Vine al mundo entre brumas.Con ocho meses mal contados y un
kilo y cuarto de peso en canal puede vislumbrar el amable lector, que
haya tenido a bien comenzar a leer estas divagaciones, el que
hubiera en el acabado del producto defectos varios debido al acelerado proceso
de una cocción apresurada, y a su vez breve, en la que sobraban pellejos y
faltaba carne. Habremos de recordar, y por ello les pido que hagan recordación
los que años tengan para ello, que en aquellos tiempos perdidos hoy en los
residuos de la memoria, aunque no tan lejanos y distantes, salvar semejante
impedimento era tarea dificultosa debido al hecho sencillo de que incubadoras,
calefactores y otros artefactos que en la actualidad ayudan al crecimiento y
bienestar de los prematuros eran artilugios e ingenios desconocidos y como de
película por lo que de razón será referir, para terminar y ser breve en esta
cansina exposición, que pelar, como pelé, aquella vicisitud con la ayuda del
doctor Peñín, médico del corral y sus gallinas en aquel pretérito tiempo, fue,
cuanto menos, asunto como de titanes y héroes.
Con los años, y su paso,repuesto
gracias a la benevolencia del creador de tan intensos avatares nunca tuve
conciencia, o no recuerdo el haberla tenido porque ya no me acuerdo, de que la
mencionada bruma se extendía como niebla fría en una mañana de invierno y el
mundo, con sus variados elementos, que por entonces, y al menos por estos pagos
era gris y como en blanco y negro, me ofrecía imágenes difuminadas y difusas
igual a las que se ven a través de unos anteojos desenfocados. Y así, sin darle
importancia, porque a esas edades todo resulta banal e insignificante, pasaron
los días, los meses y hasta los años, acrecentándose en mi, sin piedad y de
manera alarmante, la falta de visión, de enfoque y de perspectiva.
Bastará decir, y me entenderán,
que en los usuales juegos de aquella época, que nada tenían que ver con los de
estos tiempos, solía meter la pata cuando jugando al futbol en la Calle
Inmaculada pasaba la pelota al jugador del equipo contrario o le quitaba el
sombrero, porque entonces era usual el abolido uso de esta prenda, de un
balonazo a cualquier viandante de copete y cucharilla que presuroso encaminaba
sus pasos hasta el Circulo del Recreo. Y todo por escasez de visión, de
claridad y de luz, fruto de la obsesión que sentía hacía el hecho de tener que
llevar unas gafas con cristales de culo de vaso como las que adornaban sin
piedad, y hasta pegadas con cinta aislante, las narices de mi buen amigo Rafa.
En esta época bien sabe el lector que con avances y técnicas, otrora
inalcanzables y como de ciencia ficción, se consigue que el grosor de los
cristales sea mínimo y soportable, cosa que no ocurría, y de ello puedo dar fe,
en aquel tiempo infame en que la categoría de cegato se medía por los
redondeles de las lentes que hacían que los ojos de sus víctimas no fuesen ojos
y si, en cambio, dos puntos negros perdidos, redondos y diminutos, a la par que
inexpresivos, en el fondo del culo de dos vasos de Nocilla.
Piense pues el lector, y lo hará
acertadamente, en la cantidad de artimañas, amaños, y hasta mentiras, a que
hube de recurrir para ocultar al conocimiento de mis progenitores mi falta y
créanme si les digo que durante días que se hicieron semanas y semanas que pasaron
a ser meses convertidos con su paso en años, con la consiguiente merma y
quebranto de visión, ningún familiar o conocido adivinó mi secreto más oculto,
campando así a mis anchas, falto de enfoque y sobrado de argucias, hasta que
una mañana de invierno, de sabañones y frío, Don Eugenio Laguna, mi buen
maestro y amigo, hubo de preguntarme por lo que escrito había en la pizarra,
que estaba como a cinco metros del pupitre en el que me aposentaba,
comprobando, sin dudas ni titubeos, que tenía menos visión que un gato de
escayola.
A partir de aquel fatídico
instante,y desde ese preciso momento, crecieron las lamentaciones mientras por
los vetustos rincones de la casa quejas y susurros en voz baja suspiraban con
afectación por mi recién estrenada condición de cegato, de infante de vista
corta y escasa, mientras el tuerto, o yo mismo para entendernos, empezaba a
imaginar, con horror, pánico y hasta consternación, el día que llegado sería de
inmediato en que un par de anteojos habrían de adornar mis narices de púber
adolescente. Y llegaron las gafas, fabricadas en el vecino pueblo de
Valdepeñas, muy heroica ciudad en su lucha contra el invasor francés, en la
óptica de Giménez Cacho, depositadas en un estuche de plástico y con una exigua
bayeta para su limpieza, y a mí, como podrán imaginar, me entraron temblores y
sacudidas que casi se convirtieron en un seísmo.
