Como mandamientos:

Es bueno ir a la lucha con determinación, abrazar la vida y vivirla con pasión. Perder con clase y vencer con osadía, porque el mundo pertenece a quien se atreve y la vida es mucho para ser insignificante.
Charles Chaplin

A veces uno sabe de que lado estar simplemente viendo los que están del otro lado.
Leonard Cohen

martes, 1 de agosto de 2023

Los Emigrados





       Vamos todos, como en dolorosa procesión, Paseo de la Estación arriba que, en este tiempo de aprensión y recelos, se da en llamar de Calvo Sotelo en honor al diputado de Renovación Española asesinado en los días preliminares al Alzamiento Nacional del 18 de Julio de 1936. Portamos cajas de cartón atadas con guitas y maletas vencidas y deterioradas por el uso, en las idas y venidas, desde las catalanas tierras hasta el pueblo que los vio nacer. Emprenden, una vez más, entre lamentos y lloros, el triste camino de regreso hasta su tierra de adopción sin saber, a ciencia cierta, cuándo habrán de volver a poner el pie en su amado terruño santacruceño. Todo habrá de depender del discurrir del año y sus haciendas. De que haya trabajo con el que alimentar bocas y hacer frente al pago de las míseras deudas contraídas. Después, y si quedan algunos cuartos en el fondo de la hucha, será llegado el momento de plantearse, aunque decidido esté de antemano, el bajar de nuevo hasta su añorado pueblo para gozar de la anhelada compañía de padres, hermanos y demás parentela. Y de sentir, como se siente una herida abierta, el maltrecho aliento de esta tierra vencida, denostada y poco apacible que hubieron de abandonar, muy a su pesar, en busca de un horizonte nuevo, de otro lugar donde sus vidas hubieran de ser más llevaderas y con menos espinas. Así, entre suspiros que encogen el alma, pasamos por el Bar de Cacheras en el que se arraciman al cobijo de la barra, entre vapores de Peninsulares, los clientes habituales de la tasca que beben vino y mistela. Saludan algunos al abuelo Santiaguillo y este, que camina pensativo y cabizbajo, les devuelve, y es cosa poco habitual en él, con poca efusividad el saludo. Será, y es, porque le invade una pena honda. Esa que le nace desde las entrañas cuando un año tras otro se despide de sus hijos sin la certeza plena de volver a verlos con vida. Cuando llegamos a la estación una amalgama de gentes invade el lugar. Unos son hijos del pueblo que emigraron a otras tierras más prósperas como lo hicieron mis tíos. Otros son navajeros de la villa con su carga de navajas a la espera del tren que los lleve hasta el Norte, más próspero y boyante, donde habrán de vender su solicitada mercancía.

     Pasamos a facturar los bultos en la oficina y se nos informa de que el tren, por no se sabe qué razón, viene con un retraso considerable. Así, con los bultos facturados y el alma encogida, los mayores echan mano, los unos de petacas y mecheros de pescozón y los otros del paquete de Celtas sin boquilla para hacer más llevadera la espera. Los muchachos entretanto jugamos al escondite por los recovecos de la estación sin tener conciencia clara de que es esta una noche triste. Noche que en nada se parece a la de hace un par de semanas en que arribaron al pueblo nuestros queridos emigrados. Entonces todo eran alabanzas, alegrías y emplazamientos para disfrutar de lo que en dos escasas semanas sería posible de realizar. Las migas, las gachas y la paella en la casa de la chica, que es como llaman a mi madre, y las cenas con sus regueros de vino del porrón y los tacos de jamón a la sombra de la parra en la casa del abuelo, sin que falte una visita a Las Virtudes por aquello de rendirle honor a la patrona. Se oye el silbido del tren por Las Minillas y se desatan los gemidos y sollozos. Entra la maquina entre nubes de vapor en la estación arrancando chirridos que provocan dentera y se suceden los besos con sus abrazos y lloros. Despacio, y como si no quisieran, suben los emigrados al vagón y se cierran lentamente las puertas mientras el tren comienza la marcha con sus rostros pegados a las ventanas en un último esfuerzo por llevarse clavada en la retina la imagen de los que tanto quieren y aquí se dejan. Se pierde el tren en la lejanía y, como despertando de un sueño, o porque son muchos los recuerdos y el querer que los que se van se llevan, emprendemos el camino de regreso entre los gemidos ahogados del abuelo. Salimos de la estación. La fonda de Pedro Saavedra y el bar de la Benita, son un hervidero de ferroviarios, viajantes y gentes que van y vienen mientras, con nudos en el pecho y costrones de pena en el alma, emprendemos el triste camino de regreso a la espera de que el año que viene, que tan lejos queda, asomen por estos lugares, y sin que haya de faltar nadie, de nuevo los emigrados.

    Han pasado casi sesenta años y estoy sentado en la estación al anochecer. Observo como pasa a la velocidad del rayo un tren de mercancías. Un páramo desierto me contempla. Los andenes están vacíos, las oficinas cerradas y tan solo se observa vida en la máquina expendedora que hay dispuesta para que quien lo necesite compre un billete que le lleve hacia el Norte o el Sur, según convenga, en uno de los pocos trenes que en este lugar tienen parada. Me levanto, encamino mis pasos hacia la salida y me detengo frente a lo que fue la Plaza Valparaíso, la fonda antes mencionada y el barrio de los ferroviarios que, desde hace décadas, son pastos del recuerdo donde la ruina hizo mella precipitando su derribo. Lentamente, y como masticando el aire, voy bajando por el Paseo, que ahora vuelve a ser de Castelar, y siento dentro la convicción clara de que nada es perdurable y todo es merecedor de serlo mientras quede alguien en pie que lo recuerde. Y concluyo que, en esto de la emigración, los tiempos, por desgracia, tampoco han cambiado tanto.

