Cierto y verdad es que no ando sobrado
de ocurrencias últimamente. Será que las musas huyen de mi o que tanto exceso
de calor me derrite hasta el entendimiento. Por ello, y siendo sincero, tenía
pensado, es lo que tiene el acomodarse en demasía, que llegado este año el
momento de enviar escrito a mi amigo el impresor Valverde para el libro de las Ferias y Fiestas habría de echar mano de alguno de los múltiples relatos que
duermen en los cajones de La Factoría Navarro.
Y miren por dónde fue
el alcalde de esta villa, con lo que está de más prevenir lo que haya de pasar,
y buen amigo, Mariano Chicharro, quien hubo de instarme hace muy escasas fechas a
que preparase con premura la misiva advirtiéndome, eso sí, que esta versase
sobre las cosas y aconteceres de la villa y sus indígenas, en uno de esos
relatos en blanco y negro que tanto gustan al personal. Materia esta, hubo de
señalarme, impulsándome a que arrancara como un cohete, en la que aseveró que era buen hacedor, con lo cual y pensando que pudiera ser que leyera los relatos
de mi posada de escritos sintiéndose así engañado, no quedó otra escapatoria
que engendrar una nueva criatura con la que llegó este parto.
Y como fue en el Bar de
Las Virtudes donde aconteció este hecho pensé que sería acertado componer un
manojo de recuerdos a los bares que se fueron y que, salvo honrosas
excepciones, ya no están. Aquellos donde vivimos momentos inolvidables. ¡¡¡Va
por ellos!!!. Por los bares y sus gentes.
Y fue en uno de ellos, sin
que recordemos cual, donde Manuel Piña Navarro, empresario que fabricó el
primer hielo que hubo de refrescar el gaznate de los santacruceños y padre
también de la conocida gaseosa La Pitusa, le contó al Bajillo, en los años en
que fue alcalde, cómo Aurelio Urquijo, regidor socialista de la villa en los
tiempos de la guerra, tenía por costumbre saludar a los parroquianos en su
llegada a los bares con un “salud y con Dios, que de “tos” estaréis”.
El bar LA GAVILLA lo dirigía
Bautista Linares Larrea, cuñado de Román el Ciego. Estaba situado en la Calle
Independencia y su tapa estrella era el tiznao, manjar muy apreciado en esta
tierra, que degustaban los clientes asiduos mientras se afilaban las uñas
jugando a las cartas. El CORTIJILLO, del que aun pueden hallar vestigios los
lectores observando su puerta desvencijada, estaba situado en el Teatro Cine
Santa Cruz y fue durante años regentado por Joaquín Puertas “Picasso” e Ignacio
López Hernández. Lo más curioso del establecimiento, dadas sus reducidas
dimensiones, es que tenía los urinarios a la vuelta de la esquina, al sereno y
en la acera de la calle del Sulfuro que, por razones obvias, no necesitaba de
vergeles para lucir “perfumada y bien oliente”
El BAR de ZOILO se encontraba en
la plaza. En el mismo lugar que después ocupó el de Dionisio Ortega y en
tiempos más cercanos e inmediatos, aunque también me he mojado en demasía la
calva desde entonces, hubo de ser la Dorotea con sus hijos quien abriese el BAR
de LOS HERMANOS famoso por sus huevos encapotados. En la Calle Santiago, además
de la taberna del CHIQUILIN, hubo otra dirigida por Aurelio a quien llamaban El
Tigre y su hijo Jesús, apodado el Mono, por lo que es fácil deducir, sin que
falta haga que se estrujen los lectores el intelecto, la razón del porque a la
tasca, alabada por sus exquisitos callos, le pusieron por nombre LA SELVA.
LOS PACHANGOS tenían una caseta
veraniega situada a la entrada del Parque Municipal. La sociedad era la formada
por los hermanos Castellanos, Virgilio y Antoñejo, junto a Paco Carrasco y
Tiori, más conocido por el zopo Pachango, y su menú estrella estaba compuesto por
vino en garrafas de arroba y gambas a discreción. Y habrían de ser sutiles
herramientas los susodichos en el arte de darle al codo, del que pocos en el
fondo nos sentimos ajenos, cuando se decía por los mentideros que el bar era
autosuficiente puesto que, aun cerrado, reportaba beneficios.