Recuerdo que la primera sensación
al colocarme aquel artilugio fue de mareo, vértigo y hasta indisposición, de
andar como ido y borracho. Mas cierto es, y habré de reconocerlo, que ignorados
panoramas y horizontes hasta entonces desconocidos se abrieron,de golpe y
hasta porrazo,delante de mis ojos como se planta cada nuevo amanecer
inesperado.Colores inéditos, objetos desconocidos y personas tomaron una nueva
dimensión, otro cuerpo con diferente textura, mientras un abanico de
sensaciones antaño desconocidas, inéditas e ignoradas,me llevaban como de flor
en flor cual mariposa volandera.
No obstante lo peor,apreciado lector,estaba aún por ocurrir,por
acontecer y hasta pasar. Imagínense que en la época actual, como antes les
contaba, avances, técnicas y descubrimientos, hacen que el lucir gafas sea
asunto hasta de moda y diseño. Monturas de colores fabricadas con
materiales casi transparentes y delgados cristales provocan en quien las luce
atractivos inusitados e insólitos en los tiempos que les vengo relatando,
añadiéndose además el hecho extraordinario de que pase lo que pase y suceda lo
que quiera suceder, son dúctiles y casi irrompibles. Antaño, ver volar,
elevarse y planear unas gafas por los aires era síntoma de desastre, de
calamitosa rotura en mil pedazos cual vaso de Duralex.
No haré recuento, porque arduo y
fatigoso sería el camino, de cuantos anteojos destrocé y volaron hechos añicos
durante aquellos años. Baste decir que bien fuera jugando al futbol, al mocho,
al tranco, o al veinticinco perejil que me aterraba, las gafas se elevaban a
las primeras de cambio con desmesura provocando en lo más hondo de mi ser
sentimientos de catástrofe, cataclismo, calamidad y perdida. Aún así, y con el
lento pasar de aquel periodo, me llegó el raciocinio y con él la reflexión de
los hechos acontecidos y de las cosas pasadas y todo ello junto, mezclado en
esa inexplicable batidora que es la vida, termino por hacer que me acostumbrase
a tan denostados armatostes, llegando hasta a amar, aunque les pueda parecer
excesivo semejante calificativo, los antaño odiados aparatos haciendo bueno el
refrán que acertado como todos afirma, rotundo y cierto, que los amores reñidos,
son cuando pasan los años, sin duda, los más queridos.
Querido amigo narrador, eres un genio narrando tus historias. Como cambia todo , y tan deprisa.
ResponderEliminarYo tambien naci muy pequeño, , mi madre dice que parecia un conejo despellejado de los que traia mi padre los domingos de caza, y ahora estoy la mar de repuesto.
Sigue asi amigo , no cambies , hoy has sido un balsamo esta mañana gris de lluvia y tormenta aqui en el sur.
Feliz Navidad disfruta de los tuyos y vivelas como nosotros sabemos.
Namaste
Ni que decir tiene amigo Mauro que con el paso de los años, además de hacernos viejos, las visiones de otros tiempos se tornan en dulces encuentros
ResponderEliminarNadie como tu retrata aquel pasado donde nos acontecían mil y un chismes.. (y me viene al pelo) y las gafas de Malaco.
Gracias de nuevo por este relato maravilloso.
Mauro eres fantástico, menuda narración...que sentimiento. Pues te contaré que yo también vine al mundo con prisa, también fui ochomesina.
ResponderEliminarUn día buscando la caducidad de no se que cosa en el Mercadona me dí cuenta de que tenía que ir al oculista y ahora tengo gafas para cerca pero dentro de un cajón. Creo que me va a pasar lo que a tí, pero que puedo hacer la funda es muy grande y no me cabe en el bolso.
Me parece una información muy importante y muy valiosa ya que nos permite conocer más sobre este tema.
ResponderEliminarMauro: yo tambien vine al mundo con muy poco peso y según me contara mi Mamá,los médicos no le daban muchas esperanzas acerca de mi existencia.Pero aquí estoy ! Agradecida a este milagro de vivir y descubrir cada dia tanta belleza contenida en este Planeta. Vivo rodeada de plantas,flores,pájaros,y esa Luna boyando por los cielos,que no se puede creer que haya tantos seres desdichados a causa de ese 1% de usureros avaros y malvados.
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