 


 

 

 

 

 

 

 

 

sábado, 6 de agosto de 2022

Correr los postigos




  He corrido de nuevo los postigos y he vuelto a abrir la puerta del recuerdo para encontrarme otra vez con la ilusión que inundaba mi ser cada vez que la feria del pueblo se acercaba. Era entonces el momento de escudriñar en los recovecos escondidos de la infame casa de mi infancia para buscar los exiguos ahorros que ocultos tenía por temor a que no se bien quien me los robara. Y he ahí que después de, cual contable de banco antiguo, darle decenas de vueltas a las monedas de perra gorda, céntimo y peseta entre mis manos, llegaba a la conclusión de que cortos habrían de ser mis placeres si estos se limitaban a lo que pudiera disfrutar con el gasto de tan parco tesoro. Llegado pues era el momento de, con artimañas y demás arrumacos, conseguir incrementar la cuantía del asunto con la aportación que pudieran hacer padres, tías , abuelo y demás parentela. Con la de las tías complicado lo tenía porque una, que no lo era pero así la llamaba, era de ser mucho del puño cerrao y la otra, que si lo era, ganaba un sueldo escaso trabajando unas horas en la limpieza del juzgado. Y del abuelo Santiaguillo poco se podía esperar porque, amén de ser más agarrao que un chotis, nada podía aportar a la causa con la pírrica pensión de que “disfrutaba” después de que el “apreciado” señor para el que hubo de trabajar buena parte de su vida jamás hubiera cotizado un puñetero duro por él. Por todo ello, y con estos mimbres para hacer el cesto, siempre había de encomendarme a los ángeles custodios que hay en el cielo clamándoles, sin ningún tipo de rogatoria, en el afán de que intercediesen, ante quien falta hiciera, para que a mis padres se les ablandase el corazón y me diesen una buena paga. Y he de reconocer ahora, con el pasar sentencioso de los años, que hacían los pobres míos más de lo que podían en el intento de que pudiese pasar su vástago primogénito una feria medio decente.

   Y así, llegado el día de la inauguración, se encaminaba este que les escribe hacia el ferial con la parte correspondiente a esa jornada bien guarnecida en la cartera. La de las que habrían de seguir quedaba a buen recaudo entre uno de los libros que tenía en el estante del dormitorio, no fuera a ser que la  perdiese y me quedase el primer día a la luna de Valencia que fue lo que me pasó en una ocasión en la que, después de echar unos viajes en los coches eléctricos, me di cuenta de que había perdido la cartera, y al volver como una bala, en un intento vano de recuperación, hube de encontrarme con el semblante sorprendido de un par de conocidos (… ellos saben bien quien son), que dijeron no haberse encontrado nada aunque ya llevaban los hurtados cuartos en el bolsillo, motivo por el cual aquella noche hube de  beber agua de la fuente que había en la puerta del parque mientras veía subir a mis amigos en las sillas voladoras.

   Por lo demás, el “tesoro” que lograba reunir se esfumaba, año tras año en las casetas de tiro que adornaban la parte derecha del Parque Municipal, entonces de Sales Córdoba, en las que comprábamos, creo recordar que a una peseta la unidad, los plomos (… después los prohibieron y los cambiaron por corchos quitándole toda la salsa al asunto), con los que acometíamos el derribo, una vez introducidos en las escopetillas, de los primeros cigarrillos cuyo humo habríamos de inhalar y que respondían al conocido nombre entre otros, y que bien recordarán los que ya tienen unos años, de Sombra, Bonanza, Mencey, Piper, este era amentolado, y sobre todo Palmitas que, con su envoltorio negro y extremada longitud, era el trofeo preciado por todos. También podías tirarle a los muñecos de peluche más horrorosos que he visto en mi vida, a diminutas botellas de licor que en el presente serían motivo de colección y a llaveros, entre una infinita amalgama de trastos de dudosa calidad, que hacían las delicias de quienes, emperrados en tronchar a plomazos los palillos de mondar dientes que los sostenían, se dejaban la paga que días antes habían ganado tronchándose la espalda mientras ponían a secar las tejas en los patios de las tejeras que había, por referirme a algunas, a la vera del paseo del cementerio.

   Y, como hoy les estoy hablando de mis primeras ferias de muchacho, no traeré hasta el presente bares y otros lugares, entre ellos el Alaska, tan bellos para “conversar” y que se supone, y solo lo habrán de suponer, que no estaba aún en edad de visitar. Si les diré que el resto de los monises se esfumaban en churros, porciones de coco y turrón plagadas por las defecaciones de las decenas de moscas que pululaban a su alrededor, las nubes de algodón que ídem de lo mismo, en el trenillo de la bruja (… que se asemejaba a Rod Steward) y en los artilugios que artesanalmente, con premios que casi siempre eran tabaco, se inventaba el Chinito muy hábilmente para sacarnos los cuartos.