LA CEPA, cantina de paredes
enjalbegadas, donde por primera vez se pudo leer el MUNDO OBRERO, ubicada en la
Plaza de Andrés Cacho, frente a la Biblioteca, entonces sede de la Organización
Juvenil Española, estaba regentada por MANOLICO y su tapa de postín eran las
patatas “cocias” que revueltas eran con el vino a mansalva que habrían de
desaguar los clientes del local, entre ellos Pepe Leches que se autoproclamaba
como rojo de derechas, porque wáteres no había, en un bidón de gasoil cortado
por la mitad. Cuentan también los más viejos del lugar, de mentes sin duda
privilegiadas, que Manuel Gómez, al que apodaban Ojete, vecino del bar y
propietario de la única televisión existente por aquellos contornos, cobraba, a
bote pronto y sin mesura, el comercio es el comercio debía de pensar, cincuenta
céntimos por el visionado de cada corrida televisada.
Muchos años después Francisco Poveda, apodado Pelele,
buena persona y furibundo carnavalero durante la década de los 80, de vuelta de
su viaje migratorio por las tierras catalanas, hubo de abrir en el mismo lugar
el bar LA COSTA, siendo pionero en servir como exquisitas tapas las setas de
pie azul y los chorizos en aceite y fue Jesús, el mono que había en LA SELVA,
quien hubo de sucederle en la dirección del Bar hasta su postrera jubilación.
Mala leche, repartida sin tasa y
sin mesura, mostraba Mauricio en su BAR EL CONDUCTOR. Estaba situado, arriba o
abajo, en los locales que hoy ocupa la Caja de Madrid. Era hombre, como diría
Cela, de mirar huidizo y conversación escueta, pero ofrecía, eso nadie lo
pondrá en duda, unas tapas de hasta chuparse los dedos. Lo complicado era
pedirle un cubalibre, cosa extraña en aquel tiempo, porque se le elevaban hasta
índices insospechados las dosis de mala uva y si pasabas a jugar una partida
a los chinos, juego esplendoroso que ha caído en el olvido, se ponía de
tan mala jindama, que manifestaba hasta convulsiones, mientras señalaba con el
dedo tieso el cartel que entre mugres anunciaba aquello de: “en este local tan
pequeñito no se puede jugar a los chinitos”. Todo porque dada la escasa
capacidad del chamizo, en el que no cabía ni una sola silla, el negocio exigía
beber con prisa o salir zumbando.
Hablar del Bar de LOS BOTAS, que estaba
donde en la actualidad se encuentra la tienda de los paisanos de Mao-Tse-Tung,
es recordar con velos de nostalgia a José que junto a su hermano Justo, y por
decir algo, dirigía el local. “Hermoso ejemplar”, solía susurrar mientras
plantaba una tapa de exquisito boquerón o añorado coreano delante de las
narices del cliente que absorto contemplaba el bullir de los posos dentro del
vaso de vino, a lo que José, observador y conciso, replicaba: “bebe sin asco
que son los elementos”, para terminar indicando al individuo que con premura se
disponía a hincarle el diente a la tapa aquello del: “no le soples como no sea
“pa” quitarle el polvo”. Al cierre de esta universal taberna hubo de ser su
sobrino y descendiente quien abriese el MESON JOSE LUIS en la calle de Carneros
siguiendo con la tradición de la estirpe de los Botas. De igual raigambre, y
con la misma solera, tenía y tiene su bar CACHERAS en el Paseo Castelar donde
desde siempre se han podido degustar los mejores caracoles del suelo patrio.
En LA PARRALA, tasca aposentada en la
Calle del General Espartero había tres tinajas con sus leyendas grabadas. En
una decía: “si bebes de mis entrañas serás un héroe de España”, la segunda
advertía que: “si bebes para olvidar paga antes de empezar” y la última, categórica
sentenciaba que: “donde el vino entra, la verdad sale”.
