Llueve. Llueve sobre los tejados. Llueve
sobre los barbechos manchegos en esta fría mañana de abril. Es sábado y por
tanto el escribidor habrá de gozar de su preciado día de descanso. Día exiguo,
minúsculo y apenas imperceptible que abarcará desde las 7,30 del mencionado
hasta las 10 de la noche del inmediato domingo. Mas, como menos da una piedra,
el relatador de estos hechos difusos está acostumbrado a conformarse con poca
cosa, bulle feliz ante la perspectiva de los aconteceres que hoy habrá de
vivir. Por ello, ya ha salido como cagando leches del trabajo cotidiano y ha
emprendido el camino de regreso al dulce hogar conyugal por la autovía de
Andalucía que está como hecha un desastre entre obras y señalizaciones que
parece que no acabaran nunca.
Llegado al destino, entre
goterones de lluvia en la calva y un frio de mil demonios, subo presto hasta
los mencionados aposentos, donde santa y benjamina andan como dando vueltas
cual gallinas mareadas, mientras proceden al colocado de pelos y demas hierbas
propias de los haceres del género femenino, mientras que un servidor de
ustedes, y de ustedas, se dirige con prontitud al baño a darse una ducha exprés
y un afeitado somero, oyendo como la santa le conmina a que haga estas
haciendas con prontitud, porque se acerca la hora de partir y el autocar no
habrá de esperar a nadie. Ni que decir tiene, ya conocerán todos y todas, unas
porque lo hacen y otros porque lo sufren, que tales advertencias son por ganas,
como decimos aquí en el pueblo, de joder la pava, porque no tendrán que hacer
esfuerzo mental alguno, mis apreciados lectores, para adivinar que el primer
integrante del grupo en cuestión que se encuentra en disposición de pasar revista
y listo para emprender el viaje es el componente masculino del clan o lo que es
lo mismo, el tuerto, el Maurito Verbenas de las recetas culinarias que tanto
aprecia el Echanove, porque ya sabemos, todos y todas también, que la mujer es
animal de dos patas tardío en los asuntos estos del aseo y el
emperifollamiento.
Así, nos encontramos a bordo del
ajado Renault Megane, que lleva portando los traseros de la familia Navarro
Delgado durante casi dos décadas y que habrá de llevarnos en este día nebuloso
hasta la parada de autobuses de la plaza de Andrés Cacho, desde donde habremos
de partir, no me nieguen que ya iban teniendo ganas de saber de qué iba esto,
hasta el lejano pueblo de Almadén para visitar sus minas de mercurio y
monumentos. Antes nos dirigimos a por María Cortes Elbar, amiga del alma y
“hermana de leche” de la santa y mi cuñada, a la que encontramos a las puertas
del Parque Municipal protegida por un paraguas entre vientos y ventarrones que
amenazan con elevarla como tres palmos del suelo. Llegados a la parada en
cuestión, hecho el recuento y sin que falten ovejas, parte el autobús a su
destino, mientras una lluvia desaforada golpea cristales, techo y chapas
haciendo que me pregunte si no habría estado mejor mi cuerpo serrano entre las
calientes sabanas que dejó candentes la santa, aunque pronto se disipan tan
nefastos pensamientos y me digo aquello de que “a lo hecho pecho”, mientras me
dispongo al disfrute de la jornada donde sea y como sea.