   He intentado revivir de nuevo un tiempo que, sin que me quepan dudas, se fue para no volver. Hoy, y no se bien si es mejor o peor, aunque lo intuyo, la vida con sus vericuetos transcurre por muy distintos derroteros y aquello que añoramos, seguramente, sería complicado de digerir por los tiernos infantes del presente. Con el deseo de que disfruten estas fiestas con alegría, salud y felicidad reciban un cordial saludo de este paisano que les aprecia.





 


miércoles, 19 de agosto de 2020

De la Calle Real, con sus tiendas y sus gentes.

    



Satisfecho, como no podía ser de otra manera, de haber colaborado un año más, señal igualmente grata de que sigo vivo, en la confección del libro que anuncia la llegada de las ferias y fiestas del lugar, vengo a dejarles en mi posada de relatos el escrito con el que he participado y que versa, muchos lo recordaran de manera grata, de aquellos tiempos en que la calle Cervantes, que para los aborígenes es Real, y siempre lo fue y lo será, era un hervidero de gente. Unos comprando zapatos, otras útiles de mercería, los más saliendo del bar o de ver una película en el Cine del Patito y otros tantos persiguiendo a la dama de sus sueños. Con el deseo de que los días de fiesta venideros les sean gratos y placidos, disfrutándolos como a bien lo tengan, quedo con todos ustedes. Hasta la próxima, pues ….


        Hay días en que al anochecer, y con el pasar de los primeros gatos nocturnos, encamino mis pasos sin rumbo hacia la calle de Cervantes, que siempre será Real por estos lares, y debo confesarles que me invaden velos de nostalgia cuando solo contemplo vacío y palpo que el silencio flota donde antes campaban la algarabía y el ruido.
      Sonidos estos causados por el constante trasiego del ir y venir de las gentes del lugar que calzaban sus pies con los zapatos y sandalias que compraban en la tienda de Castillo y en otra muy populosa a la que después haré mención. Que se ilustraban leyendo los periódicos y revistas que les vendía la Paca “la de Vicencio” y adquirían los primeros aparatos y electrodomésticos ofrecidos a plazos por Manolito “el de los aradios”. Los productos para la limpieza los vendían Paco “El Droguero” y su dependiente Juanito, que con el pasar de los años sería el dueño de la droguería y el asueto con su diversión, de poca monta pero sana, se daba en los añorados futbolines del Chato. Las carnes las vendían el bueno de Estebitan y Vicente “el de la Belén”, mientras que los pantalones con sus camisas eran despachados por Alfonso Lillo en la tienda de confección de Abelardo Valencia y lo referido a la mercería era suministrado por Ferrer; también Urraca se dedicaba a esta cuestión, en un local que aún subsiste cerrado a cal y canto.  Los víveres, tan necesarios para la subsistencia de las gallinas de este corral, eran expendidos por los hermanos Castro y Pedro “El Patito” en sus tiendas de ultramarinos y bares, esos que nunca han de faltar para que el organismo funcione con la precisión de un reloj suizo, había unos cuantos que enumerados serán, para hacerles justo homenaje, al final de esta historia de amorosos ardores.
      Dicho esto, como introducción, y sin dilatar más la historia que hoy nos ocupa, hablaremos esta vez de aves exentas de pluma. De los varones que como pollos descabezados parecían ir sin rumbo, a veces eran kilómetros los que recorrían persiguiendo a la codiciada presa, tras el rastro que dejaban las hembras que, cual avestruces de cuello erguido, paseaban sus reales por el circuito amoroso ubicado en la calle Real, o de Cervantes, aquellos años, en los que antes de ser un saltimbanqui titiritero, a este púber adolescente le inundaban el ser calores infinitos y pasmos convertidos muchas veces en espasmos.
      Digamos, que había un tramo corto y como más apresurado. Aquel que comprendía el espacio que iba desde el antiguo cine del Patito hasta la añeja tienda de Amando. Ya imagina este escribidor que muchos jóvenes lectores se deben haber quedado como en trance y en Babia cuando mencionar he mencionado aquel comercio perdido entre las brumas del recuerdo. Por ello, habré de refrescarles la memoria para decirles y aclararles que este bazar de zapatos y complementos varios estaba en lo que en estos días de infortunio es la sucursal de la Caja de Castilla La Mancha y antes fue el estudio fotográfico del valdepeñero Navarrete.
     También podía verse alargado el aludido circuito hasta el jardín sin flores de la escuela del Jardinillo, encaminando los pasos hacia el sur, o hacia el puentecillo del Llano, si se perdían sin rumbo buscando el norte. Y era allí, a partir de aquel lugar clavado como divisa al fuego, donde estaba el límite de lo tolerable. Donde se encendían las pasiones y se desbocaba el instinto que, al igual que a toros bravos en busca de los chiqueros, conducía sin remisión hasta la oscurana del paseo del cementerio, donde a la vez machos y hembras, parejos y de la mano, daban rienda suelta a sus pasiones con tal fogosidad y apasionamiento que les importaba poco, llegados a tales extremos, el temor  a posibles apariciones, dada la cercanía del camposanto, de fantasmas llegados de la ultratumba o del progenitor, más terrenal y palpable, de la Julieta de turno, que bien pudiera, y sin previo aviso, molerle a palos las costillas al fogoso Romeo pretendiente.
     No duden que eran tiempos de muy variados comportamientos. Unos aún anclados en la época pretérita que se había vivido y otros abrazados al nuevo periodo que se abría con el final del dictador y la sombra de su bota. Por ello no resultaba todo tan condescendiente y liviano como en estos días de pase por la entrepierna y es por eso que pasar el límite descrito era síntoma de catástrofe, invención y comentarios varios de las lenguas dañinas del lugar que bien podían tildar al masculino integrante del dúo de macho con un par y a la fémina componente, eran épocas de imperdonable machismo, de calentorra y dada sin desmesura al arte del metemanos.
     Entretanto, los que con menos ardores vivían, se afanaban en el rito ancestral de perseguir a la dama pretendida  que acompañada iba, y a veces hasta cogida del brazo, de amiga de confianza o hermana de mayor edad y juicio, por lo general más fea y de menos grácil compostura, qué amargaba la vida al pretendiente y tenía la misión encomendada de referir y contar con todo lujo de detalles, una vez llegadas ambas al calor  amistoso del brasero de la casa, los devaneos del candidato  y la hechura con que había aguantado la pretendida los envites del solícito macho.
    Así, emperifollados ellos con el atuendo de los domingos, por lo general escaso y hasta ridículo, que descansaba durante toda la semana envuelto en el fondo del baúl entre bolas de alcanfor y luciendo la tez afeitada horas antes en las insignes barberías de Sales Córdoba, Abdón Velasco y Angelito “El Cabezón” con olores  a colonia “del Varón Dandy” y peinadas ellas sus cabezas en las peluquerías de Belén y la María entre fragancias de Myrurgia, que se esfumaban al llegar a la intersección que en la calle del Cura formaba la mezcla a refrito pestilente que emanaba de los cuatro puntos cardinales desde La Campana, la tasca del Botas, el chamizo de Mauricio, el Bar de Luis y la bocacha inmensa del Cine de Cervantes, la vida pasaba y el tiempo, ese que con los años se nos va tornando escaso, discurría sin pausa, sin otro menester que no fuera esperar un nuevo día para seguir viviendo y un inédito amanecer para disfrutarlo.

