Vamos todos, como en dolorosa procesión, Paseo de la Estación arriba, que
en estos tiempos de aprensión y recelos se llama de Calvo Sotélo,
en honor al diputado del Frente Popular asesinado en los días preliminares al
18 de Julio del 1936, fecha en la que el general Franco se alzó contra el
gobierno de la república legalmente constituido. Portamos cajas de cartón
atadas con guitas. Maletas vencidas y deterioradas por el uso de las idas y
venidas desde las catalanas tierras hasta el pueblo que les vio nacer.
Emprenden, una vez más, el triste camino del regreso a su tierra de adopción,
sin saber a ciencia cierta cuándo habrán de poner nuevamente los pies en
su amado terruño santacruceño. Todo habrá de depender del discurrir del año y
sus haciendas, de que haya trabajo con el que alimentar bocas y pagar las míseras
deudas contraídas. Después si quedan algunos cuartos en el fondo de la hucha
llegado será el momento de plantearse, aunque decidida está de antemano, la
cuestión de bajar hasta el pueblo para volver a gozar de padres, hermanos y
parientes. Para sentir de nuevo el aliento de esta tierra denostada y poco
apacible que hubieron de abandonar en busca de nuevos horizontes, de otros
lugares en los que su existencia hubiera de ser una cuestión como más llevadera
y menos coronada de espinas. Así, entre suspiros y llantos de despedida, el
tren parte mientras se dibujan en sus ventanas los compungidos rostros de
aquellos que no saben a ciencia cierta si habrán de ver nuevamente con vida en
un futuro próximo a los que aquí dejan.
Estoy hablando de mi familia. De mis tíos Manuel y
Antonio. De mis tías Agustina, Isabel y Dionisia. De todos mis primos, entre
los que habré de destacar, por aquello del mayor trato y cercanía a Benigno,
Antonio y Javier.
Ya saben ustedes, lectores de estas escuetas
escrituras, que un servidor es sufrido seguidor del Atlético de Madrid desde
los tiempos lejanos de una niñez que se va evaporando de la mente como la
estela de un avión se disipa en el horizonte. Y he de decir, en honor a la
verdad, que si hubo un regalo, de los pocos que me llegaban en aquel tiempo,
que me ilusionó sobremanera hasta el fondo de mi ser de tierno infante, fue el
que me llegó de la mano del tío Antonio desde Villafranca del Penedés . Unas
botas de futbol reglamentarias y una camiseta, cual tela de hacer colchones del
equipo de mis amores, que hube de estrenar dando patadas al balón en la era que
lindaba con el campo de futbol de San José, recinto de tierra donde la Unión
Deportiva Santa Cruz realizaba y realiza, ahora con césped artificial, sus
gestas deportivas y que estaba rodeada por un arroyo apestoso, desagüe de
detritos, excrementos y otros compuestos poco apetecibles y donde siempre, con
inusitada destreza, caía la pelota inevitablemente.
Allí jugábamos interminables partidos de futbol
mis amigos de aquel tiempo y también se unían cuando llegaban de vacaciones el
Antonio y el Benigno, primos míos y mellizos para más señas, que no se parecen
ni en lo blanco de los ojos. De hecho uno de ellos, el segundo mencionado,
porta cada globo ocular de diferente color, asunto este que puede parecer
extraño siendo tan cierto como la vida misma. Como decía, era en el último
tramo del verano, con la llegada del 8 de septiembre y la fiesta de la patrona,
cuando esperábamos la llegada de nuestros queridos emigrados. Llegaban a la
estación ferroviaria del pueblo, entonces importante y bulliciosa, después de
viajar horas interminables, atravesando media España, sentados sobre las
maletas en los pasillos de un tren desvencijado al que apodaban El Catalán, que
hacía el trayecto desde Barcelona hasta los últimos confines de Andalucía y
allí, en los andenes de la pomposa estación santacruceña, esperábamos el abuelo
Santiaguillo, la tía Pilar y mi madre, si sus ocupaciones peluqueras lo
permitían, mi hermana y un servidor a la espera de ver como bajaban de los
herrumbrosos vagones las cansadas osamentas de nuestros añorados familiares.