Comprenderán que no haga especial hincapié en lo que a la
primera parte del viaje se refiere, ese que nos lleva en primera instancia
desde el pueblo de nuestros amores hasta la Calzada de Calatrava, municipio
este, que no me lean los aborígenes del lugar, de poco fuste y escasa
ornamentación, a fin de cuentas como el nuestro, y por el que pasamos también
de paso, mientras continuamos, entre vientos y agua, hasta Ballesteros de
Calatrava, lugar desde el que atravesando parte del Valle de Alcudia habremos
de llegar hasta nuestra ansiada meta. Hemos dicho, y repetimos, que llueve,
motivo por el cual, no hay mal que por bien no venga, el campo esta de un
verdor que arrebata los sentidos. Se tiende a pensar que en esta nuestra
manchega tierra, el paisaje es árido, yermo como en un desierto y nada es
más incierto que esta apreciación. La comarca de Alcudia, también
conocida como Valle de Alcudia, a causa del mismo nombre es una
de las seis comarcas de la provincia de Ciudad Real y se trata de una depresión
de 1.200 km² extendida de Oeste a Este en la parte sur de la provincia, sobre
más de 100 km de longitud, con una enorme riqueza ecológica y paisajística
perfectamente preservada y de una enorme belleza, que me atrevo a comparar con
los inigualables paisajes del norte patrio, esos que se pueden disfrutar por
Galicia, Asturias o Cantabria.
Así,
disfrutando entre un diluvio universal, de estampas celtas que parecen sacadas
de Braveheart llegamos a nuestro destino y nos dirigimos
con prontitud a las puertas de la recepción en el Centro de Visitantes donde
nos dan las entradas y se encuentra ubicado el restaurante en el que presto me
dispongo, los hay que toman un frugal café, a devorar un bocadillo de
jamón con un tercio de cerveza, pues habiendo como he, de bajar a la mina,
pienso yo que debo portar las necesarias energías por lo que hubiere de
acontecer y pasar. Figúrense, por referir un ejemplo, que nos quedamos
“atascaos” y hay que echar mano del pico.
El tuerto con el camarada Vicente |
La santa con la benjamina |
Terminado el desayuno nos encaminamos a la lampistería,
oficina para la recogida de cascos y lámparas para la entrada en la mina y es
aquí, en la rebusca del yelmo que habrá de cubrirme la testuz donde me
empiezan a entrar temblores, pues siendo como soy Navarro y cabezón me pregunto
si no habré de dar el cuadro cuando no encuentre uno a mi medida. Y aquí me
tienen, probándome muchos y variados, sin que ninguno corone mi cerviz hasta
que viene en mi auxilio el amigo Vicente, que le vamos a hacer si siempre fui
camarero, indicándome, para mi alivio, que todos son regulables con una cinta
que portan dentro. Y así resuelto el enigma y portando casco y redecilla para
la higiene nos encaminamos hacia la entrada del Pozo de San Teodoro. Decir
que La mina se extiende por debajo del pueblo de Almadén, alcanzando los
700 metros de profundidad y estuvo en explotación de modo continuado, eso nos
cuentan, desde la época romana hasta el año 2001, y se calcula que de ella se extrajeron
más de 250.000 toneladas de mercurio. Descendemos a la mina, acompañados
de Pedro, un antiguo minero de carácter afable y bonachón, a través del antiguo
montacargas del pozo de San Teodoro, desde donde, y después de esperar a los
que quedan por venir, iniciamos un recorrido por la planta primera, a 50 metros
de profundidad, excavada entre los siglos XVI y XVIII. En las galerías de la
mina se han reconstruido diferentes artefactos para el transporte y extracción
del mineral y para el sostenimiento de las galerías o eso al menos dicen los
folletos explicativos. Y aquí me tienen queridos lectores, cogido de la
mano de mi hija, dando algún trompicón que otro, deambulando entre los mismos
pasadizos por los que hubieron de pasar miles de presos y condenados a trabajos
forzados durante siglos, unos por criminales y otros por su sola condición de
ser gitanos o pobres vagabundos sin techo. El solo hecho de pensarlo me pone
mis pocos pelos como escarpias. Baste decir, para que bien me entiendan, que
hasta hubieron de construir un túnel de 600 metros que atravesando la villa de
Almadén conducía a los penados desde la cárcel hasta la mina sin ver jamás la
luz del sol.