      


    
    



jueves, 30 de abril de 2020

Diario de Incertidumbres. 30 de Abril








Hola de nuevo amigos. ¿Han visto al príncipe de Inglaterra y a su esposa Camila batiendo palmas a la puerta de su casa? Si no lo han hecho, háganlo. Al menos se reirán. Les aseguro que no tiene desperdicio. Y lo harán más aún, si cierran los ojos y, sin verlos, oyen el desbaratado ritmo con que lo hacen, cada uno por su lado y sin orden ni concierto. Para llevarlos a un tablao flamenco. Y eso que, según oigo en la radio, la aristócrata referida ha empezado, con setenta y dos años cumplidos, a dar clases de ballet. Debe de ser un gozo el verla bailar entre bambalinas y abogo porque habrá de llegar, con toda seguridad, a figura del baile antes que a reina. Porque pretender escalar hasta el puesto de soberana de la Gran Bretaña con el aguante que ha demostrado tener su suegra es como querer, a tan provecta edad, que conserve la ilusión por ser rey su orejudo esposo.

Parece ser, por lo que se oye y comenta que, después del varapalo que nos está doblando, habremos de engendrar un horizonte diferente desde el que, según dicen, lucirá un sol más luminoso y bello. Pamplinas. No descubriremos un mundo nuevo si seguimos, que seguiremos, usando mapas viejos. Y tampoco tengo duda de que, desde donde sea y como convenga, se seguirá ampliando cada vez más la distancia entre ricos y pobres. No duden de que ya hay muchos de posibles que están en ello.

“Al Partido Popular no le importan los números de la epidemia, solo recuenta meticulosamente el de los muertos, porque utilizar a las víctimas es de lo que más le gusta a este partido. Le da igual que este país este atravesando la peor situación en décadas, le da igual que no sea un problema exclusivo de España,  que media humanidad esté en la misma situación, le da igual el contexto, le da igual que salgamos mejor o peor de esta, le da igual lo que nos pase a los ciudadanos porque solo tiene un objetivo: desgastar tanto al Gobierno que caiga por su propio peso, que no aguante la legislatura y que las cosas vuelvan a ser como el PP cree que tienen que ser, es decir, con ellos gobernando. Porque el PP, o gobierna o gobierna. No tiene manual de instrucciones para estar en la oposición.

La sesión de control de este miércoles en el Congreso demostró que al partido de Pablo Casado le da igual la coyuntura, que la vida fuera de las puertas de la cámara nada tenga que ver con la vida de hace un par de meses. El PP sigue aferrado a su vieja forma de hacer política.

El Gobierno de Pedro Sánchez puede haberse equivocado, puede que se siga equivocando, puede que tenga problemas con la comunicación y la improvisación, pero está gestionando una crisis para la que nadie estaba preparado. ¿O es que el Partido Popular si lo estaba? Porque si lo estaba, nunca nos lo ha contado.
No sabemos nada de su estrategia, ni de sus recetas, ni sanitarias ni económicas, porque hacernos creer que con ellos en el poder tendríamos otras cifras y el país funcionando es tomarnos por tontos, y a estas alturas del confinamiento les aseguro que de tontos, ya no nos queda nada.
¿Qué hubiera hecho el PP en el confinamiento? ¿Qué haría ahora en la desescalada? Porque cuando nos encerramos, porque nos encerramos. Y ahora, tampoco parece gustarle cómo vamos a salir.

