Se preguntaran ustedes, y si lo hacen lo harán con razón, en que haciendas o menesteres varios se hallará inmerso este escribidor de poca monta para tener sumida casi en el abandono esta humilde posada de escritos a la que cada vez llegan como más espaciados mis recuerdos y divagaciones. Y este servidor habrá de contárselo, no sientan por ello pena.
Verán, ocurre, y
ya debo haberlo contado en anteriores ocasiones que este sin vivir del estar
sin oficio ni ocupación es motivo sobrado para que cunda en el ser el
desasosiego y la desidia y para que, sin apenas percibirlo se vaya uno dejando,
como decimos en el pueblo, a la buena de Dios. Así aficiones que antes me
apasionaban ahora apenas me motivan nada aunque, como no hay bien ni mal que
cien años dure, ni cuerpo, digo yo, que lo resista, este servidor de ustedes
tiene claro que está en la obligación de resistir estoicamente los envites de
esta miserable ola que pugna por lanzarme desde los acantilados hasta el fondo
de un mar plagado de tiburones.
Les contaba, y
con esto cambio de tercio y asunto, en mi anterior escrito de las divagaciones
que suelen acontecer y poblar las cabezas de mis dos damas longevas y habré de
volver sobre el mismo tema para contarles que una de ellas, la más provecta, mi
tía de 87 años, se hubo de escacharrar el pasado martes, motivo por el cual
hubimos de salir como a salto de mata y sin freno hacia las urgencias sitas en
el hospital del cercano pueblo de Valdepeñas donde hubieron de ponerle otro
parche que le refuerce las defensas para continuar por estos mundos
transitando.
Y fíjense,
pensaba un servidor, mientras dejaba pasar el tiempo en lugar de visita tan
poco apetecible, en lo débil que resulta y es la condición humana. Ustedes se
habrán dado cuenta, y más aún los que cargan a sus espaldas con una mochila
considerable de años, de que hay pobladores de este mundo desenfrenado que bien
parece que hubiesen sido acogidos en su seno para hacer bien hecha la puñeta al
prójimo y a quien le rodea. Y son esos, que ni viven ni dejan vivir, los que
amasando fortunas a costa de quien se precie piensan que el sol solo sale para
su gozo haciendo muy suyo el dicho sabio que dice aquello del pan “pa mi”
aunque los demás no coman. Y cavilaba, observando los quehaceres propios de las
enfermeras, la triste condición del que vive aferrado a lo que de material
tiene este transitar transido creyendo, aunque no habrá de conseguirlo, que
capaz será de transportar hacia el otro mundo su riqueza, cual faraón a su
tumba como en el antiguo Egipto, sin pensar que llegado será el día, ineludible
y seguro, en que habrá de volver cual tierno infante, pero con el deslucido
pelaje que da el traje de la senectud y los años, a permitir que le quiten los
pañales cuando necesario sea.
Ya saben, y si
no les pongo en antecedentes, que soy insomne crónico. Es una de las
consecuencias, entre otras muchas, que debo al eterno trabajo nocturno que
cambió mis hábitos, usos y costumbres hasta límites poco saludables sin que de
mucho sirviera, vista con el paso del tiempo la situación en que me encuentro,
y que hace que, olvidada mi dosis diaria de Somnovit, me sea imposible
conciliar el más leve cabeceo entre ruidos de aparatos que distribuyen oxigeno,
aerosoles, monitores varios y los lógicos quejidos que emanan de los que
postrados están en sus camas. Es por ello que después de echarle un ojo a mi
anciana tía, que emite unos ronquidos asemejados a los ruidos que hacia un
Barreiros modelo de los 50, me calzo los botines que hube de quitarme por temor
a que me cocieran unos pies que después de un día de trasiego desprendían
vaporosos y etéreos perfumes, me enfundo el gabán que vino del Norte y me
encamino hacia la salida en busca de un soplo de aire fresco mientras observo
como dormita el personal, son malas horas para mantenerse en pie, en la sala de
estar que hay a la entrada.
Y llueve. Llueve
copiosamente en esta fría madrugada y una quietud inmensa, silente y desconocida
en lugar tan transitado durante el día, invade rincones desde los que asoman gatos,
astutos pobladores de la noche, que pululan entre calles y callejones buscando
sustento en los contenedores de la basura. Cruzo la calle y empiezo a pasear.
Siempre fue para mí de un deleite placentero la cuestión de pisar charcos.
Siento, a pesar de la capucha que me cubre, que el agua empapa mi despoblada cabeza
y soy consciente de que el tiempo, impasible e ineludible, que en los lejanos
años de juventud adolescente discurría lento, cada vez se acelera más mientras
se va acortando llevándonos, sin prisa pero sin pausa como el calabobos, hasta
una meta segura e inevitable. Esa de la que nadie se escapa y que Jorge
Manrique relató con inusual maestría en las coplas dedicadas a la muerte de su
padre.
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar a la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ricos caudales,
allí los otros medianos
y mas chicos
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
No sé como sonaría un Barreiros de los 50, pero estoy segura de que tú tía no ronca más que mi santo porque, sencillamente, lo que no puede ser no puede ser y además es imposible.