Decía la negra Mercedes Sosa en una de sus canciones que todo cambia,
aunque en esencia todo sigue siendo lo mismo. Eso pensaba en estos días pasados,
que como dije fueron en un principio vacacionales y en los que hube de viajar
hacia las catalanas tierras mencionadas para dar mi último adiós a la tía
Agustina. Había perdido su última batalla, esa que inevitablemente todos
perderemos algún día en nuestra vida. Y pensaba en su lucha. La que le llevó a
lidiar con la dificultosa tarea de sacar adelante, viuda y con escasos
recursos, a cuatro hijos que en su mayoría apenas rozaban la adolescencia, en
un lugar que jamás les había regalado nada, aunque ahora traten de hacernos
creer que aquello era como la tierra prometida, lo cierto es que ella tuvo que
realizar los trabajos que nadie quería. Fregó suelos y limpió casas ajenas
hasta que consiguió el humilde quehacer de entrar en el servicio de limpieza de
un instituto en el que trabajó años y terminó jubilándose con una modesta
pensión.
Por ello, desde esta humilde morada de
escritos, hoy quiero reivindicar especialmente su memoria. Porque es y será el
poso indestructible que queda de todos aquellos que emigraron abandonando lo
que más querían en busca de la oportunidad que les ofreciese una vida digna.
Esa que en esta tierra manchega, hostil, pobre y vilipendiada solo era patrimonio
de unos cuantos. De los que por un trabajo humillante pagaban salarios de
miseria, mientras recibían las bendiciones sacerdotales en la misa de las doce
los domingos y las fiestas de guardar.
Mi recuerdo, entrañable
y perpetuo, para los que se fueron. Mi afecto y cariño inquebrantable a sus
dignos descendientes, que en muchos casos siguen enarbolando sus raíces como
una bandera indeleble e inalterable.
El drama de la emigración es un asunto que siempre me interesó, sobre todo porque, como bien has explicado, el tren fue en innumerables ocasiones el vehículo que se llevaba a los familiares a otros lugares. Curiosamente y en la situación actual vivimos de nuevo otra emigración, aunque ahora los cielos han tomado el papel de los caminos de hierro, pero la semejanza es demasiado inquietante.
ResponderEliminarEsos trenes llenos de vencidos, de gente obligada a desarraigarse, se prodigaron en la bibliografia. El que más me gusta es el de Vincent Andrés Estellés, el cual relata el paso del tren de los derrotados por las tierras de La Mancha: El vagón de tercera que atravesaba las sombras, sucia noche de esparto, gran noche de La Mancha, sacos entre las piernas, maletas de madera, toda la noche ardiendo la miserable luz, allí, en el miserable pasillo del vagón; de orín era el color de la bombilla. Ciertos hombres vendían navajas de Albacete, voces de pelo en punta que suplicaban agua. Y agua caía, hirviendo, de la locomotora. Bultos entre las sombras de las estaciones. Las tierras de la noche, la gran tierra baldía. Cruza un tren de madera, con su luz de meada. En Chincilla subían, de dos en dos, los presos, las muñecas atadas con trozos de cordel, con barba de mil días en sus rostros pajizos... Cierto que se refiere a aquellos que tuvieron la decencia de luchar por el gobierno legal republicano y la mala suerte de perder la guerra, olvidados por todos y por todo. Pero cada vez que lo leo no puedo sino estremecerme.
Como siempre, un artículo maravilloso.
