Espero que no les importe a los
miembros de la familia Aranda que traiga esta foto añeja, que no es del año en
que se relatan los hechos sino posterior, desde el baúl de los recuerdos. Lo
hago porque en ella, con sombrero blanco, gafas de sol, bigote y botellín en la
mano, encontré que estaba mi progenitor padre disfrutando de la compañía de tan
buena gente. Por ellos y de ellos es esta historia.
El lunes 20 de Julio del año de gracia del 1952, al frisar la medianoche, se procedió a la inauguración de las ferias y fiestas. Poco tendría esto de excepcional si no fuera porque fue esta la primera ocasión en que la celebración y el jolgorio se trasladó al Parque Municipal, entonces de Sales Córdoba, abandonando por siempre jamás la entonces Plaza del Generalísimo, a veces me da por pensar la cantidad de propiedades ficticias que llegó a tener este innombrable sin haber comprado ninguna, y además se cambiaba también la fecha que durante décadas había coincidido con el ocho de septiembre, día de la patrona. Así, a la hora mencionada, el alcalde de la villa y sus gallinas que en aquel año de palos y tentetieso respondía al nombre de Pedro Lillo, y que un servidor supone conductor de la famosa camioneta que transportaba en aquellos tiempos lejanos a los viajeros desde Valdepeñas hasta el Viso del Marques pasando por este lugar, dio por inaugurados los fastos y oropeles que empezaron con la diana, que es lo mismo que decir señal para dar la matraca a los vecinos que están descansando, a las cinco de la mañana a cargo de la Banda Municipal que como podrán imaginar debía estar compuesta por gente recta en el asunto del madrugar o tal vez, y eso es más comprensible, por asiduos del beber acodado a la barra esperando a que el sol pintara por donde se encuentran los puentes.
Y no habría de ser este asunto complicado de llevar a cabo teniendo en cuenta
que en el ferial estaba instalada la gran caseta de los Botas tirando cerveza
fresquita y la terraza de Ceferino con la mejor pista de baile, así se decía y
anunciaba, donde se bailaba al son de las modernas y agradables melodías que
tocaba la Orquesta Bórax, venida desde Córdoba, cuyos éxitos y
actuaciones, así se aseguraba y tenía mandanga, eran conocidos en toda España y
el extranjero. También se encontraba cercano al ferial el local de Jacinto
Mayoral Laguna, a quien todos conocimos por Parralo, sito en la Calle del
General Espartero y que obedeciendo al nombre de La Parrala se anunciaba
diciendo:”La mejor animadora de las fiestas del lugar es, sin duda, La
Parrala, porque no tiene rival. Jacinto, que bien lo sabe, la instaló en un
buen local, para que alegre y anime al que se quiera alegrar. Sustanciosos
bocadillos La Parrala piensa dar, a quien yendo a visitarla demuestre su
paladar. Aperitivos sin tasa y hasta guindillas asás, berenjenas especiales y
aceitunas aliñás, cerveza “pa” los señores y vino sin bautizar”, en unas
estrofas compuestas por quien llamaban Malaco. En la Parrala, varios años
después de los hechos relatados, tuvo sus primeros escarceos con lo bebible,
qué entonces solo era vino con su bautizo, quien esto escribe y que aún
recuerda como en las tinajas que había detrás de la barra se mostraban escritos
estos esclarecedores refranes: “Si bebes para olvidar, paga antes de
empezar”, “Donde el vino entra, la verdad sale” y “Si bebes de mis
entrañas, serás un héroe de España”, recto y marcial, como entonces
debía, o mejor hacían que fuese, de ser.
A las seis de la tarde, hora taurina y sin par, se anunciaba que en la Plaza
Santuario de Las Virtudes tendría lugar una gran novillada de feria en la que
serían lidiados cinco hermosos y escogidos novillos de la ganadería preferida
por El Litri y Manolete, afamados matadores de aquel tiempo, actuando en el
primero la aplaudida rejoneadora y formidable caballista hispanoamericana
Lupita Barroso quedando garantizado, eran tiempos de burros, mulas y carros, el
servicio de autocares de ida y regreso a la plaza para presenciar tan grandioso
espectáculo. Me da en que pensar, y creo que con razón, en la que se debió de
organizar en la plaza con el visionado de amazona de tantos bríos en aquellos
tiempos tan poco dados a los oficios de condición femenina y de machos ibéricos
con un par.