La santa y su hermana de leche como pollos en la jaula |
Acabada la subterránea visita nos dirigimos al Museo del
Mercurio que alberga diferentes salas de exposición destinadas a la metalurgia,
historia, geología y ciencias del mercurio. Allí me dan los primeros vahídos
soñolientos del día y así, como traspuesto, sigo la orden de la guía que dirige
el grupo y que nos encamina con premura y decisión hacia la contemplación de la
parte exterior del yacimiento; el que comprende los primitivos hornos
Bustamante, lo que llaman la escombrera y otros hornos y chimeneas más
modernos, aunque envueltos en el quebranto y deterioro, de los que mi exiguo
seso olvidó con prontitud el nombre. Y después, es llegado el momento en el que
subidos en coches eléctricos, fíjense que modernidad, emprendemos el camino de
regreso al restaurante del complejo donde habremos de comer. El menú no es como
para tirar cohetes y como prueba les digo que un servidor, poco dado a los
alimentos verdes procedentes de la huerta, opta por engullir unas acelgas con
crema y un lenguado en salsa menier, que dado el alto índice de hambruna que
portaba aunque insípidos le saben a gloria. Viene después el parloteo, la
charla y el coloquio de la sobremesa en la que aprovecho para charlar un rato
con el amigo Daniel, compañero de adolescencia y primeras gestas juveniles, con
el que hacía mucho tiempo que no coincidía.
Pasado este agradable trance nos
suben cual rebaño al autocar para encaminarnos hasta la Cárcel de Forzados, de
la que solo oír el nombre ya me provoca escalofríos. Llegados al lugar,
exposición exhaustiva de la guía acompañante, que nos muestra lo que queda de
aquel antiguo penal y nos proyecta un documento visual en una sala oscura donde
mis anunciados estertores se empiezan a hacer profundos y como muy hondos.
Figúrense, amigos y amigas, después de un día sin dormir, sin luz, a oscuras y
viendo cine, el desfallecimiento se empieza a apoderar de mi ser como el sol
del día al amanecer. La suerte, tan esquiva algunas veces, está de mi parte y
la proyección es escueta y breve, por lo que una vez terminada es el momento
de visitar, andando y con buena letra, la plaza de toros almadenense, que
es hexagonal y antigua, aunque no tanto como la de las Virtudes, que es la
santacruceña, la nuestra. Allí tiramos las recurrentes fotos mientras paseamos
por el ruedo y mi santa comenta, joder con la experta taurina, si los estribos
que hay alrededor de la plaza, aparatosos y feos, serán para sentarse, sin
pensar, que su fin es ayudar a los toreros a saltar la barrera. También aflora
el comentario que hizo su hermana de leche María Cortes en el tendido 7 de Las
Ventas madrileñas, lugar muy de controversia, polémica y discusión, al ver a un
astado con la banderilla colgando y comentar diciendo en voz alta y muy bien
articulada al matador en cuestión, que se le estaba cayendo la flecha al toro,
aunque un servidor con el paso de los años, o mejor decir de las décadas,
conoce muy bien a estas dos féminas señoras y sabe con certeza y a ciencia
cierta, que tienen más cuento que el celebrado Calleja. Nos queda aun para
redondear la tarde, y triturar las acelgas y el lenguado, subir a las ruinas de
lo que llaman ¿castillo?, que de fortaleza, al menos en estos tiempos, tiene
muy poco y que ofrece como única alegría unas inigualables vistas del paisaje y
sus contornos.
Plaza de toros de Almadén |
Las susodichas con anterioridad |
Hemos
terminado la visita y emprendemos el camino de regreso. Nuevamente la lluvia
nos acompaña y estamos atravesando otra vez el Valle de Alcudia cuando nuevos
desfallecimientos empiezan a inundar mi ser. Bostezo, se me abre la boca y
caigo en un sueño somero que pronto se ve alterado por los cantos de mi santa.