Tienes un poder de descripción que me fascina amigo Daniel. Siempre he tenido la convicción de que la historia se reescribe y repite, con lo que nada hay nuevo bajo el sol. Me gustaría leer algo del autor que mencionas, así que si está en tu mano dime obras suyas que sean asequibles. Y aprovecho para contestar también tu segundo comentario. Nada hay que perdonar Dani, porque desde el momento en que fue creado, este blog es una ventana abierta a toda opinión que educadamente y con respeto sea expuesta. Ademas confieso que yo si creo que la dictadura franquista y su devenir obligaron sin remisión a que muchos hubieran de poner los pies en polvorosa. ¿Como ibas a continuar viviendo en el lugar donde estabas marcado a fuego como los caballos?. Algunas vivencias, que de momento no pueden reseñarse en este espacio, durante mis años de edil de la villa me confirmaron que la persecución hacia los vencidos fue brutal y miserable. Pero esa es otra historia. Lo dicho, un placer y como en la variedad está el gusto sigue opinando lo que te parezca. Un saludo afectuoso.
EliminarMauro como siempre poniendo el dedo en la llaga, el relato que haces creo que se queda corto en relación a los emigrantes del pueblo, -entre los que yo me cuento- pero también se entiende, ya que lo haces para hacer un homenaje merecido a ese familiar querido tuyo que se ha ido para siempre.
ResponderEliminarDe Vilafranca del Penedés hay historias de Santa Cruz mas de las que quisiéramos contar, allí siguen viviendo multitud de paisanos, conozco bien la ciudad y tengo grandes amigos, que siguen recordando con añoranza nuestro querido pueblo.
Como siempre, te animo a seguir escribiendo tus relatos, ya que son de interés general, nos obligas, ( no sé si es sin querer ) a que hurguemos nosotros también en nuestra memoria, y poco a poco vayan saliendo a relucir historias, que parecían haberse perdido en las lagunas de nuestro olvido.
P.D. Daniel, todos sabemos lo mal que lo pasamos los que por variadas razones tuvimos que abandonar el sitio donde nos vio nacer y crecer, pero está de sobra "politizarlo", yo no tuve que "exiliarme" del pueblo por perder la guerra, es como si ahora tuviésemos que echar la culpa de todo a Zapatero por todos los jóvenes que tienen que coger la "mochila" e irse a buscar su sustento a otros lugares. Deduzco que tengo mas edad que tu, y que ya he pasado por mas batallas "reales" que la que nos cuentan en los libros, y sin tratar de ofender, ( eso seria lo último ) y sabiendo que eres persona con buenas entendederas, como dirían en nuestro pueblo. No mezclemos Churras con Merinas, que después no hay quien se entienda.
Un abrazo de un paisano de la diáspora.
Gracias amigo Pepe por tus elogiosas palabras. Es verdad que pude ahondar mas en esta historia, pero como bien dices estaba más bien encaminada a glosar la figura y las vivencias de mi tía. De cualquier manera es posible que vuelva en otra ocasión a tocar el tema, aunque si lo hago y ahondo, tengo la convicción de que abriré alguna herida, porque yo si tengo la certeza de que muchos hubieron de largarse porque las ideas y procederes que seguían manteniendo no eran vistos con buenos ojos por las autoridades locales. De cualquier manera en la variedad de opinión está una de las fuentes que enriquecen el proceder humano. Un placer acogerte en mi posada y un saludo afectuoso.
EliminarHola Pepe, desconozco qué te ha llevado a pensar que he intentado llevar el tema de la emigración española hacia el exilio. Solamente quería seguir el hilo conductor de Mauro y, utilizando el tren como vehículo, comentar un poema que me gusta mucho y que tiene que ver con el exilio de los que perdieron la guerra, pero NO estoy afirmando en mi post que todos aquellos que emigraron (sobre todo a partir de los años 50) lo hicieron porque fueron represaliados por el régimen de Franco. Si lo he dado a entender pido disculpas, a lo mejor no me he sabido explicar. De hecho, una de las cosas que peor llevo de la historia es el determinismo y la estrechez de miras. Y como historiador siempre tiendo a buscar los grises, no me gusta ni el blanco ni el negro. Y desde luego, lejos de mí el intentar politizar el blog de Mauro, faltaría más.