Bueno algunas pistas tenemos. El PP gobierna en algunas autonomías, con el apoyo de la ultraderecha (esto siempre hay que recordarlo). Entre esas autonomías está Madrid, campeona de recortes en sanidad y en el estado del bienestar, responsable del desastre de las residencias de ancianos y con una presidenta que presume de darle a los niños pizza para comer.

La crítica es lícita e incluso necesaria, la crítica furibunda sin propuestas solo tiene un objetivo: noquear al Gobierno. Se queja a diario Pablo Casado de que el gobierno no le escucha, pero ¿tiene algo que proponer? ¿Tiene algo que decir?". Lo dijo ayer Angels Barcelo en el Hoy por Hoy, y me parece tan acertado que lo suscribo en su totalidad.

También fue ayer cuando le habló sin pelos en la lengua Pablo Iglesias a la señora diputada de Vox. “Ustedes son una formación de grandes apellidos y poca vergüenza, que falsean títulos para ejercer sin poder hacerlo, que no tienen más patria que su dinero. Ustedes ni siquiera son fascistas. Son simplemente parásitos. Es miserable utilizar la muerte para hacer política. Es miserable hablar de familias cuando ustedes no han apoyado ni una sola de las medidas para defender a las familias de este país. Es miserable que critiquen la eutanasia en el contexto en que estamos. Ustedes tienen muy pocos escrúpulos y tratan de disfrazar su discurso de valores religiosos. 

Fíjese, yo no soy creyente, pero me gusta mucho el Papa Francisco y creo que últimamente está diciendo cosas que van en la dirección contraria de lo que ustedes expresan. Porque ustedes representan el odio, la hipocresía y la miseria moral. Y les aseguro que España, y nuestro pueblo, una vez más, como en el siglo XX, se quitará de encima la inmundicia que ustedes representan”. Se quedó "agustito" el de la coleta. Y yo también.

Y al replicar de los tambores de tan sonado discurso no han tardado en asomar los periodistas defensores de los valores del suelo patrio, con Carlos Herrera a la cabeza, diciendo que ha amenazado a los rivales (... como si estos no lo hicieran cada vez que tienen ocasión de ello), a los empresarios, a la Justicia, a los ahorradores y a los medios de comunicación. Cuando la realidad es, y quedó bien claro en su discurso, que se estaba refiriendo al fascismo y a las maneras fascistas de Vox, que es un partido, que nadie lo olvide, que vive amparado por la legalidad de una Constitución que votó en contra, aunque entonces se llamasen Fuerza Nueva, que nunca quiso y que siempre repudió.

Hoy se cumplen 75 años de la muerte de un fascista llamado Adolf Hitler en los sótanos convertidos en bunker de la Cancillería del Reich en Berlin. Un personaje siniestro que, al amparo de un discurso muy parecido al que ahora de nuevo se extiende por muchos países de la vieja Europa, fue capaz de llevar al mundo entero a una guerra devastadora en la que murieron más de sesenta millones de seres humanos. En los primeros días de Enero del 1945 había dictado la orden de que fuesen llamados a filas los niños y mayores que pudiesen resultar útiles para la defensa de una ciudad que estaba perdida y con los rusos a sus puertas. 
Ciento cuarenta mil personas murieron defendiendo lo que ya estaba perdido. Y  su última hazaña, horas antes de pegarse un tiro en la sien como el más vil de los cobardes, fue la de condecorar a veinte niños con la cruz de hierro por su valentía en la defensa de Berlin. Aún así, y viendo lo que fueron capaces de hacer sátrapas como este, Mussolini, Stalin, Franco, Pol Pot y un largo elenco cuya enumeración se haría inacabable, hay quien vuelve a las mismas y les sigue encumbrando. No aprendemos. Ni a tiros.

Idearios como los que auspiciaban estos innombrables nos empobrecen como personas porque solo admiten, aunque en principio lo escondan, el uso de la fuerza para conseguir sus miserables fines. Dicho esto, que cada cual piense y haga lo que le parezca ateniéndose a las consecuencias. Y que, a toro pasado, nadie se llame a engaño.




martes, 28 de abril de 2020

Diario de Incertidumbres. 28 de Abril








Les saludo de nuevo desde este portal del que me ausenté adrede durante unos días. Y lo hice porque estaba en la convicción de que escribir, como por hábito, durante cada día puede resultar cansino. Además, como bien saben los que siguen mis diarias divagaciones, ando también enfrascado en la cosa de “producir” vídeos en los que les cuento lo que buenamente me parece. Y es cosa que también me satisface y se lleva su tiempo. Así que, por unas y otras cosas se me fue el santo hasta el cielo y hoy he vuelto para rezarle.


Nos acaba de anunciar el presidente que se va a ir aflojando un poco la cuerda que pende sobre nuestros pescuezos. Aunque visto lo que, a lo largo de estos días, hemos tenido la ocasión de poder ver, con la salida de los tiernos infantes, albergo dudas al respecto de que sea esta una medida oportuna porque no sirve de nada, y además supone una vuelta atrás que puede ser catastrófica, el salir cada tarde al balcón a aplaudir, si después el personal se pasa por la entrepierna las normas mínimas de convivencia al echarse a la calle con sus hijos. Menos aplaudir, aunque esté bien el hacerlo, y más compostura, civismo y respeto hacia tanto profesional que se está jugando la vida en este empeño y, que si el bicho se revuelve con más ímpetu, habrá de aguantar las consecuencias de las acciones de tanto irresponsable suelto sin bozal y sin control.