Que obsesión la de esta mujer, de la que puedo aseverar que como actriz hubiese
triunfado, de entonar siempre que vamos de viaje las canciones de su infancia o
de para después de una guerra, cuando no es el bel canto su habilidad más
reseñable. Así, vuelven a salir una vez mas del ajado baúl de los recuerdos,
canciones como La Chata Merénguela o Yo me llamo Paquitina, que cantaba en los
tiempos en que meaban las gallinas, mientras se empiezan a oír voces que
anuncian la próxima excursión al lugar por el que estamos pasando, el Valle de
Alcudia. De momento y a bote pronto, tal vez porque todavía me encuentro en
trance o uno piensa poco las cosas, indico que me apunto, que si no hay que
dormir, no se duerme. Pero cuando oigo comentar que la ruta será, ¡Dios de mi
vida!, de diecisiete kilómetros andando, con bocata y botella de agua en ruta,
el suelo se abre bajo mis pies, mientras unos sudores fríos recorren mi espinazo
haciendo que emerjan y broten mareos incontenibles y premonitorios desmayos y
opto con prontitud por declinar tan encomiable opción quedando emplazado para
ocasión más tranquila y sosegada.
En estas llegamos al pueblo,
desierto y desolado como casi siempre, y a lomos nuevamente del Renault
volvemos por donde vinimos. Llegados a la casa, el auto a la cochera y un
servidor, con quejios de la santa, que siempre ha de decir, con razón o sin
ella, que no tengo hartura, se dirige a echar un rato con el amigo Vicente en
el Tapicao, mientras asevera, me refiero a la santa, con razón o sin ella
también, que va a pedir al Ayuntamiento que pinten sin demora un paso de cebra
desde la puerta de la casa hasta el citado chiringuito. Será, pienso yo, el amor
tiene estas cosas, que quiere evitar atropellos derivados de mi conocido
despiste. Qué le vamos a hacer si estas son cosas que pasan.
Dejando a un lado los avatares y penurias de multitud de condenados y esclavos, los cuales tuvieron que soportar en las galerías distintas suertes, ninguna de ellas halagüeña (desde época romana hasta el siglo XIX), la mina de Almadén me parece un hito dentro de Castilla-La Mancha. La prohibición de comerciar con el mercurio fuera de las fronteras de Europa a partir de 2013 (normativa UE que, de nuevo, nos ha fastidiado) y la finalización de la producción llevaban a la desaparición de la instalación. Y sin embargo, la empresa decidió reconvertirse en un parque cultural y en la bandera de la arqueología industial de nuestra región. Reconozco que cuando voy por allí (y ya he estado tres veces) me suelo maravillar, siempre encuentro algo novedoso en cada visita.
ResponderEliminarMuy divertido tu post, a la par que muy instructivo.
Hola, amigo Mauro. Antes de nada, permiso para entrar.
ResponderEliminarNada que añadir al fiel relato que haces sobre la visita a Almadén. Buen día echamos a pesar de la lluvia, aunque a decir verdad, no se portó mal con nosotros.
Las sensaciones dentro y fuera de la mina, fueron buenas. Hubo momentos en los que nuestros guías, Pedro y Visi, me transportaron a épocas muy pasadas y consiguieron hacerme entender lo que allí se vivió.
Por otra parte, los diecisiete kilómetros andando de la próxima excursión, es para pensárselo. Igual me animo y, mochila en ristre, me apunto a dar un paseo en buena compañía.
Un saludo.
Galicia, Asturias y Cantabria? Y León qué? cuánta injusticia, toitícos nos olvidan :P
ResponderEliminarLa santa (cante mejor o peor) como no va a tener razón? No has oído lo de mas razón que una idem...pues eso. Tú hija es muy guapa :) y con lo del casco me he reído lo más grande asi que muchas gracias. Un beso
Lo primero Maurito es que me alegro que disfrutaras de tu viaje-periplo a Almadén. Lo malo es que no lo puedas hacer muy a menudo y si lo haces es a costa de tu pellejo sin descansar y sin dormir. En estos viajes, además de aprender y ver cosas nuevas, siempre encuentras a alguien con el que entablas nuevas amistades.