ResponderEliminarEn cualquier caso, querido Pepe, a mí los libros me han enseñado mucho. A lo mejor no he tenido esas batallas reales debido a mi edad (algunas ha habido, no te creas), pero la información que voy atesorando en mi mollera es lo suficientemente recia como para poder argumentar lo que digo. Obviamente y dedicándome a la historia tengo que utilizar el soporte de papel (que no es la única fuente, porque también uso los periódicos, los vídeos y las entrevistas orales a los protagonistas de entonces). Y naturalmente que muchos libros no cuentan la verdad o la cuentan a medias, pero también aprendí hace algún tiempo a leer entre líneas.
Un saludo Pepe, y de nuevo reitero mis perdones al autor del blog si con mi comentario he podido incurrir en una falta no buscada.
Entrañable como siempre mon ami PERO este ya ha tocado todas laqs fibras de mi ser. Y con ese nudo en el estomago y en la garganta te digo ole ole y ole Saludos Marisa
ResponderEliminarGracias por sus vítores, querida amiga. Si mal no recuerdo usted también anduvo por la "patrie francaise". Lo peor es que ahora estos "gabachos" no recuerden ni quienes fueron los primeros que liberaron París del yugo nazi. Era la División Leclerc formada, casi íntegramente, por republicanos españoles a quien después después negaron el pan y el agua. Un besote guapa.
EliminarSiii, blog nostálgico el tuyo Mauro, no me extraña, entre esta decoración de lo más inspirador. A mí, me has hecho evocar a mis primas Maribel y Beatriz, ellas llegaban desde Madrid y, se notaba...eran, como decirlo... más modernas? traían los "Lloyd's" (vaqueros del Corte Inglés), los "Lacoste"...y en especial unos muñequillos q nunca conseguí yo encontrar por aquí...en fín q después de pasar en Santa Cruz un par de meses tan agustito, ellas se iban más mancheguicas y yo quedaba más...más...sola q la una, cómo echaba de menos a Beatriz, tanto q al año siguiente no creas q me apetecía verla, pues sabía q al final se iría...es extraño pero así sentía. En Madrid quedaron los abuelos José y María, mis tias...
ResponderEliminarSiempre me sorprendo de lo q sienten los santacruceños emigrados, como adoran su tierra de origen y cómo cuando algunos vuelven, dicen q está bien bonito el pueblo, lo valoran en exceso o, tal vez no, somos nosotros, al menos algunos, los q tenemos la mirada sucia y no vemos "el potencial" del pueblo...Ayer, sin proponérmelo me di una vueltecilla por los "extrarradios", pisé callejuelas q hacía años q no pisaba y al ver esas pequeñas puertas, esas ventanas viejas, oxidadas, con las persianas desvencijadas, los cristales rajados, la oscuridad maloliente q exhalan las casas abandonadas...por un momento creí escuchar el ajetreo propio de hace muuuchos años, lo sesenta q es a donde tus cavilaciones han terminado llevándome...y como casi siempre a pensar en mi buen vecino "Minuto" q me subía en su borriquilla y me quería tanto q me llevaba al cine de Antonio siempre q podía, él era pastor, de ovejas.
Te felicito y te doy la enhorabuena por estos relatos q como los de A. Perez Reverte...(fijaté tú) espero impacientemente.
PD: también me recreo leyendo a los "contestantes" q tan afablemente te animan a seguir, yo tambien.
Te sigo.
Dice mi maestro Joaquín Sabina, sabio entre los sabios, aquello de que "al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver". A veces, con este regusto que deja el paso del tiempo en los hechos acontecidos, tendemos a recordar aquellos tiempos como más felices y benévolos, cuando en realidad eran épocas de penuria y estrechez a las que difícilmente volveríamos a acostumbrarnos, aunque viendo la que nos está cayendo habría que pensar en que no se haga cierto aquel refrán que también dice lo de que "no nos de Dios lo que somos capaces de aguantar.
EliminarDe cualquier manera es verdad que la añoranza y el rescate de lo que de bueno había hace que miremos aquellos aconteceres con un crisol de fantasía y añoranza.
Es cierto que fui buscando la manera de darle una apariencia como de poso añejo al diseño del blog y me ilusiona cantidad eso de que compares mis "llegadas" con las del maestro Perez Reverte de quien soy fiel seguidor, ( ... he de reconocer que más en sus principios que actualmente) y te confieso que soy también de los que gusta de andar de cuando en vez por calles y callejones oteando los restos de un pasado que se me vuelve apasionante.