Al parecer, a finales de junio, aunque ni el gobierno lo sabe, se podrán abrir comercios, bares y playas de una manera “gradual, asimétrica y coordinada” por fases y sin movilidad de una provincia a otra. Podremos ir a un velatorio pero jamás a una segunda residencia. Se podrán, (… esto es la hostia) abrir locales donde se den comidas, pero sin gente dentro. La cosa del curso escolar no se reanudará hasta septiembre, pero en la fase 2 se podrán abrir algunos centros para recuperaciones o ayudas para los padres que tengan que ir a trabajar. En el asunto de la cultura, los museos se podrán abrir completando un tercio de su aforo, los actos al aire libre no podrán sobrepasar las 200 personas siempre que estén distanciadas y algunos rodajes podrán comenzar, mientras que cines, teatros, exposiciones y espectáculos no podrán exceder de las 200 personas al aire libre y las 50 cuando se trate de lugares cerrados. Yo me entero solo a medias y encuentro tantas contradicciones que esto me parece más complicado, y mira que era negado para ello, que un  jeroglífico, de los que traía el ABC en los años en que, siendo tierno infante, lo leía en el Casino. Ya veremos.

El pistoletazo de salida, como en los rodeos de los yanquis, llegará para los adultos el próximo sábado. Y me da que, viendo el despiporre de estos días con los pequeños, será asunto dificultoso y complejo. Sobre todo porque, teniendo como tenemos tanto erudito con un par en la nación, no faltara quien haciendo uso de estos, y al grito de “por mis huevos”, haga lo que buenamente se le pase por ellos poniendo en peligro a quien este haciendo uso de su derecho con la debida prudencia y cordura. Reclamo y exijo, aunque mi voz sea insignificante y su grito intrascendente. que el líder de la oposición se defina y diga lo que piensa de todo el batiburrillo que anuncia el gobierno. Sobre todo, para que después no diga, a toro pasado, digo donde dijo Diego.

A Cristóbal Serrano Sánchez, que vive en Córdoba, le tengo aprecio desde los tiempos en que mi infanta de los lloros se empezó a sonar los mocos. Sobre todo porque fue su buen maestro en esos años en que el árbol es pequeño y consiguió, con total dedicación y empeño, que este creciera derecho y asimilando que la perseverancia y el esfuerzo siempre conllevan un premio. Me cabe la certeza de que es hombre de ideas claras y de mente abierta. El otro día escribía que hay familias que “están sufriendo mucho”. Una, sin ir más lejos, que acababa de ver en el supermercado con vales de Caritas y la Cruz Roja por un importe máximo de 50 euros. Advertidos por el cajero de que llevaban  más de lo permitido y  el máximo era de 50 euros, dejaron los yogures y los lácteos, y salieron del establecimiento mientras se dirigían al coche, móvil y tabaco en mano, comentando que habían de llamar al teléfono de los servicios sociales para que les fuesen preparando otro vale. 
Y se pregunta mi buen amigo, que país es este donde se permite que haya gente que vive de "la caridad subvencionada" sin haber dado en su vida un palo al agua, Y  a su vez reclama que, quien corresponda, ponga coto a este desmadre. Es algo que viene pasando desde hace tiempo. Y cuestión de muy difícil solución porque siempre hay quien aprovecha la desgracia de quien verdaderamente lo necesita para su propio beneficio. Vivir del cuento que se llama.

Hoy se nos fue Michael Robinson. No soy muy de los programas deportivos pero era un hombre que me atrapaba con su peculiar manera de narrar el fútbol.Será difícil enchufar la televisión para ver un partido y no escuchar su voz al otro lado. Tenía una virtud a la que muchos aspiran y queda solo para unos cuantos elegidos: el don del verdadero carisma y la más poderosa autenticidad. No sé donde lo he leído y lo encuentro muy acertado. Descansa en paz amigo.


Me voy en esta mi vuelta a los ruedos. Si tienen tiempo para dedicarlo a alguien, no se queden parados mirando el reloj. Adelante. 


miércoles, 22 de abril de 2020

Diario de Incertidumbres. 22 de Abril





   

  
 Escribe Javier Sampedro en EL PAIS: "La mitad de los jóvenes españoles –los nacidos a partir de 1985— estaban sin empleo en la década pasada, y los italianos no iban muy por atrás de ese porcentaje. La mejor opción de una persona de esa edad sería haber nacido en Alemania, con solo un 11% de paro juvenil. Pero uno nace donde Dios le dice, ¿no es cierto?, con la posible excepción de los bilbaínos, que nacen donde les da la gana. Los jóvenes de entonces, que ahora frisan los 35, estaban apenas recuperándose de la crisis financiera de 2008 cuando les ha caído encima el coronavirus. Cuando estos marginados por la historia escriban sus autobiografías, sus blogs de madurez o cualquier otra cosa de naturaleza cuántica que se lleve para entonces, mirarán atrás y relatarán el bodrio de mundo que heredaron de nosotros. Los viejos vamos a quedar fatal en los textos de historia”.

