Tengo la costumbre de, al levantarme, encender la televisión para leer las noticias del teletexto; es una de las pocas utilidades, junto con visionar películas de mi agrado, que logro ver en este infernal cacharro. Y hoy me encontré con una ingrata sorpresa, que no por esperada me resultó menos dolorosa.
Un buen
amigo, a quién, misterios de la vida, no conocía, había partido hacia ese otro
mundo que tanto nos preocupa y del que nada conocemos. El compañero Labordeta
había entregado cansado su mochila y nos dejaba con un puñado de canciones y
montones de versos escritos desde el sentimiento y el compromiso. Durante
muchos años fue enseñante, maestro que impartía clases desde las que recogía experiencias
que más tarde desgranaba en textos y canciones. Recuerdo una titulada "A
veces me pregunto" en la que con inusitada maestría hacía un retrato
de la desazón que muchas veces embarga a quien enseña si quien debe de
aprender no lo hace.
Cantó a la
libertad, a su tierra aragonesa ,al mundo rural y a todo lo que de bueno
esconde. A sus gentes y lugares los dibujó con trazos de maestro, mientras con
su mochila recorría los caminos de la España más profunda. Y ante todo y sobre
todo fue capaz de transmitir honestidad, dignidad y sinceridad en su forma de
ser y de actuar, valores estos menospreciados en este mundo miserable que nos
domina. Hace unos meses escuché, por última vez, su voz en la radio. Con
su habitual socarronería comentaba distintos aspectos y anécdotas de
situaciones acaecidas a lo largo de la semana. Dondequiera que estés, que será
lugar habitado por la buena gente, recibe un abrazo y un hasta siempre Jose
Antonio.
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