¡Que bien has relatado tu paseo por el pueblo!. Tienes dotes para esto de la escritura, así que ponte manos a la obra.
Un saludo afectuoso, Paloma casi desconocida. Aunque creo que voy atando algún cabo ........
Solo el que se ha ido de su tierra donde le vieron nacer, sabe el dolor tan grande que se siente al marchar, posiblemente para siempre. En tu relato se siente la nostalgia que estos familiares que un día no tuvieron mas remedio que hacer las maletas y emigrar en busca de la fortuna que en su tierra se les negó.
ResponderEliminarDe tu primo Antonio, que es con el que mas hemos convivido, que te voy a decir. Ya sabes que hemos pasado con el ratos inolvidables de risa. Aquellas noches de Feria, donde acabábamos a altas horas de la noche tomando churros con chocolate hartos de reir.
Aprovecho la ocasión para mandarle a través del blog de Maurito un saludo muy especial, para el y su mujer e hijos.
Y por supuesto un beso retorcío para ti.
Efectivamente querido Pepillo. Nubes de congoja y llanto envolvían a tíos, primos, sobrinos y a los que por aquí quedaban. En el fondo deseaban venir y nosotros queríamos que vinieran, aun siendo conscientes de que la despedida habría de ser mas dolorosa y cruel. Recuerdo un hecho muy doloroso. A la muerte del abuelo Santiaguillo, su hijo, mi tío Manolo llegó a la casa justo en el momento en el que se iniciaba el entierro. Aun veo, como si de ayer se tratara, sus gritos de dolor en el cementerio dando el ultimo adiós a su padre.
EliminarCreo que Antonio, poco versado en estas lides del internet, no lee estas pobres divagaciones. Sí lo hace su hermano Benigno a quien tal vez conozcas. Otro beso retorcio, ahora que todavía conservamos en buen estado dientes y dentaduras, que llegado su momento con una postiza debe ser harto complicado.
"aunque ahora traten de hacernos creer que aquello era como la tierra prometida"
ResponderEliminar¿Quien trata ahora de haceros creer eso?
Eladio
¿Cuantas veces hemos oído decir a los gobernantes de la catalana tierra, que aquello era el vergel que acogía a todo el que lo necesitaba?. Yo al menos unas cuantas. Lo que nunca dicen es que lo que reservaban para los que llegaban era lo que no querían para ellos. Algo así como lo que se ha estado haciendo en España entera hasta hace un par de años. Un saludo.
ResponderEliminarEn Catalunya, se ha repartido de todo para todos, tanto para los que estaban como para los que llegaban. Lo bueno y lo malo.
ResponderEliminarMi madre, por ejemplo, nacida en tierras catalanas, con apellidos inequívocamente catalanes, también fregó muchas escaleras, y quitó mucha mierda de muchas casas para poder alimentarnos (con el poco dinero que le daban, no con la mierda). Ahora cobra una mísera pensión.
Si de algo estoy orgulloso de mis padres es de que han hecho todo lo que han sabido y podido para que nos faltara lo menos posible, que también nos ha faltado en su tiempo.
Mi padre también nos hizo cambiar de casa varias veces porque en su pueblo catalán se quedó sin trabajo. Eso sí, con algo más de suerte porque no tuvo que irse muy lejos para encontrarlo. Pero te aseguro que se hubiera ido al fin del mundo si hubiera hecho falta.
Ningún gobernante llama a un subsahariano a venir a España. Si viene, y sobre todo si viene en patera, es porque en su tierra no tiene nada que hacer, no existe oportunidad, no existe la posibilidad de alimentar a sus hijos. ¡Está desesperado, acorralado! Y por eso viene a España. Y a Francia, y a Italia, y a Estados Unidos, etc. No somos el centro del Universo Mundial.