  Y continúa: “como yo fui un científico en mi juventud, allá por los últimos ochenta y primeros noventa, no me cuesta mucho entender las que están pasando ahora los jóvenes de cualquier sector o formación. Becas cutres, buhardillas a cincuenta grados, falta de cotización a la Seguridad Social y una atención médica deficiente. Pero en aquella época podíamos al menos mirar alrededor y ver que nuestros compañeros de generación estaban haciendo una pasta. Lo más fácil era pensar que nos habíamos equivocado de carrera. Los jóvenes de ahora ni siquiera tienen ese dudoso consuelo. Si miran a su alrededor, solo ven el mismo infortunio que les amarga la vida a ellos. Empleos no ya precarios, sino prehistóricos y delincuenciales, contratos por horas, sueños por segundo, desolación, nada.

 Y remacha los clavos afirmando:”los millennials no han visto más que crisis económicas en toda su vida. No conocen otro mundo. La gente de 35 años debería ser ahora mismo el motor laboral, económico y cultural del país, y en vez de eso están perdiendo sus años más productivos mandando currículos y atendiendo los tristes mensajes de LinkedIn que les ofrecen otra penalidad peor aún de la que ya tenían. Esto afecta más a las clases más vulnerables, como es de rigor, pero ni las familias más acomodadas se libran de ello. Hay un eje generacional que traza una nueva línea ortogonal a la ya complicada geometría sociopolítica. Nadie quedará atrás, decimos, pero estamos dejando atrás a una generación entera. Qué bien lo hemos hecho.

 Uno de mis analistas europeos favoritos (Carlomagno en The Economist) llama a los jóvenes sureuropeos los “vencedores pírricos de la globalización”. Tenían todas las cartas previstas que supuestamente debían salvarles del crash financiero –formación, sistemas de contacto, un pasaporte de la Unión Europea— y el coronavirus ha vuelto a aplastar sus expectativas. “Los bajos salarios de ahora engendran los bajos salarios de después”, dice Carlomagno. Para las generaciones experimentadas, el virus es una crisis como otras que hemos vivido. Para los jóvenes españoles, la pandemia es la puntilla."  Aterrador, pero muy cierto el panorama que nos describe.

  Y con los pelos de punta y la piel como la carne de gallina, siento que tiene razón. Pienso en mis hijos y cada vez tengo menos dudas de que el mundo que habré de dejarles será peor del que yo disfruté. Y es algo que, salvo en contadas etapas de la historia, no había ocurrido nunca. Pocas veces ha dejado una generación a la que le sigue una sociedad tan execrable y  al borde de abismos materiales y existenciales tan patentes como los que se dan en nuestros días. Y no cabe el consuelo, como se dice en algún lugar del artículo anterior, que cabía en épocas anteriores de pensar que si no estudias, porque no puedes, porque no quieres o porque no vales, vas a tener la oportunidad de tener un trabajo medianamente remunerado y decente. Lo que había ya era miseria y lo que viene habrá de ser aún peor. Los buitres que nunca se fueron esperan agazapados a que se calme la tormenta para salir a la caza de lo que siempre consideraron carroña con la que alimentarse. Y me apena más aún el pensar que aquellos que estudian y se preparan que, aun teniendo obviamente más oportunidades, tampoco tendrán asegurado un trabajo donde prosperar y que justicia haga a sus años de estudio, preparación y conocimiento. Y con estos mimbres, me pregunto, de qué manera podrán afrontar el vivir en un mundo competitivo, impersonal y deshumanizado, cuyos valores no van más allá de los que dicta la propia supervivencia cayendo quien caiga. Mal plan se intuye. Ya veremos.

  Leo que desde ayer andan estos del gobierno dándole vueltas al asunto de permitir que los tiernos infantes pongan por un rato los pies en la calle y, por lo que veo, no aciertan ni a tiros. Irrisorio resultaba el permitir que lo hicieran acompañados de algún mayor cuando este fuese de compras a la farmacia o al supermercado. Dejar que los más jóvenes, que al parecer son los más asintomáticos portadores del bicho, compartan lugar con quienes son más propensos a caer en su red es algo incomprensible.  No sé qué lumbrera habría elucubrado en su mente un despropósito de semejante tamaño. Aunque ahora parece que se desdicen y cambian esta medida por otra que permitirá salir a los menores de 14 años a pasear hasta un kilómetro de distancia de sus casas. Ya veremos en qué termina este circo.
  
  Ayer murió, víctima de esta inmunda ponzoña José María Calleja, periodista veraz, valiente y sin pelos en la lengua que hasta hubo de llevar escolta durante años porque ETA lo tuvo en su punto de mira y condenado a muerte. Siempre le recordare por la vehemencia en sus exposiciones y porque se me quedó grabada para siempre una máxima de su autoría que venía a decir que había que ser “independiente siempre e imparcial nunca”. Descanse en paz como tantos otros que en estos días nos están dejando.

  Por hoy ya está bien. Tengan un feliz descanso y deténganse, ahora que tiempo les sobra, en mirar hacia su interior, hasta lo más profundo de su corazón. Si lo hacen, se darán cuenta de que muchas de las cosas que creían esenciales hasta hace tan solo unas semanas no pasan ahora de ser simples banalidades. Y además tendrán claro que es en ese corazón donde se cobijan sentimientos y deseos. Esos que unas veces nos turban y otras hacen de nuestra vida un discurrir maravilloso.  








lunes, 20 de abril de 2020

Diario de Incertidumbres. 20 de Abril.










