Melchor,
Gaspar y Baltasar ocuparon una parte importante de mi primer transcurrir
transido por los caminos de la vida. Y digo esto, porque dada mi débil
condición y el hecho añadido de que la hacedora de mis días fuese mujer siempre
ocupada en las hacendosas tareas del aseo y mantenimiento de la infame casa de
mi infancia, bien en la mera limpieza de los suelos, que hacía hincada de
rodillas, fregando con un trapo desharrapado en la mano y el cubo de cinc a la
diestra,(…cuantos kilómetros haría mi pobre madre lustrando aquellas baldosas
cual penitente dolorosa, con sus rodilleras de trapo, a la espera de que Manuel
Jalón Corominas, ingeniero aeronáutico y oficial del ejército del aire en la
base aérea de Zaragoza inventase la fregona), u ocupándose del lavado de las
ropas, en la pila que ubicada estaba junto al pozo en un patio inmenso y
desangelado en las escasas horas que le dejaba el mísero trabajo de ayudanta en
la peluquería de la tía María, poco tiempo tenía para ocuparse de mis andanzas
y peripecias de tierno infante, con lo que la solución rápida a esta vicisitud
era provocarme el susto, la alarma y el sobresalto diciéndome que no me asomara
a la escalera porque venía el Tío del Saco, El Marango o algún otro bicho
mitologico de pueblo que provocar pudiera mi pavor y espanto.
De esta guisa, la llegada de los venerables magos de Oriente se me
antojaba, cuanto menos, como algo enigmático e inexplicable y la sola idea de
pensar que hubiera de ser el negro Baltasar quien llamar llamase a mi puerta,
provocaba en mi exiguo ser de ochomesino, una convulsión estremecida de pavor
mezclada con espanto. Figúrense, sufridos lectores y lectoras de este humilde
relato, que ya hemos dicho en otras ocasiones que la vida y su discurrir en
aquellos tiempos era como en blanco y negro, por lo que poco abiertos estábamos
a la contemplación de los seres que habitaban otros lugares de este mundo. Por
ello, sorprendidos quedábamos cuando, durante las Ferias y Fiestas,
contemplábamos la llegada de los moros de Marruecos, vendedores de todo lo
vendible,(…hasta condones, entonces prohibidos), enfundados en túnicas y
chilabas hasta las rodillas, rodeados a su vez de los olores desprendidos por
tanta ocultación y envoltura, y mucho mas atónitos y pasmados permanecíamos,
algo así como extasiados, cuando algún habitante negro como el betún, llegado
desde la Cuba, del África u otro lugar, aparecía por los confines del
pueblo.
Imbuido pues por estos pensares, la sola idea de que el negro Baltasar
apareciera por el balcón de la casa, me hacía estar aquellas noches heladas de
enero, con los ojos avizor y los sentidos alerta, hasta que irremediablemente
quedaba vencido por el cansancio y el sueño. Era entonces, al despertar y
al albor de un nuevo día, cuando con prontitud recorría los rincones de la casa
buscando lo que hubieran podido dejar los magos y era así como terminaba dando
con lo dejado por sus reales altezas, que pocas veces se correspondía con lo
esperado y querido de antemano.
El Exin Castillos era
un juego que me apasionaba, o mejor quedará dicho, dado que jamás he poseído
ninguno, con el que quedaba entusiasmado y absorto al observar las
construcciones que ensamblando sus numerosas piezas podían realizarse, en los
anuncios televisivos que visionaba en el añejo televisor Optimus que emplazado
estaba para deleite de sus socios en el Circulo de Recreo. Tal vez por ello,
imbuido todo mi menudo ser de tal afán constructor, hube de pedir a mis
progenitores en alguna Navidad de finales de los sesenta que tuvieran a bien
concederme la petición de pedir a sus realísimas altezas de Oriente tan
instructivo juguete, siéndome concedida de tal manera, que durante los días que
siguieron mi vida transcurrió como a lomos de una nube, visionando anuncios e
imaginando las fortalezas que habría de crear y construir. Llegada la mañana
del seis de Enero enfilé presto hacia el balcón a por el ansiado deseo de mis
sueños y cuál no sería mi estupefacción, (…hasta el habla se me cortó) al
contemplar en el interior de un tubo de plástico, unas cuantas piezas que
ensambladas no daban para construir un chozo.
El Cine Exin fue motivo
de otra cansina tabarra, hasta que hubo de llegar la Tere, sobrina carnal de la
tía María, para regalarme un ajado proyector que había pertenecido a su
primogénito hijo. El día que irrumpió al fondo de la escalera de la casa de mi
infancia con el inservible armatoste sumergido en una caja de cartón, estaba
este pobre infante esperando ver emerger de aquellas entrañas el proyector de
sus sueños cuando estupefacto quedó pasmado, con los ojos miopes como platos y
acercando la nariz hasta el objeto deseado pudiendo visionar,(…entre brumas,
como en Londres) que se trataba de un artefacto de color verde, horroroso y de
chapa,(…”pa” que no diera calambre). Acompañaban al espantoso cacharro unas
cuantas películas de Dumbo y el Pato Donald y unos discos de pizarra, más
viejos que La Bella Otero, rotos y unidos con esparadrapos, que supuestamente
se colocaban en la parte superior del cinematográfico aparato, hasta la que
llegaba un brazo articulado, cual gramófono de otro siglo, y del que puedo
asegurarles, por mi honor y dignidad, que jamás brotó sonido alguno o emisión
que no fueran los relativos a algo así como gruñidos o estertores de ultratumba.