Del mismo modo, los que llegaron a Catalunya obligados por la mismísima hambre, no lo hicieron porque yo o mis padres los llamáramos para hacer esas cosas que no queríamos para nosotros (que ya me explicarás cuáles son), sino porque en su tierra, en su pueblo, nadie les supo ofrecer nada.
Es decir, si vinieron a Catalunya es porque encontraron una oportunidad. Y muchos la aprovecharon, y muchos supieron hacer las cosas mejor que los que estábamos y se compraron casas más grandes y coches más potentes de los que yo, siendo de aquí, he tenido y tendré.
No todos los jefes de policía local, los directores de banco, los grandes empresarios, los Presidentes de la Generalitat, etc. han nacido aquí.
Deberás admitir, apreciado Mauro, que Catalunya ofreció una oportunidad que no supieron ofrecer otros pueblos. Algo diferente habría, algo bueno habrían hecho los catalanes de entonces si supieron dar trabajo tanto a los que estaban como a los que llegaban.
Pero eso, es algo que muchos españoles jamás admitirán.
Bona nit.
Eladio
Cuando sacamos de su contexto lo escrito o dicho suelen ocurrir líos que dan lugar a malentendidos. Lo que dije textualmente, aunque habría que transcribir buena parte del texto para entrar en situación era esto:” en un lugar que jamás les había regalado nada, aunque ahora quieren hacernos creer que aquello era como la tierra prometida” y lo que trato de decir es que a ellos, a mis queridos emigrados, les hicieron ver, desde aquí, desde allí o desde el Japón, que iban al encuentro del paraíso, aunque hubieran de comprobar, más pronto que tarde, que tampoco por las tierras catalanas, que podían haber sido otras, ataban los perros con longaniza.
EliminarY esto sirve para los que se fueron, para los que estaban y para los que hubieron de llegar. El hecho de no querer realizar un trabajo no significa que los originarios del lugar no se vean en la obligación de hacerlo. En esta Mancha manchega que habito desde que vine al mundo, hasta hace bien poco los autóctonos del lugar evitaban trabajar en el rudo quehacer del campo, tarea que se reservó para los inmigrantes que iban llegando, que quedaban conformes, sin seguros que les cubrieran y con sueldos de miseria, hasta que llegados los presentes tiempos de austeridad, y a falta de trabajos más apetecibles, han tenido los oriundos del terruño que volver a realizarlas.
No trates de ver en mí un furibundo anti catalán. Más bien soy persona condescendiente con pensares y sentires que gusta vivir en buena armonía. De cualquier manera este relato está dedicado a una persona querida, que tuvo unas vivencias concretas y que vivió lo que aquí se cuenta y otras cuestiones que no sean las de su memoria y recuerdo está de más el comentarlas. Espero que vuelvas a pasar por esta fonda. Un cordial saludo
Lo de "ser condescendiente" sobraba. Es como si tu pensamiento y tu sentimiento estuvieran hechos de un material de categoría superior al resto.
ResponderEliminarPero como yo soy condescendiente con exposiciones que tal vez no reflejan tus pensares o sentires al dedillo, voy a hacer como si no me hubiera percatado.
Estoy de acuerdo, sin embargo, en que en tu pueblo nadie va a regalar su tienda o su puesto de trabajo a un recién llegado para que éste se gane la vida. Tampoco los que fueron a Alemania pretendían ser ministros al mes de llegar.
Por tanto, lo de que en Catalunya se tenía que hacer los trabajos que nadie quería, a mi modesto parecer, sobraba.
Eladio.
@Anónimo
ResponderEliminarSer condescendiente no es otra cosa que saber adaptarse a otras situaciones. Parece que no solo dudas de que un servidor sea capaz de hacerlo, sino que además quieres atribuirme sentimientos de prepotencia que están lejos de mi forma de ser y comportarme.
Eso si, tu no dudas de atribuirte a su vez el sagrado valor de la condescendencia y casi me marcas con pauta de hierro lo que debo pensar o decir a la vez que sigues poniendo en duda lo que pienso o digo. De cualquier manera hay debates que es mejor obviar por obcecados y este, por mi parte, queda cerrado en este momento.