Cada día que
pasa tengo la convicción más clara de que mi camino por la tierra no
dejará de ser una efímera mota de tiempo en el intenso devenir del universo y
la existencia. Entre la inmensa eternidad que me antecedió y la que habrá de
seguir a mi muerte tengo solo el tiempo justo y preciso de estacionar
brevemente sobre nuestro querido planeta. Digamos que llevo impresa, como en
las zonas azules donde aparcamos nuestros autos, hora de caducidad sin que me
sirva de nada volver a meter monedas en el parquímetro porque me será imposible
modificar el día y la hora en que la grúa se habrá de llevar mi auto. Mi
estancia en este corral es inapelablemente limitada y llegado su momento
nada ni nadie podrá hacer algo por mí. Mi vida es como una firma en un bloque de
hielo que se esfumará, irremisible, con el calor de los primeros rayos de sol.
Por ello, diría entonces, que puesto a pensar lo primero que habría de hacer es
no entristecerme y después sería recomendable, aunque le profeso poco cariño,
ponerme de cara al sol para contemplar el resto de mi existencia sin esas
contrariedades y preocupaciones que me consumen los nervios para vivir de nuevo
el entusiasmo por los hombres y las cosas buenas que dé su ser emanan. Y ante
todo, es algo que tengo por premisa y siempre intento inculcar a los que me
rodean, ser afectivo, amable con aquellos ha los que su tiempo de andar por
estos lugares se les va consumiendo entre estertores de abandono y desasosiego,
con los que me preceden en el angustioso camino de la enfermedad, con los que
esta sociedad material y consumista relega al ostracismo, con los explotados
nacidos del vientre de lo que han dado en llamar crisis y con tantos, en
resumen, parias desdichados de la tierra que no han podido encontrar un lugar
que les cobije debajo es sol. No creo que exista una forma más grata de ser
feliz.
He construido este texto sobre una idea de Phil Bosmans contenida en
su libro La Alegría de Vivir. Un día más que se nos va. Disfruten lo que de él
queda como buenamente dispongan y, ya saben, no se olviden de ser felices
aunque el estomago les queme y les entren ganas de reventar el mundo. O lo que
queda de él. Al final me salió la flema.
Fecha de caducidad? No. No la tenemos.Nuestro Espíritu es eterno, lo que sí cambiamos de envoltorio.Lo cual es necesario,porque este envoltorio sufre el desgaste de la Vida y del Tiempo.Hace poco le sucedió a una periodista super amada por el público de su país (X) que sintiendo cierto malestar agudo se fue a una clínica de esas de "elite" y la dejaron internada. Al dia siguiente le hicieron una endoscopía. A los 5 minutos de iniciada la endoscopía esta mujer, de apenas 50 años, en la plenitud, fallece. Por mala praxis médica.La cuestión que esta mujer llena de proyectos, buenísima persona, ha perdido su cuerpo. Ella sembró tanto amor, tanta simpatía, que el país entero ha llorado por esta circunstancia.Y lo que nos sucede a todos es que no la imaginamos sin Vida. Es imposible !! Cordiales saludos, Mauro !!
ResponderEliminarTe puedo asegurar que quiero creer que llevas razón. Y tal vez sea porque he llegado a ese punto en que empiezo a ser consciente de que la vida ha iniciado el lento declive que me habrá de conducir, al menos en este pasar momentaneo, a una etapa menos apetecible. Aún así, yo también quiero creer que este pasar no se reduce solo a este tiempo y que, ineludiblemente, viene acompañado de otras vidas con sus gratos momentos. Me alegra, y te agradezco, que seas la única que sigue haciéndose visible en mi añejo rincón de vivencias y recuerdos. Gracias por seguir ahí y un fuerte abrazo, amiga mía.
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