Más cercano en el tiempo queda, (…”solo” hará como treinta años), el
día en que hubimos de echarle una mano, en los albores de la tierna juventud, a
Manuel Sáez “El Jefillo” en la realización de un belén viviente. Decoramos
carros y remolques como suntuosas carrozas en la bodega de Isidoro Bravo, desde
donde habrían de partir en real cabalgata mi amigo Gregorio “El Pavo”,
cual San José muy barbado, llevando sobre la burra, que debía ser del
Guagui, a Conchi, la del Chocolate, hasta las escuelas centenarias del
Jardinillo, donde esperaban de manera regia los soldados romanos, (…tal vez
Joselito Testón anduviera en este lance), pastores, reyes magos y hasta el tío
que en el portal siempre aparece cagando, para una vez hecho este inciso en el
camino, partir por la Calle Real hasta el belén que se encontraba en la plaza.
Así hubo de ser, como fue, que llegados al destino
San José, la Virgen, el borrico y los pastores hubiera de acercarse hasta
Gregorio el bueno de Pepe Pollos, (… que Dios tenga en su santa gloria), para
decirle al oído, sorprendido y confuso, aquel decir que decía algo así como
este dicho: “Jamás había visto yo, por mucho que tenga visto, a un pavo de San
José y una Virgen de chocolate”.
Yo siempre recordaré el año que pedí un Fuerte con sus vaqueros e indios... aquella noche no podía dormir y de madrugada me levanté para contemplar a mis padres montando todo el tinglado y colocando a cada uno en su sitio. Ante aquella sorpresa, mis padres me contaron que los Reyes llevaban mucha prisa y que les dijeron que lo montasen ellos. Aquellas horas que pasé junto a mis padres montando todo han sido, y creo que serán, el mejor regalo de Reyes de toda mi vida.
ResponderEliminarUn abrazo
Creo que todos los niños la víspera de Reyes la hemos vivido de un modo especial.Casi no dormíamos esperando oír el paso de los camellos en el patio de nuestra casa.Porque,para eso nuestros padres nos sugerían dejarles agua limpia en un recipiente y hierbas tiernas, para que se recuperaran de tan largo viaje! Qué maravilla comprobar en la mañana que se habían bebido el agua y del verde nada había quedado!
ResponderEliminarMe ha encantado este texto Mauro, que entrañable y que recuerdos tan bonitos los que compartes. Personalmente me entristece que hoy en día los niños no valoren nada, ni los juguetes en sí, ni una vez que los saben el esfuerzo de los padres por darles lo que piden. Claro que eso en parte es culpa de los padres y en parte de la sociedad de consumo. De ahí que yo siempre hago lo posible para que mis hijas valoren los sentimientos por encima de lo material y hoy en día no es nada fácil.
ResponderEliminarLa inocencia, esas caras de emoción al despertar la mañana de Reyes y ver los regalos, eso es lo bonito y lo que queda para el recuerdo. Por cierto mi Rey cuando era pequeña era el negro jejeje… Pero es que yo soy de las que va contracorriente, supongo que esa sería la razón :-)
Un fuerte abrazo amigo y feliz noche de Reyes, ya que en cierto modo esta noche despierta el niño que llevamos en nuestro interior.
Eso eran juguetes Mauro, y no ahora, que si nintendos, psp, wii y demás familia...
ResponderEliminar¡¡Claro que recuerdo aquella cabalgata!!
ResponderEliminarA mi me tocó hacer de paje de Gaspar, llevando a un caballo, que en este caso era el de Vicente que recogía la basura y el Rey era Julio "Carulo". Aunque a mi lo que de verdad me hubiese gustado ser es romano del ejército de Herodes, pero entonces mi fisonomía ecnclencle que me hacía tener las piernecillas como palillos no era demasiado ética para un romano. Siempre recordaré a Esteban que le tocó de paje de Baltasar, que le pintaron la cara de negro con una corcho quemado, que decían que era para que les saliese el pelo a los borricos... y yo pensaba... pues me lo voy a tener que dar en la cara, entonces imberbe, para que me pueda afeitar como los hombres.
Uno de los regalos que mas me hizo ilusión en mi niñez fue un coche teledirigido, por cable por supuesto, marca Seat 124 en cuyo extremo del cable estaban colocadas las 2 pilas enormes que llevaba y un volante con el que hacíamos las maniobras mis amigos Jero y "El Liri" con los que tanta niñez compartí.