Jamás, y es sentencia que
dejo clara, volverán a degustar los paladares de este manchego lugar rebozados
tan exquisitos como los de BAR DE LUIS sito en la Calle Cervantes. Crujientes y
deliciosos, elaborados por su esposa Laura, pescados, gambas y coliflores
pasaban a ser, entre sus manos maestras, manjares dignos de exigentes dioses.
El BAR DEL MEMBRILLO, famoso por sus patatas cocidas y las sardinas con sus
pimientos estaba, regido por Gregorio junto a su esposa, al principio de la
calle que aun ostenta el mismo nombre. Y en la calle San Sebastián hubo de
abrir Jesús Castro el BAR LAS VEGAS que después pasaría a ser el que
todos conocemos por RAMON, popular por sus refrescantes rebujitos.
Y en LA CAMPANA, como no hablar
del bar del pueblo, en los tiempos en que estuvo dirigida por Jesús y su cuñado
Máximo fue donde entró, algún día de un año que se me pierde en la memoria, un
despistado transeúnte que absorto no contempló el escalón perenne que había
como a dos metros de la barra, tropezando y cayendo, mientras el bueno de Paco
Mula gritaba: “Penaltyyyyyy”, desde un extremo.
Cómo siempre Mauro, es más que gratificante y saludable leer tur relatos. Enhorabuena amigo y que paséis unas Felices Ferias y Fiestas.
ResponderEliminarY a mí, amigo Angel, me alegra infinito que mis humildes escritos te sirvan como bálsamo. Gracias por llamar.
EliminarMauro, me has hecho recordar, he recorrido con tu relato todos los bares (las ermitas) he vuelto a ver la cara de Mauricio cabreado, y hasta casi he saboreado las tapas... Qué jovenes éramos... Y con tanto recordar ha venido a mi memoria el casino, (ya se que no viene a cuento con las ermitas) con mis tíos Joaquina y Guillermo, al frente de la barra, y veo a tu padre, asiduo cliente apoyado en su rincón... Y a mi primo Joaquín, compañero tuyo de juegos, según has contado en otros relatos...
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, tienes mucho arte.
A la espera de nuevos relatos... Un abrazo.
Disfruta las fiestas lo que tu trabajo te permita.
Ya queda menos para que llege algún que otro día celta...
Y yo me alegro de que así haya sido. Pero mejor sin nostalgia, porque ese es un viaje sin vuelta. Recordar la cara de Mauricio, para los que le conocimos, cuesta poco porque tenía tan mala hostia que grabada se te quedaba en el cerebro. Las tapas, como bien dices, cojonudas aunque la higiene, dos barreños llenos de agua más negra que un tizón, dejaba mucho que desear. Aunque eran tiempos de pocos remilgos.A tus tíos parece que los estoy viendo, sobre todo a Guillermo, y eso que con casi toda seguridad jamas los he vuelto a ver. Ni a ellos, ni a Joaquin. Mi padre era cliente preferencial. Pasaba mas tiempo en el casino que en casa. Gracias por ser tan fiel a mis divagaciones. Ayuda, y mucho, a seguir con la tarea. Un abrazo.
EliminarLos tiempos que vivimos no nos permiten la Inspiración de otras etapas de nuestras vidas. Hay en el Mundo mucho dolor, mucha injusticia, desesperación, falta de valores morales. Si alguno de nosotros conoce alguien que es fiel al cumplimiento de su palabra, más que humano, bien podemos considerar a tal persona UN HÉROE encarnado en este tiempo de falsedad, mentira y engaño por doquier. Pese a todo, estimado MAURO, desde lo mas profundo de nosotros mismos te deseamos lo mejor, para tí y todos tus seres queridos.
ResponderEliminarLos tiempos que vivimos no nos permiten la Inspiración de otras etapas de nuestras vidas. Hay en el Mundo mucho dolor, mucha injusticia, desesperación, falta de valores morales. Si alguno de nosotros conoce alguien que es fiel al cumplimiento de su palabra, más que humano, bien podemos considerar a tal persona UN HÉROE encarnado en este tiempo de falsedad, mentira y engaño por doquier. Pese a todo, estimado MAURO, desde lo mas profundo de nosotros mismos te deseamos lo mejor, para tí y todos tus seres queridos.
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