Estamos ante el mejor discurso de la historia. Así está catalogado después de décadas. Para mí, lo que vale es la esencia del mensaje, la cruda verdad que transmite, la certeza del final, ahogada en desolación y muerte, que se podía prever ante la certeza de estas palabras. Nada descubre que sea nuevo y todo lo que en el se dice sigue estando vigente; la explotación del débil y la eterna consideración del poderoso que piensa que todo es suyo y le pertenece. Después de oír a Salvador Allende, pocas dudas pueden quedar del porqué de su muerte; era molesto y decía aquello que los poderes facticos no querían oír. In memoriam.
Dejemos también para el recuerdo esta maravilla de canción que compuso Pablo Milanes para hacer honor a esas frondosas alamedas a las que en su último discurso al pueblo chileno hizo mención Allende.
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