ResponderEliminarLo del casco minero, menos mal que lo has dicho tu, es posible que no hubiésemos encontrado a tu medida. Aunque luego no es para tanto. Es mas la fama que luego la realidad. En cualquier caso a mi me gustas tal cual, sin quitar ni poner nada, porque esa cabeza pertenece a una gran, gran persona.
¡¡Fíjate que yo he estado en Almadén un montón de veces porque, como ya sabes mi hermana vivió allí una temporada larga, y no he visto las minas. Bueno, una cosa pendiente que tengo mas.
Como siempre, amigo mío, dos besos retorcíos y sigue deleitándonos con tu forma de contar las cosas en este tu pequeño-gran blog.
Hola Mauro, yo tambien estuve en Almaden un día
ResponderEliminar( me gustó mucho poder visitarlas, aunque es verdad, que pone los pelos de punta ...), pero !a mi no me dió tiempo a hacer tantas cosas ...!. Yo creo que 'tu santa' hechizó el reloj.
Un abrazo y una vez más gracias por tus relatos.
Bea
@Daniel
ResponderEliminarMe impresionó la visita a la mina Daniel, aunque me dio la impresión de que estando como está el patio, cundía, al menos por las instalaciones exteriores, el abandono. Hierros corroídos por el óxido y mucha maquinaria a la que le hacen falta como siete manos de pintura. Posteriormente he leído algunos artículos asegurando que si el mercurio vuelve ser rentable, la mina está con capacidad operativa, cosa esta que viendo lo que vi pongo en seria duda. Un saludo y hasta la próxima.
@Paco
ResponderEliminarHombre Paco, tu tienes permiso para entrar cuando te te venga en gana, por lo que es un placer acogerte en esta casa. Claro que echamos un buen día, como siempre que se dan estas situaciones, que son positivas, porque ayudan, y mucho, a relacionarnos con personas distintas y con las que de otra manera apenas tendrías trato. A la marcha no me apunto, que fenezco. Un abrazo, y vuelve por estos lugares que se te aprecia.
@alma
ResponderEliminar¡Que despiste el mío, querida dama!. No te sientas ofendida, fue mi total desconocimiento del mundo minero el que me llevo a olvidar a la sufrida tierra leonesa. Las santas siempre tenéis razón, porque si no la tenéis os arropáis las unas con las otras. Lo del casco me pasó, como siempre, por ignorante y por pato. Y la hija, la verdad, es que no se parece al padre "na" mas que por dentro.
A ver si tu, que estas mas puesta, me dices porque leches ahora no puedo comentar debajo de cada comentario y me sale otra vez la odiosa ventana que me vuelve loco. Un beso volandero.
@José Testón Marín
ResponderEliminarYa sabes tu, Pepillo del alma mía, que un servidor necesita poco para sentirse a gusto. Con buena gente y armonía me basta.Y es cierto que me lo tengo que sacar rascándome el pellejo, pero vale la pena. Ya sabes tu que a mi me gusta andar con la buena gente y conocer caras nuevas. Lo del casco fue un agobio, aunque me dio por reír, "to" por no estar nunca en lo que se celebra, que diría esa que tu sabes, la santa. Gracias por tu declaración amorosa que bien sabes correspondida. Y si no te has ido a ver las minas coge un día a la tropa y te los llevas a verla que vale la pena. Besos retorcios de vuelta.
@Bea
ResponderEliminar¡Y también estuviste por esta tierra manchega,(... que me lo chivaron, aunque no fue el de siempre), y no me dijiste ni pío, picarona¡. La santa hechiza lo que pille por delante,por las buenas o por las malas, bien lo sabes tu. La próxima vez que asomes por estos lugares me lo dices o te pongo falta. Un besazo muy grande querida mía.