Terminada la corrida y a las ocho de la tarde tuvo lugar en el Real de la
Feria, otorgándose premios a los mejores atalajados y enjaezados, un desfile de
coches y caballistas y a las 9 de la noche, con la llegada de la brisa marina,
más bien escasa por estos lares, conciertos de la Banda Municipal y atracciones
con sus verbenas. Nada fuera de lugar como podrán comprobar puesto que el ser
humano, y más aun los latinos de ibérica y mediterránea condición, siempre
tuvimos inclinación por la fiesta y el cachondeo a las primeras de cambio. Al
día siguiente se anunciaba, y así continuó siendo durante las fiestas, el
despertar al son de la música para las 6 de la mañana y a eso de las 10,
imagínense como habría de discurrir aun la vida en este suelo patrio de
charanga y pandereta que empieza a parecerse al actual, un reparto de víveres
en la Casa Consistorial, aquella que un conocido guardia municipal dijo que no
existía cuando preguntado fue por unos viajeros visitantes por el lugar en que
se encontraba ubicado el Ayuntamiento, para los pobres de solemnidad, que
debían de ser unos cuantos. A las 7 de la tarde, con el sol del estío
calentando para no perder la comba, se celebró un concierto, digo yo que en el
famoso Pabellón de La Música, que decenios después sin éxito se restauró, y se
anunciaron cucañas, aun recuerdo el palo encerado con el gallo expectante
arriba, y juegos de diversión además de algo que me deja como a cuadros
porque no logro discernir de que se puede tratar llamado fuga de globos
grotescos y que si descifran de que se trata deberán comunicarme puesto que
quedo viviendo sin vivir en mí como la santa noble que descansa en Ávila.
Al día siguiente y en la Verbena Villa Aurora, regentada por Los Botas, tuvo
lugar un concurso de cante y baile de jotas manchegas y la última jornada una
carrera de burros con premios en metálico. Aun me parece estar viendo a muy
ilustres caballistas de la villa y sus contornos, de muy humilde condición,
transportando sus reales a lomos de aquellos pollinos que sembraban el pueblo
de heces y paraban en seco cuando les venía en gana haciendo descabalgar al
jinete que presto se ponía a tirar del ramal o de la cola con el peligro
acuciante de que el borrico le descerrajase una coz en la cabeza aplastándole
la tapa de los sesos. Sin mucho más que resaltar los festejos se
clausuraron a las 3 de la mañana, prisa como pueden comprobar no había, del día
23 de julio.
Y como a modo de crónica, se que les habrá de gustar a los lectores de más
tierna condición, decirles que por aquel lejano año aún funcionaba la fábrica
de aceites de la viuda de Peñuelas en lo que hoy es el Mercasantacruz. Que en
el Paseo de Calvo Sotélo, hoy de Castelar, estaban los Almacenes de Gracia
vendiendo, ¡menudo puzzle, ríanse ustedes de los actuales inspectores
de sanidad! azúcar, sal, coloniales, cereales, hierros, chapas,
herramientas agrícolas, abonos y carbones minerales. Antonio Laguna Velasco,
aún no debía tener el estanco, además de ser agente de paquetería, vendía en su
mercería de la Calle Capitán Casado perfumería, medias, calcetines, hilaturas y
un gran surtido de bisutería además de las mejores lanas para labores. Ladislao
Muela Aragonés, a quien todos conocimos por Patito, aún no había inaugurado el
cine de la Calle Cervantes donde tenía una tienda dispuesta para la venta de de
ultramarinos, alpargatería, abonos, maquinaria agrícola, leñas y carbones y
espartería además de ser el representante de la conocida marca Ajuria que
distribuía trillos, aventadoras, segadoras y trilladoras. Y diciendo que:”la
bomba atómica concluyó la pasada guerra y un platillo volante inicia la nueva
contra los altos precios surtiendo de calzado barato el almacén de Amando
Serrano Guzmán, anunciaba el susodicho su tienda de zapatería en el local
donde en estos tiempos languidece la Caja de Castilla La Mancha.
