Cuando me dispongo a
escribir este texto, crece la incertidumbre de si es acertada mi decisión, o
por el contrario, donde quiera que estés, me reprenderás con un cachete en el
cogote, pero que le vamos a hacer, no puedo evitarlo. Hoy no puedo dejar que tu
perenne recuerdo se me vaya de las manos y por ello quiero clamar al mundo que
sigo añorando a mi querido amigo Rafael. Siempre fuimos uña y carne a la vez
que aceite y agua, con nuestras diferencias, nuestras contrapuestas posturas y
esa forma vital de entender la vida. Éramos a la vez hijos del mismo germen,
almas que se encontraban, corazones que compartían las canciones de Serrat y
Sabina, los solos de trompeta de Louis Armstrong, la voz quebrada de Cohen, la
melancolía de Humet, los libros de García Márquez, Delibes, Vargas Llosa y la
pasión desmesurada por nuestro Atlético de Madrid eran motivos de un
sentimiento, maneras de entender cómo se debe y se tiene que vivir.
¿Recuerdas?, estábamos meses sin vernos y al reencontrarnos un abrazo marcaba
el principio de una charla interminable que podía durar horas, sin que nada se
interpusiese en el lento discurrir del tiempo, desmenuzábamos los avatares
acontecidos, rompíamos barreras inexistentes y quedábamos invariablemente
emplazados para tomar nuestros vinos en el Botas. Y todo se truncó de la manera
más cruenta. Un maldito anochecer de septiembre del 99 al volver a casa, Carmen
me dijo lo que sabía que me arrancaría de un tajo las entrañas; y después la
nada, la desesperada esperanza de una curación imposible, el anhelo de un
milagro inesperado, total, nada de nada.
Desde que te fuiste te llevo
clavado en el corazón, perenne en mi recuerdo. Y ahora, con el dolor mitigado por
el paso del tiempo, he aprendido a quererte desde la añoranza, a recordar todo
lo bueno compartido, y a poder hablar de ti con una sonrisa en los labios sin
que las lagrimas inunden mis ojos. Porque eras todo bondad, buena persona y
amigo de tus amigos. Por ello y solo por ello, donde quiera que te halles, que
a buen seguro, será lugar placentero, un te quiero y un abrazo, “compañero del
alma, compañero”.
AMIGO
A Rafael Gracia, mi buen amigo, mi hermano
¿Que tendría que hacer para tocarte?
para sentir, que no te has ido y que me esperas
para creer, que volveremos a encontrarnos
en la barra de algún bar, entre chatos y cervezas.
Como decir también, que estoy sin rumbo
que huérfano y perdido, no me encuentro
que no logro entender, ni asimilo tu partida
que te llevo prendido en la memoria, en mi recuerdo.
Como no rendirme a este vacío, en el que nada me
conforta
donde vago desolado, derrotado y sin consuelo,
como puedo escurrir del alma esta gran pena,
que me estruja, me ahoga y lentamente me devora.
Voy andando por las calles que eran nuestras
y te veo apareciendo en las esquinas,
la sonrisa en el rostro, el verbo claro
y no puedo entender, amigo mío
que tu aliento, se haya ido de mi lado.
Como poder decir también, que eras tan grande
de palabra sencilla, sincera y abundante
de profundos sentimientos, alegre, tan humano
servicial y fiel amigo, abierto y tolerante.
Como tener que renunciar, a no esperarte
al mediodía, en la plaza, en los portales
a charlar en el Catorce, a los vinos en el Botas
a ir, dando bandazos, los dos juntos por los bares.
A los días de invierno y sus mañanas
magdalenas en el puesto, cafés en la Campana
charla amable, afable compañía
alegría de vivir, campanillas en el alma.
Como tener, que dejar de compartir
las canciones de Serrat y de Gardel
de Louis Armstrong, del Humet y de Sabina
como voy a tener que resignarme a abandonar
tanto hilo común, tantos días de vida compartida.
Cuanto daría, mi querido amigo Rafael
por no tener que
añorarte mientras viva.
Que maravilla , sigues siendo su amigo por que esas amistades , ni la parca se la lleva.
ResponderEliminarUn abrazo amigo del blog y compañero del gremio. Ahora estoy muy liado y por eso el blog lo tengo algo dejado.
Yo tambien me quedo con los momentos tan buenos que hemos pasado juntos.
ResponderEliminarMe viene siempre a la memoria en la terraza de tu casa en las Virtudes. Habíamos comprado unas chuletillas de esas que se deshacen en la boca. Despues de ver el primer partido de liga del Atteli, que por cierto empató, nos dispusimos a prender fuego a la barbacoa y asar esas chuletillas. Siempre recordaré su risa cuando os tratábamos de convencer que las chuletas estaban malas para que no comiéseis.
Esa risa tan sana y bondadosa... Reíamos con tantas ganas que esa imagen la conservo aún despues de tanto tiempo.
Gracias Rafa por esos momentos compartidos. Te seguimos echando de menos