ResponderEliminarNo se me achicopale, wey, dicen los mexicanos. Que la vida es lo mejor que conoce, eso lo dijo un poeta. Argentino como Simeone, el grande. Y ahora que ya te he dicho lo que dicen los mexicanos y los poetas es hora de que yo te diga alguna cosa y es que también me gusta mucho pisar charcos. Lo hago a escondidas de mis hijos, claro, porque a ellos se lo tengo rigurosamente prohibido con la esperanza de que así cuando los pisen lo disfrutarán el doble ;)
Un beso
Pues sepa usted, mi apreciada dama, que los ronquidos son motivo de divorcio. Los que un servidor emite, sobre todo en las noches en que el beber y el yantar rebasaron su justa medida, también podrían optar al Guinnes y es por ello que la santa pone el grito en es cielo para que deje de emitir tan guturales sonidos sin ser capaz de reconocer, y por ello la suelo grabar con el móvil, que tampoco me anda a la zaga. Y no es que me achicopale, que hermosa expresión, ocurre que te joden tanto la vida que cuesta salir del pozo. Aunque lo seguiremos intentando. Dos besos grandes, muy grandes
EliminarYa ves, querido amigo, que la vida es un rápido transcurrir del tiempo y es menester hacer acopio de ánimos y arrojo para pasar por ella de una manera airosa, por más que pese a aquellos empeñados en cultivar cuitas ajenas.
ResponderEliminarY es que a pesar de todos los pesares de cada uno de nosotros se recordará la fuerza con la que vivimos y la rapidez que mostramos en saber que tenemos más de cien motivos para continuar adelante.
Un abrazo, compañero y ¡salud!
http://youtu.be/DuWkTWSAQJI
La vida, de la que siempre he sido amante y buen disfrutador, transcurre en un soplo amigo Luis. Lo bueno es aprovechar cada momento como si del último se tratara. Pero ocurre que uno tiene unas jodidas circunstancias, que tu bien conoces, a las que se añaden otras como la medio relatada en este escrito y alguna más que te hacen andar un poco por las jodidas cloacas y es verdad que hay tantas mentiras, como las que cantan estos pájaros cereros, por las que vale la pena vivir que, aun a contracorriente, habremos de seguir nadando. Me has hecho cambiar hasta la canción de fondo. Un gusto recibirte ....
EliminarCasi todos tenemos motivos para que nuestras alas se retraigan del vuelo. Pero aún así debemos hacer el esfuerzo y sobreponernos a la lucha diaria. Cuando vemos tanta injusticia, tanto desamor, tanta mentira y odio triunfando por este Mundo, más nos debemos esforzar por sembrar nuestra palabra con Esperanza y mucho Amor! Cordiales saludos.
ResponderEliminarEs verdad Beatriz y en ello andamos. Uno no quiere perder los valores que siempre le ayudaron a transitar con alegría por este valle de lágrimas. Pero a veces las paredes son muy altas y los pozos parecen no tener fondo. Un gusto recibirte. Siempre se te espera ...
EliminarNo dejes de relatarnos tus vivencias a mi me gusta leerte y siempre me haces esbozar una sonrisa. Es cierto la vida pasa tan rápido que no la apreciamos y con la edad nos volvemos egoístas, siempre hablando en primera persona, lo digo por mi experiencia personal de cuidar de dos mayores a la vez. Cuando termina el día y se quedan dormidos comienza mi estado de relajación. Gracias y de vez en cuando no olvides tu factoría. Cuídate !!
ResponderEliminarEn la medida en que las musas vayan acudiendo seguiré con este invento. Y lo haré, apreciada amiga, porque nunca podré olvidar el día en que, después de pasar por mil pesares, conseguí ver que esta posada tan deseada empezaba su lento peregrinar por los caminos de la red. Y ni te cuento lo que sentí cuando el primer comensal llamó a la puerta para sentarse a la mesa. Y los primeros comentarios. Y de lo demás, que te voy a decir, si somos mochuelos de la misma condición y con iguales obligaciones. Gracias, mil gracias por levantar el aldabón de la puerta.
EliminarHola Mauro, hoy yo también llamo a tu puerta.
ResponderEliminarQué puedo decirte? Poco.
Que creo que lo importante es el trayecto, no el principio ni el fin y que como ya llevamos tantos años recorriendo este camino vamos casi al galope ... .
Un abrazo y esperando que nos deleites pronto con otro escrito.
Bea.
¡¡¡Que alegría recibirla mi querida amiaga!!!. Tu, como Jesús Quintero con sus silencios, siempre me dices mucho. Es lo que tiene el haber compartido tanto y tan bueno. El trayecto es importante aunque a veces, y es mi caso, es en demasiados aspectos un lastre del que quisieras desprenderte. ¡¡¡Que te voy a contar que tu no sepas!!!. Un gusto placentero recibirte y si te asomas por estos lares manchegos golpea la aldaba de mi puerta que bien sabes cuanto espero tu llamada. Siempre, siempre tuyo, querida amiga ....
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