En fin que nos has traído muchos recuerdos con este relato en estas fechas llenas de ilusión para los niños... ñif, ñif,¡¡ ya me has hecho llorar!!
Un beso retorcío como siempre, ñif.
@Javier
ResponderEliminarBendita inocencia la que siempre tuvimos en aquellos tiernos años. Momentos como el que cuentas permanecen inalterables en nuestro pensamiento durante toda la vida, porque fueron únicos e irrepetibles. Por cierto, me encantan tus Historias de la Historia y me pregunto como te las apañas para saber tanto e indagar en tan variados pormenores de lo pasado y acaecido en años, décadas y siglos. Portentoso. Un saludo manchego.
@Beatriz Basenji
ResponderEliminarEs la inocencia Beatriz, que nos hace vivir sensaciones irrepetibles. Siempre tuve la duda de si, una vez siendo padre, debía decirles la verdad sobre los Reyes Magos a mis hijos, porque de alguna manera descubrir su verdadero significado resulta también una frustración, aunque decidí, puestos los pros y contras en la balanza de la vida, dejar que siguieran alimentando la ilusión, que ni compraran, ni podran vender a lo largo de sus vidas. Un abrazo.
@Verónica
ResponderEliminar¿Como habrían de valorar nada, si terminan jugando con la caja que contenía el juguete?. Debiéramos ser conscientes de que el hecho de darles más no significa que les hagamos felices. tal vez les estamos convirtiendo en pequeños monstruos pedigüeños sin capacidad para saber lo que desean, quieren y tienen. Este mundo, en estas y otras cuestiones, lo hemos convertido en ponzoña desde la opulencia absurda que nos hacía creernos reyes siendo vasallos de poca monta. Un placer abrirte esta ventana, vuelve cuando te plazca. Un abrazo desde la manchega tierra.
@Las Recetas de Manans
ResponderEliminarFamilia esta que les mantiene como autómatas pegados a la silla, con los ojos como platos y el entendimiento sumido en la postración. Yo les regalaba un rulo fabricado con un bote de pegamento de " a cinco Kilos", como los que me hacía mi padre y que tirados con una cuerda provocaban mi gusto y deleite en su rodaje por las calles de la villa. Besos
@José Testón
ResponderEliminarYa suponía yo que el aderezo de todas las salsas también habría formado parte de aquel evento, aunque no tenía la certeza clara. Fue una noche única e irrepetible, de esas que se recuerdan a lo largo de toda la vida. En aquellos tiempos aún no compartiamos mesa y mantel, eras demasiado imberbe, aunque supongo que ya te abrigarías del frio imperante con la famosa "rebequilla" verde.
Coches de esos teledirigidos, tuve yo uno gracias a la intersección de mi tía Isabel que trabajaba en la opulenta Cataluña. Me trajo un bólido marca Lotus, con el cable y el armatoste contenedor de las pilas, (... cuatro de las gordas), que pesaban veinte kilos, te dormían la mano y duraban menos que un bizcocho en la puerta de una escuela, por lo que al final sin un duro para comprar otras, (...las recalentaba al fuego en un bote de lata porque decían que se recargaban), terminaba empujando el velocípedo con la mano con el cable arrastra por el suelo. Y "pa" mi ciezo, un beso retorcio.
Y a mí que me encanta Baltasar... Un año le dije a mi padre que quería pedir una Barbie con su descapotable y todo, mi padre que había sido emigrante, borreguero en la bella California de la que apenas conoció más que jaras y desiertos con la única compañía de un collie y los pocos encuentros con otros pastores, vascos en su mayoría, sabía y sabe algo de inglés, no mucho, pero algo sí. Me dijo que no podía pedir esa muñeca que, eso era una barbaridad y que así mismo lo ponía en la caja. No pone barbaridad, dijeron mis pedantísimos siete años, pone barbie (yo la e la leía también) Barbie, dijo mi padre muy serio, significa barbaridad en inglés. Le creí. Grrr
ResponderEliminarPor eso, ahora ,para mis gremlins, aunque les explico muy bien que los ryes son magos, pero los camellos no, y además son viejos y no pueden cargar tanto peso por lo que pueden pedir un máximo de tres regalos cada uno (si se ponen tontos también les hago notar que tres es el máximo pero cero es el mínimo) les traen exactamente lo que han pedido y la de reyes, es para mí, todavía hoy, la noche más bonita del año.
Un beso, Mauro
@alma
ResponderEliminarYa intuía yo que la señora es brava en grado sumo, pero ahora, en vista de que le encanta Baltasar(... tan negro y tiznao), aun envidio más su valentía. Además entreveo que de armas tomar, al discutirle lo discutible a su venerable padre,(... que risa Alma) y ahora compruebo que maneja con mano diestra el asunto de los magos con los gremlins, asunto este muy de apreciar, no vayan a caer en el desaforado afán del consumismo que les haría perder la ilusión por la llegada de sus excelsas majestades.
Querida amiga, mantén esa ilusión mágica e irrepetible durante toda la vida y transmitela, cuando llegue su momento, a los gremmlis nietos. Un besazo quijotero.