  Voy a ver si después de unos días sin darle a las teclas, me sale algo digerible y digno de consideración. Como habrán visto por esos mundos de Internet, ahora también me ha dado por grabar vídeos, con poesías de los autores que siempre me gustaron y otros retales de vida, que iré desgranado como buenamente pueda y me vaya apeteciendo. O sea que, ya saben, como las moscas, de flor en flor y de mi…. en mi… Mejor callar.
  
  Y entrando en faena he de decirles, que me siento indignado, y aunque lo haya dicho cien veces lo habré de decir otras mil, por el inmundo aprovechamiento que de esta situación están haciendo los partidos de la oposición que se dicen leales, al menos uno, y hasta demócratas. Oía esta mañana en la radio a un oyente argumentar, ante la tormenta desatada por las declaraciones hechas ayer por el Jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, que “estamos en una dictadura porque el gobierno ha ordenado a la Guardia Civil que impida a los medios que informen y digan la verdad sobre la situación”. Después también se lo oí decir, a alguien más cercano, que ahora se dice apolítico y que, como todas las aves que cojean de ese pie, es más de derechas que Blas Piñar, que en paz descanse, aunque jamás lo reconozca. Le temo casi más a ese bicho, al apolítico digo, que a este invisible que nos anda visitando. Y le temo porque no se extingue y hace daño.

  Huelo que hiede este vil argumento. Y miren que parto de la base de que desde el principio, y es cosa que creo haber expuesto en anteriores escritos, no he visto jamás oportuna, desde mi humilde capacidad de análisis y observación, la comparecencia diaria de los técnicos responsables de la Policía Nacional y la Guardia Civil. Sobre todo, porque aparte de innecesaria, denotan una evidente falta de soltura y preparación, que además encuentro lógica porque no están en la obligación de tenerla para el desempeño de su labor, en el asunto, siempre espinoso, de las conferencias de prensa con su oratoria. Y es esta circunstancia que aprovechan impunemente los pájaros de siempre para obtener manjar de la carroña.

 Es demostrable, y a poco que te manejes mínimamente en las redes lo compruebas, el grado de infamia y calumnia que se está produciendo.  Me llega un vídeo en el que, con un montaje deplorable, se ve a Pedro Sanchez, Pablo Iglesias y señora paseando, a ritmo de salsa, un féretro. Deleznable. También unas declaraciones de Page, al que harán que adore sin que haya sido jamás santo de mi veneración, recortadas y manipuladas para que solo hagan referencia a un tema que, sacado de su contexto, no tiene nada que ver con lo que está exponiendo. Hoy he visto otro en el que se ve, saliendo del Valle de Los Caídos, el ataúd del dictador que asoló este país durante cuarenta años, mientras la leyenda impresa en el mismo dice que se utilizaron 22 cámaras para el evento, y ahora no se utiliza ninguna para filmar los ataúdes de quienes están muriendo.  Al menos yo, he visto más veces de las que quisiera las morgues llenas de féretros en el Palacio de Hielo madrileño. Pero tendrán que ponerlo como el Sálvame, todos los días y en horario de máxima audiencia. Y el colmo, es que veo otro montaje en el que se ven unas enfermeras con las clásicas cartulinas en las que pone QUEDATE EN CASA.  No tendría nada de reprochable si no fuera porque le han añadido FOLLANDO. De mal gusto y denigrante. Como todo lo que van maquinando. Del expresidente, y su paseo pasándose por el forro lo que debe de hacer por ley, no entonan nada los tambores del facherio.  

  Y eso, que habré de decir decenas de veces que nada tengo en contra de quien piensa de manera diferente a como yo lo hago. Pero que lo haga desde el respeto y sin mentiras. De no ser así tampoco merece el mío y lucharé por que prevalezca este.

  Me voy a marchar por hoy pidiéndoles que se den cuenta de que sentirse a gusto con uno mismo no suele tener que ver mucho con la riqueza y el atesorar. La felicidad no llega nunca a través de un cheque o un giro postal. Porque aunque el entretenimiento lo puedan comprar, un corazón sereno y alegre, ese que hace al hombre feliz por aquello que tiene, no se compra en ningún sitio.


Sean felices y repartan felicidad. 


sábado, 18 de abril de 2020

Desde la buhardilla 2. Momentos Felices de Gabriel Celaya.





   Tres horas he estado intentando subir el vídeo. Estoy hasta los ... En fin, que, como los cantantes famosos, cuando salen de gira, parece que ha tenido éxito este invento del recitar algo. Por ello, hoy les traigo MOMENTOS FELICES, un poema del gran Gabriel Celaya que me apasiona desde el primer momento en que lo leí. Y hace como 32 años.Con lo cual, hasta pelo tenía. Espero que les guste. Tengan un buen fin de semana, arropados con sus potingues, que tendrán que tomar en casa. Porque de bares, ya veremos si pa Nochevieja nos de dejan entrar en fila, y de uno en uno. Buena tarde. Y ya saben, sean felices y .... ya saben.

                 

Desde la buhardilla 1. Respuesta de José Hierro.






                                     

  Hoy me dio por recitarles algo en directo. pero no atinaba y terminé por grabarlo a bote pronto. Así, que aquí les dejo el poema RESPUESTA de José Hierro. Siempre me gustó. Y creo que es muy apropiado para este tiempo de incertidumbres que nos ha tocado vivir. Tengan una buena tarde. Y ya saben, sean felices y repartan felicidad, porque lo demás, como estarán comprobando, importa un huevo.