCuando llegue el momento yo también quiero decir eso de "no me jodáis"
Un abrazo
Amigo Mauro: A veces pensamos en la niñez o en la vejez desde nuestra cabeza de adultos. Y nos equivocamos siempre: Ni el niño es, ni siente lo que pensamos los adultos que piensa, ni el anciano.
ResponderEliminarAmbos viven confiadamente el momento presente y disfrutan. Somos los adultos los que desperdiciamos el presente por las añoranzas del pasado o los temores del futuro.
Me ha gustado tu blog. Un saludo afectuoso para tí y para Almalaire
Estupendo relato amigo Mauro; es una realidad magistralmente descrita: la sensación que acompaña la llegada inexorable de la vejez en el lujoso ambiente de las que tu llamas "cárceles del alma"; Dios me libre de tener que abandonar mi amado terruño para ser encerrado en esos "hoteles de cinco estrellas, de lujo aparente".
ResponderEliminarEfusivo abrazo y felicitaciones por el blog.
Me quirto el sombrero querisdo amigo.A mi tambien me asaltan esas dudas , esos miedos , pero decido pensar y concentrarme en el ahora.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo querido amigo .
Namaste
Lo que ha de venir... vendrá, pero recurro a una de tus frases: Cuando lleguemos a ese río, hablaremos de ese puente. Estaremos pendientes como mucho de mañana puesto que el futuro es incierto.
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