Por fin, y para
terminar, que esta homilía comienza a ser larga, decir que la Falange, partido
único del régimen que después el mismo Franco aplastó, despedía el escrito que
incluyó en el programa de festejos dejando esta perla: “No te decimos
aparta. Te arrollaríamos sin esfuerzo alguno, pero ese no es nuestro ánimo.
Aspiramos a vivificarte. Nuestro optimismo no tiene límites”.
Para echártelos de amigos, me digo yo.
Un buen relato, el recordar es volver a vivir aunque tengamos que hacerlo de cosas desagradables en el trajinar de nuestras vidas.
ResponderEliminarhttp://misojosasiloven.blogspot.com.es/
Un saludo.
Lo que pasa Guillermo es que casi siempre tendemos a recordar en color lo que era en blanco y negro. Será el paso de los años que todo lo suaviza. Un gusto recibirte en esta posada. Ya ando visitando las tuyas. Saludos de vuelta.
EliminarQué buenísimo artículo.
ResponderEliminarNo he tenido oportunidad de leerlo completo de una vez, pero me he preparado una descomposición en tres o cuatro rondas y ya he hecho la primera. ¡Hay que ver la de información que recopilas!
La información me viene porque desde muchacho tuve el sagrado vicio de no tirar casi nada y sentir pasión por lo viejo. Así, programas de festejos de cuando reinaba Carolo y otros muchos tesoros duermen esperando resucitar en el fondo de mis baúles.Y luego, solo se trata de inventar y alimentar un poco el cotarro. Gracias por para en los andenes y dejar huella.
EliminarDescubro sitios y situaciones de mi pueblo nuevas para mi.
ResponderEliminarGracias y mil gracias.
Descubres sitios que un servidor tampoco conoció, que tampoco nos llevamos doscientos años, y que como bien sabes yo me encargo de contar, en algunos casos, como pudo ser que fueran. De La Parrala doy fe que era como la describo. Solo ocurre que su merced siempre fue muchacho más formal en los asuntos del asueto. Pregúntale a tu hermano Julian, que ese tambien lo pintaba pardo. Gracias por llamar. Se le quiere y aprecia.
EliminarOtra joya de tu colección! Dice mi esposa que tus primeros vinos no fueron ya con Jacinto, sino con Eustasio, el segundo parralo, su abuelo! Un abrazo y esperando que nos deleites más a menudo con tu exquisita prosa!
ResponderEliminarMe ha venido de maravilla tu comentario, amigo Leovi, porque has hecho, sin quererlo, que mi santa admitiese que tu esposa era nieta del Parralo. Ella siempre vivió a escasos metros de La Parrala pero no lo recordaba. A ver si me van surtiendo las musas de nuevas divagaciones y las iré escribiendo. Un gusto, como siempre, saber que andas por ahí. Abrazos...
Eliminar:D El generalísimo tenía una calle y una plaza en cada pueblo. En el mío no porque es tan chico como el de Gila, no se puede pasear porque te sales y ni siquiera tiene iglesia, pero donde quiera vas hay un montón de cosas que todavía están a su nombre :D ¡Que le cobren el IBI"
ResponderEliminarMadre mía, como sería que te "vivificaran" esos tipos...
Un abrazo, Mauro
Pues algo tendría en tu pueblo. Haz memoria y verás como encuentras rebuscando. Tal vez el aire que se respiraba por aquellos infaustos años?. Había uno que decía que su pueblo era tan chico que tenía la calle "pa un lao", la calle "pal" otro, la calle "pa" arriba y la calle"pa" abajo. Si lees el artículo entero de aquellos falangistas ganas te darían de vomitar. Y no te cuento nada de algunas poesías marciales que también impresas estaban, No las pongo porque todavía puedo herir susceptibilidades de los descendientes de aquella estirpe. Pero igual algún día lo hago. Un gustazo abrirle esta puerta y perdone si en alguna ocasión se me olvida pasar por su morada porque últimamente las musarañas se están apoderando en exceso de mi triste figura. Dos besos ...
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